No somos unos súper animales. Somos
primates algo listos que reproducimos en nuestra conducta diaria el
comportamiento de dominación de los mamíferos superiores. Nuestra
llamada inteligencia, sin embargo, no nos ha permitido superar las limitaciones
vinculadas al Hipotálamo o cerebro reptil, en donde yace la conciencia
de la territorialidad o propiedad. Llevamos con nosotros toda la historia
del universo auto organizado y toda la historia de la vida. Hijos de
la tierra, somos su capa más superficial, y lo ignoramos para vivir
el día a día, para sacar provecho como sea, de los demás y de la
potencia viva de la madre tierra, aunque eso signifique aplastar a nuestros
semejantes y liquidar las oportunidades futuras. El mundo que nos creo
y garantiza la existencia, se encuentra en desequilibrio y la vida en
peligro de extinción. Somos el aprendiz de brujo, que luego de conjurar
todo su poder, no sabe (y no quiere) controlarlo. El mundo está en
nosotros y nosotros en el mundo. Pero hemos marchado sin el mundo y
el puede seguir marchando sin nosotros. Así comienza Edgar Morin su
último libro: La Vía. Para el sabio francés, globalización, occidentalización
y desarrollo, forman el trípode que junto a ciencia, técnica e industria
ha llevado a un camino que nos devuelve a la barbarie, tecnologizandola
para hacerla mas eficiente. Sin regulaciones ni controles, el modelo
dominante en el mundo, nos empuja y arrastra hasta muy cerca de cruzar
la línea crítica del no retorno. Una reacción en cadena que desintegre
al futuro humano esta por comenzar, si es que no ha comenzado ya. Morin
se sumerge, como el mismo lo dice, para tocar las profundidades de nuestra
superficie. Apelando a informes científicos y reportes técnicos de
los más calificados, advierte que el cambio climático en marcha, no
se trata de un conjunto de perturbaciones incomodas pero superables
y pasajeras; sería mas bien el efecto de superficie de un cambio planetario
de gran alcance que implicaría el reajuste de la tierra a nuevas condiciones.
Algo así como un sacudimiento del planeta, quien desesperadamente trata
de salvar algo de la vida, antes de que nuestra raza la aniquile por
completo, aunque eso implique producir nuestra extinción. Confundimos
estupidez con lucidez cuando reducimos la crisis global de un modelo
que se hunde sin soportes, con una crisis de mercados financieros. Los
parches y remiendos que emprenden los prohombres de traje y corbata
que aparecen en los medios, nada tiene que ver con un cambio de paradigmas
y conciencia en relación con abandonar el capitalismo o resignarnos
a salir de este mundo como especie. No es lo mismo ni una sutileza
decir, “queda poco tiempo”, A decir, “no queda mas tiempo”.
Así de desesperada es la disyuntiva paradójica en la que nos encontramos.
Ya no basta, sería una torpeza, con soluciones eco-reformistas. Así
mismo, los que piensan levantar un mundo nuevo, desde el mismo racionalismo
occidental, léase marxistas del Siglo XX, simplemente no están pensando.
La tierra es nuestro hogar colectivo, aunque unos la disfrutan desde
la piscina, mientras otros viven debajo de las letrinas. Nos hemos amenazado
a nosotros mismos en la misma medida en que despedazamos cada pared
de cada estancia. No basta con decir basta o con tomar conciencia. Nos
alcanzó el destino catastrófico de un apocalipsis de ciencia ficción.
Nuestra patria tierra sufre una situación agónica, salvarla es salvarnos.
Pero todo parece indicar que no será posible. Por ningún horizonte
se asoma una eco-política radical y un compromiso global que active
ya, una fuerza planetaria que en último movimiento salve la vida de
la vida y permita que no fracasemos como especie. De lo contrario, todos
nuestros esfuerzos no serán más que un gran epitafio.
juanbarretoc@gmail.com