El
mismo que describió al Licofronte, el gramático bizantino Joan de
Tzetses, fue el primero que, allá por el Siglo II AC, dijo haber
domesticado una Quimera y después desapareció sin dejar rastro. Solo se
consiguió de él su monóculo y uno de sus zapatos. Criatura astuta,
aparenta ser mansa, pero ahora se sabe que devora con apetito insaciable la mano de aquel que le da de comer. No
debe confundirse Utopía con Quimera. La primera es un lugar tan
concreto como el horizonte y por eso siempre sirve de guía. Mientras que
el bestiario clasifica a la Quimera como descendiente de la Arpía por
su afán de poder. Por eso la utopía siempre es de izquierda mientras que
toda Quimera que se respete termina en la derecha. J. L. Borges, en El
Libro de Los Seres Imaginarios, va más atrás y da noticias de ella en el
libro VI de La Iliada. Allí está escrito que se sienten de linaje
divino, tercas y oportunistas en su comportamiento rapaz, andan en maras
y bandadas aunque nunca trabajan en equipo, pues jamás lograrán ponerse
de acuerdo. Cabeza de águila con melena de león, cuerpo de cabra,
garras en las patas delanteras, cola de serpiente cascabel y por la boca
fuego. Una creación formidable (¿y qué es la realidad?) que lograba
hipnotizar a sus víctimas antes de rostizarlas y devorarlas. Se trata de
una criatura que, al igual que las gallinas, tiene corto vuelo y vista
opaca. Bestia carroñera por excelencia, compiten entre sí por las
mejores presas, no importa que se sienten en la misma mesa. Asegura
Pablo de Tarso, que Aristóteles solía comparar al hombre ambicioso con
la Quimera. De allí la frase: “El hombre es un animal político”. Suele
atribuirse a Homero la Teogonía de Hesíodo, que la describe con tres
cabezas, así quedó consagrada en el famoso bronce de Arezzo que data del
siglo V. La Quimera aparece detrás de un monarca a quien controla. Esta
representación es la metáfora de su capacidad para transustanciarse
hasta trasmutar su variopinto pelaje para vivir un devenir humano. José
Vicente Rangel comenta que carecen de programa, eso haría pensar a
cualquiera que no transparentan sus verdaderas intenciones. Veamos: en
el supuesto negado de que llegara a ganar en 2012 una Quimera, ¿Qué hará
con la fuerza armada? ¿Acaso una cacería de brujas? ¿Y con PDVSA?
¿Reincorporarán a los golpistas y les fijarán dividendos iguales a los
que se auto asignaban en el pasado? ¿Y con las misiones? ¿Y con la Ley
de Tierras y de Pesca que ha beneficiado al pueblo? ¿Qué pasará con la
Universidad Bolivariana? ¿Qué harían con Tves? ¿Y las relaciones
internacionales? ¿Continuaría el Alba, honrando los compromisos
adquiridos por La República, o por el contrario, regresaríamos al
estatus de colonia norteamericana? ¿Con las empresas expropiadas y hoy
en manos de los trabajadores? ¿Con las comunas? Por solo poner de bulto
algunas preguntas sin respuestas. Todo parece indicar, que de ganar una
Quimera, haría de éste un país canibalizado e ingobernable. Pero es que
las Quimeras, así lo refiere Paracelso confundiéndolas con las Parcas,
pueden pasar horas y horas evadiendo las preguntas, aventurándose a
decir: “Ya veras, ya veras”. Con la pequeña ausencia del Presidente
Chávez, producto de su dolorosa y lamentable enfermedad, pudimos
contemplar la verdadera naturaleza indolente de la Quimera. Documenta un
papiro desaparecido de la Biblioteca de Alejandría, que en Etiopía, una
Quimera después de comerse a una población entera para saciar su
hambre, comenzó a pelear consigo misma enfrentando a sus varias cabezas,
de este modo, terminó engulléndose a si misma. En Venezuela se dan
varios tipos de Quimeras. Suele vérseles en lujosos bares
del este caraqueño, en la tv o dibujadas en algún libro antiguo de
mitología adeca escrito por alguna Gárgola del periodismo.
juanbarretoc@gmail.com