Valores fundidos en la fábrica y antieconómicamente separados en el mercado (Continuación)

¿Qué vale más: el Valor de Uso o el de Cambio? [i]

Venimos preguntándonos  acerca del “valor” de los valores de uso y de  cambio. Bien miradas las cosas, el primero es el verdadero valor en el sentido económico de la palabra, y el valor de cambio es sólo una medida del trabajo depositado  en  aquél durante su fabricación , una forma de valorar el trabajo del asalariado  antes de ir al mercado, e independientemente del aspecto físico de las mercancías intercambiables. Es histórico y debió su aparición a la del trueque incipiente.

El v. de cambio iguala la calidad de todas las mercancías que se diferenciarían solo cuantitativamente, mientras  el v. de uso las diferencia cualitativamente  entre sí. En consecuencia, decir valor de cambio es decir mercado, representa la  mercancía por excelencia, una mercancía abstracta y genérica  que dio origen al dinero,  cuyo valor de uso  es servir para la tasa y el intercambio del valor trabajo albergado en las mercancías.

Cuando se nos presenta como dinero, el v. de cambio sirve para comprar y pagar mercancías o cubrir   obligaciones en general, entre otras funciones; lo hace  a riesgo de que su valor per se y/o su valor de mercado tanto bursátil como el que decida la política gubernamental (devaluaciones) queden divorciado del verdadero valor de cambio del resto de aquellas mercancías que no son dinero, pero que coyunturalmente ganen en confiablidad cambiaria,  conocidas como “commodities”  (mercancías) con inclusión de las que están sujetas a entregas futuras, lo cual les imprime al valor de cambio de  los valores de uso involucrados un mayor distanciamiento de los  valores  de cambio a los  cuales se cotizan aquellos con la moneda nacional, internacional o en los traspasos de propiedad que realizan los mercados de capitales o bolsas de valores.  

No en balde el apologismo burgués con su carga de tarifados sostiene que la ganancia no  tiene su origen en la  fábrica, sino en el mercado, a pesar de que hace denodados esfuerzos por colmar  de méritos al empresariado fabril al que atribuye facultades innatas para prosperar y hacerse rico  montando fábricas de asalariados o de tener “buen ojo” para los negocios, para  negocios fabriles donde supuestamente sólo se fabrican mercancías carentes de ganancia alguna, ya que esta se obtendría en el mercado.

Pero, si eso fuera cierto, un fabricante   que adquiera medios de producción y fuerza de trabajo bien podría limitarse a su reventa con el ánimo de obtener ganancias comerciales antes de mezclarlos en algún proceso de trabajo productor de nuevas mercancías, puesto que todo dependería el volumen de capital invertido, y este, según esa versión vulgar burguesa, no cambiaría, porque no contendría  “capital variable”. Si eso fuera así, entonces  todo el proceso productivo se vendría abajo y no habría mercado, salvo el de las mercancías   que de partida adquirieran    los primeros capitalistas de la cadena. Por ejemplo, imagínense la siguiente ruta comercial:   Chucho le compra a Jacinto, este le vende a José y este le termina revendiéndole a Chucho,  ¿de dónde saldría la ganancia y quien  sería el perdedor?, ¿qué pasaría con las mercancías necesarias para el consumo final  porque sencillamente no se las produciría porque su fabricación no da ganancia? El cuento chino de que se produce mercancía sin ganancias de fábrica, para luego obtenerla en el mercado, no resiste ni siquiera ligeros contraargumentos.

Sigue

15/10/2011 15:00:15


[i] http://www.sadelas-sadelas.blogspot.com     marmac@cantv.net


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Manuel C. Martínez


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