Venezuela: “sí es cómplice de terrorismo”

Venezuela o, mejor dicho, el Estado venezolano están siendo amenazados por el Estado de Estados Unidos de ser castigado con torturas por entrar en la rigurosa y oscura lista de países que apoyan el terrorismo. Y eso implica otorgarse el derecho a tomar y aplicar decisiones, incluso de orden militar, contra Venezuela sin importarle las consecuencias que se deriven de su intervencionismo en los asuntos internos de nuestro país, El argumento se fundamenta en que le vende petróleo a Irán. Eso, lo único que confirma es que el petróleo es un arma de la guerra mucho más importante que los aviones, los barcos, los submarinos, los tanques y el transporte terrestre. En efecto lo es, pero habría que resolver la interrogante ¿en manos de quién o de quiénes? Para los amantes del capitalismo y del imperialismo sería: en manos de los anticapitalistas o socialistas; y para éstos sería: en manos de los capitalistas o, más concretamente, de los imperialistas.

Ciertamente, el petróleo es, en este tiempo, una poderosa arma de la política, casi una causa negra y brillante aceite, fundamentalmente, de la diplomacia internacional. Se sabe que la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios, a saber, por la violencia. Si alguno en este mundo sabe con exactitud asombrosa que ello es así es, precisamente, el régimen imperialista, porque nadie como éste ha hecho y hace tantas guerras de expansionismo político, reparto geográfico y saqueo económico. Todas sus guerras (salvo, por ejemplo, la ejecutada para evitar el predominio del nazismo alemán en el mundo) han sido o son injustas y, no pocas veces, dejan como secuela guerras civiles de costosos sufrimientos a otros pueblos o países como sucederá en Irak y en Afghanistán. Todas las guerras que se hagan contra el imperialismo, son justas, menos aquella que realicen uno o varios imperialismos (caso, por ejemplo, la de Alemania en la Segunda Guerra Mundial) contra otro o varios imperialismos por dominar el planeta imponiendo el nazismo como sistema político de dominación. Eso no es mentira, es una gran verdad histórica que tendrá su fin cuando el mundo entero entre definitivamente en los albores del socialismo, porque éste implica, como condición sine quo non, la derrota del capitalismo y, por consiguiente, el cese definitivo de la violencia como expresión de la política y de la vida social.

Estados Unidos o, mejor dicho, su régimen imperialista se abroga la potestad no sólo de plagar de miserias y dolores a la mayoría del mundo o del género humano sino, también, de decidir: ¿cuál sistema político de gobierno debe imperar en cada nación, cuáles deben ser las normas de su diplomacia, a quién o quienes debe comprarle y venderle mercancías y, especialmente, sus minerales (como el petróleo) o materias primas y, por si fuera poco, con quién debe consultar para trazarse un destino histórico? Razón, razón tuvo el Libertador Simón Bolívar para decir lo que dijo sobre Estados Unidos, quien con sus sinrazones quiere mantener los entuertos que con las locuras graciosas de don Quijote y metiendo en su paquete a su carnal Sancho Panza, no pudieron enderezar debido a que el manco Cervantes les negó esa posibilidad cuando le atravesó, al primero cerca de Barcelona, al caballero de la blanca luna que resultó ser el bachiller Sansón Carrasco y lo derrotó intentado devolverle la cordura perdida. Fue, entonces, no Cervantes sino el pueblo de La Mancha, quien creyó que mejor era que se muriera siendo el loco Quijote entre los alaridos de tristeza de Sancho Panza, los relinchos de rocinante y los rebuznos del jumento, confundiendo molinos de viento con gigantes de manos largas, y no el cuerdo Quijotiz predicando una religión que lo hubiera puesto a confundir los entuertos con sueños de verdadera justicia social.

Acusar de cómplice o de apoyo al terrorismo a un Estado por el hecho que le venda petróleo a otro Estado que esté en la mira del fusil del imperialismo es, castellanamente hablando o escribiendo, una grotesca y repugnable intervención en los asuntos internos que sólo competen a un Estado con soberanía para decidir sus políticas. No puede ser más peligroso que una nación le venda petróleo a otra nación para que ésta lo use en producir energía para su pueblo (como lo hace Venezuela con Irán) que un Estado le venda o le produzca armas de destrucción masiva para que otro Estado las utilice en producir genocidios de seres humanos y destrucción de infraestructuras cada que vez que le venga en gana (como lo hace Estados Unidos con Israel). ¿Cuál de los dos casos es apoyo al terrorismo?

No puede ser lo mismo comprar petróleo a una nación para contribuir a la satisfacción de necesidades materiales y espirituales de un pueblo o sociedad (como lo hacen Irán y otros países con el de Venezuela) que comprarlo para hacerle guerra imperialista a otras naciones para saquearle sus riquezas (como lo hace Estados Unidos con el de Venezuela y el de otros países). ¿Cuál de los dos ejemplos es apoyo al terrorismo?

