La globalización y el hombre nuevo

El primer globalizador a mi criterio, revisando la historia de la humanidad, fue Cristóbal Colón. Con o sin claridad, dio redondez a nuestra visión geográfica, globalizó a la especie en su planeta. 

Es gracias a su supuesto viaje a las Indias, donde un hombre se atreve a romper el reto de aquel horizonte lejano y plano que atrapaba a los habitantes de Europa en un mar inmenso y azul, detrás del cual sólo cabían especulaciones sobre la comprensión del lugar dónde se encontraba ubicada la raza humana. Ese viaje de un almirante valiente dispuesto a ver de cerca de qué se trataba el horizonte,  rompió con todas las hipótesis que construían los demás hombres, atrapados en sus propios miedos a lo desconocido, desde las arenas de la orilla. 

Aquel viaje fue determinante en la comprensión de la ubicación espacial de nuestra especie: que la Tierra es redonda, que nos mantenemos suspendidos en el espacio al igual que todos las estrellas que brillan en el cielo y que somos una parte más dentro del universo, Sin olvidar que también fue el primer paso para incorporar a nuestro continente al naciente capitalismo europeo. 

Por tanto, parto de que la palabra  globalizar debe ser entendida y utilizada como un modelo de ver las cosas en conjunto, integradas a las demás cosas que la acompañan y no solamente hay que hacer referencia  a ella para hablar de la “globalización neoliberal”. Globalización es un término que cada día se hace más necesario en el replanteamiento y la revisión de los problemas del mundo y debemos rescatar esta palabra para utilizarla genéricamente. Entonces cuando hablemos de globalización, entenderemos que nos referimos a la visión en contexto de los problemas que planteamos. 

. Cuando decimos Hombre Nuevo, o mejor dicho, cuando el médico argentino Ernesto Guevara habla por primera vez del “Hombre Nuevo”, está globalizando a un nuevo ser que debe crearse, como instrumento indispensable para la transformación de nuestra sociedad.  

En el párrafo anterior, me refiero al Ché, anteponiéndole su profesión o mejor dicho el título que obtuvo dentro de la formación del sistema y el cual ejerció sólo en momentos en que en la guerrilla en la que participó le fue necesario, para ejercer el resto de su vida el título que los hombres sencillos y llenos de profundos sentimientos de amor pretendemos ostentar: el de revolucionario. 

Puedo decir, sin embargo, que la obra que queda del Ché, no deja de ser la intervención de un hombre ejercitando la historia como única medicina posible para sanar una sociedad  a la que le diagnosticó un mal ya casi en estado terminal: el capitalismo. 

Jamás olvidaré  mis lecturas sobre la vida del Ché,  él mismo relataba, que en alguna de las batallas que libró en Cuba, hubo un momento, ante un fuerte bombardeo de las fuerzas de Batista que a la hora de movilizarse él se había quedado solo y debía caminar hasta ubicar a sus tropas y estando herido en una pierna, tuvo que tomar la decisión de optar por llevar uno solo de los dos morrales que tenia frente a sí: uno contenía las medicinas y el otro contenía las municiones. El Che se decidió por el último, tomó su morral lleno de balas y comenzó a andar… 

Entonces claramente este gran hombre nos hace saber en la historia de su vida, que ese amor  a su especie, que lo había llevado cuando joven a estudiar medicina, para prepararse y poder combatir el dolor de sus semejantes, ese amor le fue enseñando cada día más, en sus viajes a través de Latinoamérica, que el mal era más maligno de lo que estimó y que ni sus estudios de medicina serían suficientes para mejorar en nada la realidad de atraso, de miseria y subdesarrollo que encontraba en su camino. 

Fue así como en México contacta con Raúl Castro Ruz, hermano de Fidel, y se incorpora como voluntario en la expedición del Granma que ellos estaban organizando para ir a liberar a Cuba de la Dictadura de Fulgencio Batista. 

Tal vez entonces el Ché empezó a entender un nuevo modelo de medicina: la medicina global.  Comenzó a entender que los males que originaban el dolor de los pueblos, la ignorancia, el hambre, la inasistencia médica inclusive, no se podrían aliviar recetando aspirinas a través del continente y cuando años más tarde tiene que elegir entre los dos morrales nos deja una enseñanza muy clara de la comprensión  de su camino. 

A mi criterio, el Ché  no abandona la carrera de medicina para hacerse guerrillero, no, el Ché comienza a ejercer una verdadera medicina cuando monta sobre sus hombros un fusil y cambia la bata blanca por su hermosa boina negra. 

No podía ver los problemas aislados uno del otro, sin relación, no, había hilvanado todas las conexiones para entender  que lo que pasaba tenía un origen mayor, que estaba enferma la especie humana entera, en grave peligro y para  la intervención  necesaria para curarla un bisturí sería ridículo. 

