Vista la situación Libia en esta nueva fase de resistencia de su pueblo, una vez supuestamente asesinado su líder Muammar Ghadaffi -¿Será, como ya se rumora, una muerte holywodense como la toma de la plaza verde en Trípoli?-, urge una reacción y más que nada una acción adecuada de los pueblos libres que hoy defienden su soberanía de la amenaza de recolonización imperialista para el saqueo de sus recursos, ahora sí por lo visto en el país africano, más que evidente.
En esta puesta en guardia de los pueblos con dignidad que se avizora, si algo parece quedar claro nuevamente, es la imposibilidad de derrotar un poderío militar como el de EE. UU y los países de la OTAN fácilmente, y que posiblemente ello requerirá una estrategia bien afinada de resistencia, incluidas alianzas militares regionales; o como nos legó el heroico pueblo vietnamita: requerirá el empleo de la guerra popular prolongada como estrategia victoriosa, con toda su carga de creatividad y de aprovechamiento de astucia popular, por cierto también desarrollada en nuestra guerra de independencia.
En este contexto de agresión a Libia, e incluso Siria, no deja de llamar la atención el nuevo formato empleado por el imperialismo gringo-otanista-sionista. Se trata de sembrar en los países “objetivo imperial”, supuestos conflictos ya sean de orden político, étnico o religioso, entre sus ciudadanos; luego suplirle logística de todo tipo a sus grupos aliados – se dice que en Libia regalaron miles de celulares de última generación- para la desestabilización; e incluso, proveerles armas para el ataque sorpresivo a las fuerzas del orden público o al mismo ejército.
La cosecha que esperan recoger, vía guerra mediática, es la de posicionar en el plano internacional una supuesta represión brutal de los gobiernos “objetivo”, para luego con la complicidad del Consejo de Seguridad de la ONU aprobar una resolución que facilite de alguna manera su injerencia más directa y favorecer así militarmente a una oposición derechista mercenerizada. No otra cosa vimos con la implantación del más risible de los eufemismos inventados por el discurso imperialista: “bombardeos humanitarios” de la OTAN en suelo libio, oculto tras otro infeliz eufemismo, “corredor de exclusión aérea”.
De igual manera, necesario es volver a insistir que previo a esta etapa de confrontación propiamente bélica, ya con anterioridad el imperialismo y sus lacayos internos han desatado y sostenido en el tiempo una poderosa guerra mediática que, lamentablemente, y debido a su hegemonía en ese campo, logran debilitar la conciencia nacional en grandes porciones de la población. Pero, a nivel internacional y más peligroso aún, logran predisponer a la opinión pública si no para su apoyo a la agresión, sí para su indiferencia, pues ya tiene el “chip” petrificado en su psiquis: “Se trata de un país forajido”, habrá operado entonces el plan de demonización imperial.
En caso de que el pueblo agredido demuestre su capacidad de resistencia organizada ante la agresión del imperio, incluso y a pesar de ser sometido a criminales bombardeos de tierra arrasada, como en la hoy heroica Sirte, y ante la incapacidad militar de los pro imperialistas de derrotarla, otra fase contemplada por el imperialismo es la entrada a teatro de operaciones de mercenarios contratados en todo el mundo, que llegado el momento indicado desembarcarán y ejecutarán su accionar terrorista y criminal consistente en matanzas horrorosas y masiva de civiles incluso niños, mujeres y ancianos, para así infundir terror en la población y su parálisis, lo que habrían hecho en Libia, particularmente con su población negra.
Sería largo enumerar las experiencias exitosas de resistencia desarrollados en estos 8 meses y algo por el pueblo libio, pero por lo visto y leído, el peso de este éxito descansa sobre la acción de las y francotiradores defensores de la Jharamariya y de la Revolución Verde.
Un ejercicio de extrapolación
En el MoMAC, hemos venido sosteniendo desde 2007 que derrotar la guerra mediática imperialista debemos, primero convertirnos un país de comunicadores, luego planteamos la necesidad de recurrir a la guerra popular comunicacional prolongada con ese mismo fin. Solo que desarrollar esta estrategia, requerirá que la comunicación popular cuente con "AK´s-47" comunicacionales –por aquello de la calidad del portento bélico ruso-, más aún si el accionar de estos se extrapolar a la labor del francotirador, en eso de necesarios disparos certeros dirigidos a la conciencia del pueblo.
De allí que la aprobación este año de la ley de comunicación del poder popular, permitirá que estos proyectiles de conciencia que disparan los MAC lleguen con rapidez, oportuna y certeramente a tan imprescindible blanco que es la conciencia de un pueblo para la continuidad de la revolución bolivariana.
Ya el enemigo lo ha anunciado: vienen con todo contra esta posibilidad. Eso con todo se traduce en recursos del imperio.
Lo que sí parece desprenderse de la experiencia Libia, es que mientras más con más francotiradores y francotiradoras se cuente, la resistencia resistirá mas y podrá, por lo menos, mantener sus posiciones geoestratégicas, e incluso avanzar y derrotar al agresor.
En caso de nuestra particular guerra de resistencia mediática contra el imperialismo norteamericano, la extrapolación no luce tan descabellada. Pero de no poca importancia aún: de estos francotiradores comunicacionales que son los MAC dependerá en ultima instancia y no en poca medida el éxito y la victoria del pueblo venezolano en una eventual guerra de resistencia antiimperialista, donde entonces sí: entrarán en acción nuestros francotiradores y francotiradoras de nuestro glorioso ejército bolivariano.
*Integrante de la Coordinación Nacional del Movimiento Social de Medios Alternativos y Comunitarios (MoMAC).