La Unión Soviética, bajo las banderas del socialismo que no resultó tal luego de Lenin muerto, le vendió petróleo a Italia para que le hiciera la guerra a Abisinia (actualmente Etiopía), le masacrara su pueblo y le destruyera gran parte de su infraestructura cuando lo que ha debido hacer era estimular y solidarizarse con la rebelión de los abisinios para que derrotaran a los invasores italianos. Eso estuvo mal y fue muy criticado por muchos que anhelaban el triunfo de la revolución socialista en el mundo. En el gobierno de Lenin, ni una sola gota de petróleo soviético hubiese ido a parar en manos del Gobierno fascista italiano que lo utilizó para hacerle la guerra y colonizar a Etiopía, Eritrea y Somalia en lo que se llamó Africa Oriental Italiana desde 1936 hasta 1941 en que se sacudieron de ese yugo imperialista y fascista perverso.

El Estado de Estados Unidos, a sabiendas que es el mayor y más poderoso ejecutor del terrorismo de Estado, siempre se adelanta en acusar a otros Estados como terroristas o cómplices de terrorismo siguiendo la célebre, triste y demoníaca consigna bushista de “si no estás conmigo y me obedeces, estás con el enemigo y hay que destruirte”. Pero la verdad de todas las verdades, es que el imperialismo estadounidense es el gran enemigo principal de la humanidad. Sin él, sin su poderío bélico y sin su intervencionismo terrorífico en los asuntos internos de otros Estados, todos los otros pocos imperialismos existentes se hubiesen derrumbado por carencia de gendarmes capaces de garantizarles su dominación.

El Estado estadounidense sabe que Venezuela no es una isla, rodeada de aguas por todas partes como lo es Cuba, por lo cual la aplicación de sanciones económicas podría traer consecuencias de otra naturaleza. El bloqueo económico a Cuba lleva más de cuatro décadas pero no ha podido lograr resultados programados, entre otras cosas, porque la poquísima –hasta ahora- fuerza de oposición a la revolución no goza de algunas ventajas geográficas para acometer acciones de violencia social. En el caso de Venezuela, ésta cuenta con más de dos mil kilómetros de fronteras con países vecinos y, especialmente, con Colombia. Si se produjese el bloqueo económico, el contrabando se encargará de burlarse de él y no podrán generar hambrunas que pongan en peligro la estabilidad del país, debido, igualmente, a las buenas relaciones económicas y políticas con la mayoría de los Estados latinoamericanos, lo que no sucedía en el momento de decretarse el bloqueo a Cuba y, aun así, en esta nunca ha habido hambruna.

Lo peligroso de un bloqueo económico a Venezuela dictado por el Gobierno de Estados Unidos es que el Estado colombiano le servirá de trampolín para provocaciones de todo género, tales como: permitir la presencia de soldados y tecnología estadounidense en, por lo menos, casi toda la línea fronteriza para evitar lo que llamarían comercio ilegal o contrabando; organizar paramilitarismo para que penetren territorio venezolano y cometan actos que fomenten el terror en la población fronteriza como en ciudades y caseríos no muy lejanos de la misma para convertirla en enemiga del proceso bolivariano; se produciría violación constante del espacio aéreo venezolano de parte de Estados Unidos buscando razones para intervenir militarmente en nuestros asuntos internos; obligarían a algunos Estados a reducir los niveles de relaciones comerciales con nuestro país; dificultarían el traslado o movilización del transporte marítimo afectando la exportación de petróleo y la importación de mercancías de consumo masivo.

Lo ventajoso implicaría, como verdadero mecanismo de defensa de Venezuela, entre otras cosas, lo siguiente: la insurgencia colombiana tendría que asumir las sanciones económicas aplicadas a nuestro país como si fueran contra ella misma y convertirse en un hueso duro de roer en toda la zona fronteriza contra la intervención de fuerzas que pretendan confabularse para desestabilizar al proceso bolivariano; se tendría que organizar, preparar y armar a miles de militantes del proceso revolucionario para que luchen, junto a las fuerzas armadas venezolanas y las fuerzas sociales de ambos lados de las fronteras y sus alrededores contra los enemigos que intervengan en contra de Venezuela; habría que estimular abiertamente rebeliones armadas en otros países de América Latina contra el imperialismo; y se tendría que crear de urgencia un organismo internacional latinoamericano que elabore políticas revolucionarias para combatir contra todos los intereses estadounidenses desde México hasta la Argentina.

El imperialismo está obligado, aunque le cueste y poco le gusta hacerlo, a pensar para aplicar sanciones rigurosas y de gran perjuicio para la economía venezolana que, sin duda, también afectarían –principalmente- a sus vecinos, alegando esa mediática y vulgar mentira que el Estado venezolano es cómplice o ayuda al terrorismo por venderle petróleo a Irán. Un mal y gravísimo paso del imperialismo en Latinoamérica, simplemente, puede acarrearle consecuencias impredecibles y hacerlo perder su tan cacareada hegemonía en los asuntos internos del continente americano, lo cual, de no producirse otras revoluciones socialistas, pondría en ventaja a la Unión Europea en América. Eso, no le conviene al imperialismo.



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Freddy Yépez


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