Ernesto Ché Guevara, entonces, al comprender los riesgos de salud de la humanidad que habita nuestro planeta, globaliza los síntomas y logra un diagnóstico terrible que lo hace asumir la lucha armada contra ese mal que tiene ante si y  ve que si no se le derrota, éste va a aniquilar a la raza humana. 

Creo que ya en los últimos años que nos acompañó fue mucho más profundo y certero, al ya tener territorios liberados, como lo fue Cuba después de la revolución, empieza a dar tratamiento al mal que había diagnosticado.  

El Ché se da cuenta de lo grave de la situación. La sociedad está enferma, el hombre que la compone también está enfermo, hay que hacer cambios fundamentales. 

Escuchemos un poco sus palabras: 

“La nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se hace sentir no sólo en la conciencia individual, en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este período de transición, con persistencia de las relaciones mercantiles. La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y por ende, en la conciencia.”

“En la sociedad capitalista, el hombre está dirigido por un frío ordenamiento que, habitualmente, escapa al dominio de su comprensión. El ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspectos de su vida, va modelando su camino y su destino. 

Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas, actúan sobre el individuo, sin que éste se percate. Sólo ve la amplitud de un horizonte que aparece infinito. Así lo presenta la propaganda capitalista que pretende extraer del caso Rockefeller –verídico o no-, una lección sobre las posibilidades de éxito. La miseria que es necesario acumular para que surja un ejemplo así y la suma de ruindades que conlleva una fortuna de esa magnitud, no aparecen en el cuadro y no siempre es posible a las fuerzas populares aclarar estos conceptos.” 

¿Es o no esto un verdadero diagnóstico de medicina global? 

Claro que lo es, el Ché  nos enseña la lección, interpreta las relaciones de la sociedad capitalista. Esta sociedad,  nunca ha contado con ideólogos dispuestos a interpretar la sociedad con el fin de  entenderla y mejorarla, el capitalismo con lo que cuenta siempre es con grandes cerebros que tienen el precio colgando en una etiqueta, vendidos, pues ese es su síntoma fundamental, la búsqueda de la riqueza. El día que la ideología y la interpretación de la sociedad hecha con verdaderas intenciones liberadoras produzcan dinero y ganancias, entonces el capitalismo tendrá verdaderos ideólogos, hasta tanto eso pase, su único ideólogo conocido, no es un hombre capitalista, aunque nace de una familia burguesa: Carlos Marx. Mientras tanto, cualquier talento que se destaque dentro del sistema capitalista será absorbido para usar sus facultades a favor de la dominación en cualquier frente mediático, en vez de encausarse, como lo hizo Carlos Marx, hacia una interpretación  de la sociedad para su liberación. 

El Marxismo, ciencia planteada por Marx, le brinda al Che la comprensión del monstruo que se está devorando a la humanidad: el capital, el dinero, la búsqueda de la ganancia. 

Marx plantea esto en uno de sus escritos filosóficos, cuando la sociedad o algunos de sus hombres crean el concepto de la ganancia, del aprovechamiento del trabajo de otros para acumular riquezas, entonces comienza su enajenación. 

Allí comienza la enfermedad, allí está el origen, buscar culpas en otra parte es inútil, cualquier camino de investigación que se realice con honestidad tendrá que llevarnos a este punto. 

Entonces,  retomando al Ché,  al evaluar este problema que vive la humanidad, se da cuenta fundamentalmente de algo sumamente importante: hay que cambiar al Hombre, hay que cambiar su entorno, sus relaciones económicas, pero también hay que cambiarlo por dentro, hay que curar su mente que está afectada. 

Sigamos escuchándolo: 

“En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas. Descontando aquellos cuya falta de educación los hace tender al camino solitario, a la autosatisfacción de sus ambiciones, los hay que aun este nuevo panorama de marcha conjunta, tienen tendencia a caminar aislados de la masa que acompañan. Lo importante es que los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma.” 
 

Despidamos este texto con palabras del Ché: 

“Así vamos marchando. A la cabeza de la inmensa columna- no nos avergüenza ni nos intimida decirlo- va Fidel, después, los mejores cuadros del partido, e inmediatamente, tan cerca que se siente su enorme fuerza, va el pueblo en su conjunto; sólida armazón de individualidades que caminan hacia un fin común; individuos que han alcanzado la conciencia de lo que es necesario hacer; hombres que luchan por salir del reino de la necesidad y entrar al de la libertad. 

Esa inmensa muchedumbre se ordena; su orden responde a la conciencia de la necesidad del mismo; ya no es fuerza dispersa, divisible en miles de fracciones disparadas al espacio como fragmentos de granada, tratando de alcanzar por cualquier medio, en lucha reñida con sus iguales una posición, algo que permita apoyo frente un futuro incierto.”

brachoraul@gmail.com



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Raúl Bracho


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