Los consumidores finales, el ama de casa con su cesta básica, suntuaria o religiosa, y el comensal del restorán, así como el enfermo hospitalizado, automedicado o tratado ambulatoriamente, ninguno de esos consumidores compran mercancías, sólo bienes útiles para la cobertura de necesidades personales, pero no mercancías ya que, a éstas, ellos las compran como simples valores de uso, y a este lo consumen y no trafican con aquellas. La compraventa de mercancías está reservada para la cadena de fabricantes e intermediarios, incluidos los banqueros y bolsistas, así como para los artesanos respecto a sus correspondientes medios de producción[2].
Así ocurre en las sociedades burguesas mercantiles, una realidad que nos invita a pensar en la incompatibilidad que siempre ha existido entre consumidores, por un lado, y fabricantes, banqueros e intermediarios por otro. Salvedad hecha del consumo de los medios de trabajo[3] , cuyo valor de cambio el empresario capitalista imputa y convierte en mercancía para su conversión en aquella que él se propone fabricar, la fuerza de trabajo asalariada, las materias primas directas e indirectas y hasta su propia mano de obra en los casos de pequeños burgueses, todos estos conceptos de inversión son capital en forma de mercancías o capital mercancía.
Así las cosas, cuando un Estado produce masivamente bienes de consumo o de producción , independientemente de que sus propósitos no sean capitalistas o no lo anime el lucro burgués, no obstante, decimos, lo que vende son mercancías, aunque a estas las fabrique como si fueran sólo valores de uso.
[1]En el Derecho Positivo Burgués, heredado en buena parte de la Antigüedad, se vende la impostura de la personalidad jurídica, se da nombre de persona a las empresas burguesas con la finalidad, subrepticia o inadvertida, de que esas empresas son consumidoras, como si ellas realmente formaran parte de la demanda nacional. Ciertamente, cuando ellas “interdemandan” materias primas y otros medios de producción fungen de consumidoras “productivas”, pero sólo se trata de una apreciación microeconómica, habida cuenta de que el conjunto empresarial formado por financistas, fabricantes y comerciantes no fabricantes reducen a cero (0) el conjunto de sus transacciones “consuntivas” de compraventa. Sin embargo, debemos respetar nuestras propias consideraciones sobre los “Cargos ilícitos” que han venido realizando los empresarios por el indebido concepto de medios de trabajo realmente sí consumidos por ellos como inversionistas, convenientemente adquiridos para obtener máxima plusvalía de sus trabajadores, es decir, con fines de explotación de plusvalía. Se trata de unos cargos indebidos que se les han traducido en ingentes ganancias arrancadas al mercado, además de la plusvalía alrededor de la cual giran todas las transacciones mercantiles capitalistas. Estos “cargos ilícitos” son los mismos recogidos en la siguiente nota 3 de pie de página.
[2] El connotado Problema de la Transformación, ya trabajado y resuelto por mí, gira alrededor del comercio entre empresarios dedicados a la fabricación de bienes de consumo final, y empresarios dedicados a la producción de medios de producción, pero ambos tipos de bienes son mercancías, o sea, valores capital, valores de cambio, soportados por los valores de uso que les sirven de sostén. Cónfer:
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[i] Más Lecciones de Economía Política (marmac@cantv.net)