Veo una bandera imperial que
ondea sobre el territorio como algo inderrotable, escucho las bombas
de sus aviones reventando corazones que latían por la justicia, mapas
del norte y del sur. Un mentiroso que habita su oscura alma en la Casa
Blanca y que soporta, no sabemos como, su propia traición a los sueños
del pueblo que lo eligió. Veo sus aviones asesinando a los niños de
Libia. Sus palabras que son más vacías que cualquier campana, pero
que envenenan a tantos que siguen hipnotizados bajo el dominio
de las mentiras que por tantos años nos han repetido sus sonidos.
Reviso mi interior, mi alma
de poeta que ha recorrido caminos del planeta en busca de la vida,
los sueños que a veces se me perdieron y que encontré bajo la almohada.
Veo mi piel, el sol atrás de mi espalda. Sigo enamorado de la vida,
de todas y todos los que nacieron, nacen y nacerán, del hombre
superior.
El museo es grande, la historia
larga, diez mil nombre escritos en la lucha, almas de seres que ante
que yo han abierto las trincheras. Dulce sigue siendo el aire que respiro,
amorosa existencia en este planeta maldito. Hijo del amor que soy, camarada
de cada combatiente en las armas, en la poesía, en el arte, en esta
refriega infinita de quienes vivimos siendo fieles a la grandeza universal
y dentro de la cárcel que atrapa la humanidad.
Sodoma y Gomorra, cielos e
infiernos, Yin Yan, como quiera decirse, la contradicción, tesis y
antitesis, como quiera llamarse esta enfrenta que es vivir.
Hombres y mujeres superiores
debemos ser quienes asumamos las tareas. Escribo y escucho de fondo
a mi comandante presidente Hugo Rafael Chávez Frías que desde temprano
y todo el día a invadido los medios para reventar la burbuja mediática
que anoche mismo, cobijada entre mentiras y calumnias, en las columnas
de Herald de Miami lo diagnosticaban moribundo. ¡Que fuerza vital la
de este combatiente!. No puedo menos que escribir mi nota en su grandeza.
El comandante emerge de la enfermedad de nuevo victorioso, la América
se estremecerá ante la fuerza infinita que la humildad ha tejido en
su corazón, doblegando a los profetas de desastres y al mismo imperio
que no lo podrá derrotar ni con la muerte. Una tabla con escritos santos
de caligrafía popular, olor de pueblo, caras sencillas de mujeres y
hombre llenos de visiones, de amor a la última esperanza. No
es Chávez el que regresa de la muerte, es la humanidad que se despierta.
Los burgueses temen. Los pobres
sueñan. La revolución pacífica, es cierto, demora la muerte de lo
que está sentenciado al cementerio y retarda el llanto del ser
que nace. Pero nada podrá alterar esta álgebra histórica. La
revolución no se cansa, se repite como las olas del mar hasta que vence
las arenas. El opio de la dominación y del mundo consumista se destruye
a si mismo, ninguna esperanza de sobrevivencia podrá tener el egoísmo
pues carece de fuerza alguna que lo una a nada. Pero el amor comienza
a brotar entre el estiércol.
Hermoso, gallardo, valiente
Hugo Chávez, sales a la ventana con la furia de la historia atrapada
en tus pulmones que mas temprano que tarde soplarán el huracán que
escribirá de nuevo una historia llena de victorias.
Venceremos y viviremos, comandante en jefe y presidente, lo prometo.