Releía yo, al llegar a casa, a Juan Rulfo, este escritor latinoamericano tan grande, que habla de los pobres y sus desgracias. En este librito de cuentos que tomé de mi biblioteca, encontré este párrafo del cuento “Es que somos muy pobres”:
“Aquí todo va de mal en peor, La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejabán, viendo como el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada.”
“Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce aos, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río”
Este pasaje de Rulfo, es un espejo de la pobreza de los pobres de mi tierra, con su carga de desgracias; como dice mi madre: cuando el pobre lava, llueve. La fatalidad de ser pobre pareciera una orden de los mismos dioses y la iglesia ha sido sabia al hacernos creer que somos una clase maldita. Ser pobres pereciera una condena celestial por todos nuestros pecados quien sabe en cual vida anterior. Entonces hoy un llanero arrecho le calló la boca a las sotanas y tomó los micrófonos para que hablara la esperanza antes que la palabra divina del poder del vaticano.
Cierto, como dice Juan Rulfo que la mala leche acompaña a la pobreza, cierto que en la lucha por la revolución no solo hay que enfrentar a un enemigo poderoso sino que también hay que conjurar todo tipo de desgracias. Esto comienza por dejar que la tierra se trague sus desechos, que este gocho traidor sea devorado por los gusanos en sacrosanto silencio y que se detenga el daño que hizo su entrega como apátrida.
Podría ser que comience a llover sobre Venezuela, por aquello que contaba de las desgracias, que Hugo Chávez sabe ya como convertir en victorias, o porque el imperio con sus estaciones de HAARP decida multiplicar la cantidad de damnificados, al mandarnos nuevas lluvias interminables, para ocasionar una crisis insalvable a la Misión Vivienda. Hacer la revolución por estas tierras es algo más que ideología, tiene que tener su carga de realismo mágico, como lo enunció Gabo desde hace décadas.
Este llanero gallardo que levantó los ojos de toda esta patria hacia la mirada eterna de Bolívar, sabe ya muy bien su oficio. El pueblo también. Es verdad que seguimos siendo pobres, que siguen explotando los traidores, que es de a poco que se puede avanzar y vencer. Pero se van haciendo las cosas que dan peso a la transformación.
Nadie diga que no puede pasar cualquier desgracia, inventada y programada en las salas de batalla imperiales, que pueda Santos dejar de ser tan santo o que la OTAN nos ponga su ojo destructivo encima. Pero lo que es seguro es que hemos sido tan pobres y pendejos, que nada de lo que pase podrá cambiar el destino. Sigamos adelante en el camino a la victoria del 7 de Octubre sin desánimo alguno, no creamos ni siquiera las ilusiones de encuestas, pensemos que hasta no obtener la gran victoria, estaremos derrotados, peliemos como pobres, contra el enemigo y las desgracias.
Venceremos y viviremos.
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