Vale la pena traer a colación algunos planteamientos del pensador argentino Ernesto Laclau, quien sobre la construcción de hegemonía y el papel del líder individual, sostiene que el líder individual significa el nombre, la nomenclatura, que mantiene la unidad del objeto. Podemos aseverar, en este sentido, que el objeto de la Revolución Venezolana tiene un nombre: Chávez; que a través de ese nombre se tejen las identidades y ocurre un proceso de construcción hegemónica de un sujeto: El Pueblo. El nombre del líder es por sí mismo un espacio de reconocimiento de legitimidad para el pueblo. Es su condición fundante. Eso significa que tenemos que tener conciencia de la importancia de Chávez como momento de articulación del sujeto popular, como substancia del devenir constituyente de la revolución bolivariana.
Yo creo que uno de los asuntos del proceso revolucionario es aquel que el Presidente señala constantemente, retomando a Gramsci: «el punto crítico», el espacio-tiempo configurado entre aquello que no termina de morir y aquello que no termina de nacer. Por ello: terminamos de matar a las instituciones existentes y hacemos posible que nazca otra cosa, o las instituciones existentes se reestructuran y fortalecen en su misma lógica engullendo la revolución para seguir perdurando.
Las
instituciones son una lógica en la que circulan y funcionan creencias,
mentalizaciones y prácticas que se consolidan. Las instituciones crean
sus propias formas de reproducción, tienen maneras de sobrevivir y son
capaces de perseverar en una larga agonía de muerte. Fíjense, a pesar de
la Revolución Francesa, todavía hay Monarquías en el mundo, de modo que
no es fácil destruir lo instituido y mucho menos construir una nueva
institucionalidad.
juanbarretoc@gmail.com