Venimos preguntándonos acerca del “valor” de los valores de uso y de cambio. Bien miradas las cosas, el primero es el verdadero valor en el sentido económico de la palabra, y el valor de cambio es sólo una medida del trabajo depositado en aquél durante su fabricación , una forma de valorar el trabajo del asalariado antes de ir al mercado, e independientemente del aspecto físico de las mercancías intercambiables. Es histórico y debió su aparición a la del trueque incipiente.
El v. de cambio iguala la calidad de todas las mercancías que se diferenciarían solo cuantitativamente, mientras el v. de uso las diferencia cualitativamente entre sí. En consecuencia, decir valor de cambio es decir mercado, representa la mercancía por excelencia, una mercancía abstracta y genérica que dio origen al dinero, cuyo valor de uso es servir para la tasa y el intercambio del valor trabajo albergado en las mercancías.
Cuando se nos presenta como dinero, el v. de cambio sirve para comprar y pagar mercancías o cubrir obligaciones en general, entre otras funciones; lo hace a riesgo de que su valor per se y/o su valor de mercado tanto bursátil como el que decida la política gubernamental (devaluaciones) queden divorciado del verdadero valor de cambio del resto de aquellas mercancías que no son dinero, pero que coyunturalmente ganen en confiablidad cambiaria, conocidas como “commodities” (mercancías) con inclusión de las que están sujetas a entregas futuras, lo cual les imprime al valor de cambio de los valores de uso involucrados un mayor distanciamiento de los valores de cambio a los cuales se cotizan aquellos con la moneda nacional, internacional o en los traspasos de propiedad que realizan los mercados de capitales o bolsas de valores.
No en balde el apologismo burgués con su carga de tarifados sostiene que la ganancia no tiene su origen en la fábrica, sino en el mercado, a pesar de que hace denodados esfuerzos por colmar de méritos al empresariado fabril al que atribuye facultades innatas para prosperar y hacerse rico montando fábricas de asalariados o de tener “buen ojo” para los negocios, para negocios fabriles donde supuestamente sólo se fabrican mercancías carentes de ganancia alguna, ya que esta se obtendría en el mercado.
Pero, si eso fuera cierto, un fabricante que adquiera medios de producción y fuerza de trabajo bien podría limitarse a su reventa con el ánimo de obtener ganancias comerciales antes de mezclarlos en algún proceso de trabajo productor de nuevas mercancías, puesto que todo dependería el volumen de capital invertido, y este, según esa versión vulgar burguesa, no cambiaría, porque no contendría “capital variable”. Si eso fuera así, entonces todo el proceso productivo se vendría abajo y no habría mercado, salvo el de las mercancías que de partida adquirieran los primeros capitalistas de la cadena. Por ejemplo, imagínense la siguiente ruta comercial: Chucho le compra a Jacinto, este le vende a José y este le termina revendiéndole a Chucho, ¿de dónde saldría la ganancia y quien sería el perdedor?, ¿qué pasaría con las mercancías necesarias para el consumo final porque sencillamente no se las produciría porque su fabricación no da ganancia? El cuento chino de que se produce mercancía sin ganancias de fábrica, para luego obtenerla en el mercado, no resiste ni siquiera ligeros contraargumentos.
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15/10/2011 15:00:15
[i] http://www.sadelas-sadelas.blogspot.com marmac@cantv.net