El caso de Bogotá, una ciudad que se debate entre medios y miedos, fue abordado por Jesús Martin-Barbero, en Ciudadanías del miedo (2000). Análisis muy próximo a lo que es mi vivencia de otra capital latinoamericana, Caracas.
Ciudades en las que parece desmoronarse el orden social y sus habitantes, ajenos y extraños a la propia ciudad, presos de sentimientos de indefensión se encuentran prácticamente petrificados y no saben qué hacer con el miedo. Ciudades en las que sus habitantes esquivan y caminan cada vez menos, ciudades segmentadas en territorios enjaulados y otros estigmatizados.
Ciudades convertidas en el territorio de la inseguridad y del miedo y, en mi opinión, del pánico, un miedo extremo, un miedo enloquecedor que lleva a la pérdida del dominio de uno mismo y que frecuentemente se contagia.
Sin negar el crecimiento y profesionalización de la delincuencia, el autor destaca que mientras el miedo nos vuelve temerosos y cobardes, es la desconfianza la que nos torna inseguros. Revierte la relación de causalidad que usualmente se establece entre la agresión y la consecuente sensación de inseguridad, para osadamente plantear que "la mayor parte de la agresividad que acumula esta ciudad procede al revés: porque nos sentimos perdidos y entonces desconfiamos vamos acumulando una rabia sorda…contra todo lo que nos rodea". Rabia que, aparentemente sin razón explota, derrumbando toda normatividad social en una ciudad con la que hemos roto nuestros lazos de pertenencia y nos es ajena.
En el caso de Caracas tiene lugar un proceso de desocialización en el que las acciones de la ciudadanía quedan sometidas a una lógica fundamentalmente individualista. Comportamiento asocial alimentado, en alguna nefasta ocasión, por las recomendaciones de autoridades que trasladan al ámbito individual las estrategias de protección cuando exhortan a no circular de noche, no detenerse en los semáforos y en general, no provocar a los delincuentes. Suerte de deslinde oficial que deja en orfandad a la ciudadanía a merced de acciones individuales, de la delincuencia y de voceros del miedo, los medios, convertidos en un eficaz vínculo vicario de un modo de relación con la ciudad.
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