Siempre será
necesario formular diagnósticos y caracterizaciones de nuestra realidad,
que permitan generar claridad en cuanto a las decisiones más pertinentes
para el desarrollo del modelo socialista, y sobre esto existen aportes
sustanciales que incluso en dicho evento del 14 de julio tuvimos la
oportunidad de presentar, sin embargo hoy quisiera dedicar estas líneas
a formular elementos en el marco de la crítica leal y la propuesta
comprometida, con mayor énfasis en esta última.
La propuesta
comprometida implica ciertos niveles de crudeza en sus planteamientos,
que deben separarse por un momento de las consignas, para acertar en
la dirección correcta. En este sentido el proceso revolucionario precisa
una serie de acciones importantes para su reimpulso en esta nueva etapa
transversalizada por la convalecencia del Presidente y líder de la
revolución Hugo Chávez:
1.- Debe ser
la discusión ideológica la base de relación política revolucionaria.
Los personalismos e identificaciones carismáticas, aunque necesarios
e inevitables en la práctica política, deben siempre ser acompañadas
y pretender ser superadas por la creación, difusión y contraposición
de ideas, fomentando para ello espacios de encuentro que se basen en
la discusión ideológica, que debe pasar fundamentalmente por la formulación
ética de principios para la práctica política.
2.- Debe construirse
un partido proactivo, crítico y propositivo. Existe el partido, tiene
militancia, moviliza, pero dentro del PSUV hay una carencia en su capacidad
proactiva y propositiva, convirtiéndose en una organización ratificadora
y repetidora de las decisiones del Ejecutivo Nacional, con pocas propuestas
concretas para la reorientación de políticas públicas que haga más
coherente el proyecto político bolivariano y socialista con la acción
gubernamental. Por otra parte, la crítica es mal vista en la dirección
del PSUV, siendo estigmatizada y marginada, cuando en realidad debería
ser fomentada y sistematizada para de ahí desprender nuevas propuestas
que potencien el desarrollo del proyecto político que encabezan.
3.- Deben formarse
cuadros políticos, administrativos y comunales de la revolución bolivariana.
La mayoría de los dirigentes del partido son cuadros con formación
política previa a la existencia del PSUV, y la formación a lo interno,
a pesar de la insistencia del Presidente, es inexistente. Una escuela
de formación, con presencia física, con formadores y sin excentricidades
andragógica y pedagógicas sería un verdadero buen inicio. La formación
de una generación de relevo no se genera por ósmosis y el riesgo de
no formar a los militantes genera la posibilidad de reproducir viejos
vicios heredados de otras agrupaciones o concepciones políticas, esto
además se conecta con la corrupción, ya no como un problema de Estado
ni de gobierno, sino como un problema de cultura política.
4.- Colectivización
de los procesos decisionales. Ya lo decía el Presiente Chávez el 13
de julio, el modelo de liderazgo directivo ha sido uno de los errores
fundamentales, y debe ser corregido paulatinamente por un modelo de
liderazgo más delegativo que conduzca a un modelo de liderazgo colectivizado
que facilite procesos decisionales más socializados y que se adapten
realmente al proyecto bolivariano y socialista, evitando que entre en
contradicción la teoría con la práctica.
5.- Debe desarrollarse
un plan para la transformación del Estado. En la actualidad el gobierno
revolucionario, bolivariano y socialista hace ejercicio del poder a
través de un Estado con una estructura institucional liberal-burguesa,
capitalista-rentista, corrupta y burocratizada, lo que genera un tensión
insuperable, que al no estar planificadamente asistida podrá generar
en el futuro conflictos sociales irreversibles. Un plan de desmontaje
de la estructura actual del Estado, para así permitir la construcción
de un Estado comunal, que conciba al Poder Popular como base estructurante
de su acción es una deuda histórica de la revolución, que avanza
en una marcha rezagada ante la realidad que nos desborda.
6.- Control
político a la eficiencia y la eficacia revolucionaria. Las organizaciones
política revolucionarias, al tener un compromiso ético cuando alguno
de sus militantes asume cargos públicos, debería tener el deber de
generar control político y la posibilidad de la sanción o promoción
moral pública sobre las cosas que haga o deje de hacer su militante.
7.- Sanciones ejemplarizantes. La impunidad carcome la valoración de la justicia, y en el proceso político actual, cargado discursivamente de igualdad, fraternidad, libertad y justicia, la ausencia de sanciones legales y morales con repercusión pública y con criterio político, disminuye las expectativas de poder vivir en un modelo socialista real.
8.- El desarrollo
de las 3R desde el Polo Patriótico. La incorporación en el proceso
de socialización decisional que debe desarrollarse en esta nueva etapa
de la revolución venezolana tiene un espacio natural de acción, que
se ha visto bombardeado por sectores privilegiados por el actual modelo
caudillesco que aún existe, negando la constitución de un espacio
colegiado de poder, con verdadera incidencia en la definición de acciones
políticas. El Polo Patriótico está en riesgo de no concretarse, a
pesar de los esfuerzos de sus responsables, por la indiferencia intencional
que algunas tendencias del PSUV han impuesto.
9.- Desburocratización
del Poder Popular. La ausencia ya descrita de una transformación real
de Estado ha llevado a una paulatina burocratización de las organizaciones
y espacios de acción del Poder Popular, que corre el riesgo de mimetizarse
con el Estado liberal-burgués. La necesidad de generar más y mejor
autonomía del Poder Popular es un reto permanente de la revolución
venezolana.
10.- Fomento
de las luchas de las organizaciones sociales. La permanente criminalización
de las luchas populares entra en profunda contradicción con un gobierno
que desarrolla un proyecto rumbo al socialismo. Por el contrario, el
estímulo y fomento de las luchas populares debe ser el rol fundamental
de las organizaciones políticas comprometidas y el Estado debe ser
un órgano resolutivo de esas demandas, no su represor. Esto implica
una mayor apertura a la crítica comprometida que emerge de los sectores
populares, evitando invisibilizarla como hasta ahora han pretendido
los sectores oligarcas.
En fin, y sin afán de incorporar alguna nueva “R”, el objetivo de esta nueva etapa debe ser “REENAMORAR, RECONQUISTAR, REORDENAR Y TRANSFORMAR”
@NicmerEvans