Entre los costes forjados están las depreciaciones varias, los pagos al trabajador gerencial, contable, de asesoramiento y custodia, los alquileres, o sea, costes todos que la literatura económica burguesa y la marxista identifican como medios de producción, aparte de las materias primas directas e indirectas, cuyas alícuotas materiales y físicas sí recibe el consumidor final. La contabilidad burguesa maneja como capital circulante a esos trabajadores al lado de la materia prima y del resto de los aslaraidos quienes son los verdaderos creadores de la riqueza. Tales medios de producción son constantes, no cambian de valor por cuanto no procesan materias primas, pero han venido sirviendo para la formación de esos falsos costes de producción o costes forjados.
Cuando el capitalista carga esos costes ilícitos al costo de producción, dicha carga es al valor: tanto pagó por ellos y otro tanto debe recuperar de estos cuando los venda envueltos o integrados al precio de la mercancía del caso, porque una cosa es que busque mantener y conservar el capital inicial y su propiedad sobre esos medios de producción, y otra es que se venda a sí mismo con algún sobreprecio. Entonces, si no carga ganancia antes de vender dichos medios, ¿cómo pretende aducir que ellos puedan dárselas?
Algo muy diferente ocurre con el valor del salario. El capitalista carga justo lo que le cuesta la mano de obra en términos integrales: salario básico, horas extras, prestaciones sociales, aguinaldos[2], botas, bragas, agua potable y demás insumos que el trabajador requiere para su normal funcionamiento dentro de la fábrica. Si eso es así, ¿cómo puede vender por encima del costo esa porción de su capital invertido en mano de obra? , ¿las botas?, ¿las revende también con sobrevalor, si no funciona así con los costes ilícitos ni con las materias primas?, ¿o acaso revende todos los medios de producción y el salario a mayor precio, por encima de lo que le cuesta? Pero el valor de esos medios de producción son una constante al alcance de todos los productores con inclusión de sí mismo como comprador de ellos, del pequeño productor y del artesano, y mal podrían estos reconocer un sobrevalor por ese mismo concepto si pudieran compararlo a solas en lugar de hacerlo como parte de otras mercancías.
Estas dudas, aunque razonables, terminan disipando las numerosas contradicciones absurdas que adolece el sistema burgués. En este análisis, por lo menos, no nos queda una razonable sombra de duda para atribuirle al mercado la verdadera fuente de la ganancia, y sólo podremos ubicarla en que, al revés de que el capitalista hace con los costes forjados, el excedente de trabajo impago, de valor o plusvalor que le deja e la mano de obra y cuyas alícuotas sí se integran en valor y físicamente a las mercancías finales, a ese excedente, decimos, no la contabiliza, pero termina vendiéndolas y entonces infiere y hace ver que es el mercado donde está la fuente buscada.
De esa manera se esconde el verdadero valor del salario, es decir, se oculta de que este valor es un coste negado de producción, porque no se le imputa la plusvalía, mientras los cargos por aquellos medios de producción son simples costes forjados.
[1] Estos costes forjados son cargos ilícitos que aplica la contabilidad burguesa, como si los consumidores finales e intermedios de las mercancías recibieran alguna alícuota de valor contenido en los bienes consumidos (según las tasas de depreciación involucradas) durante su proceso de producción. Hemos venido denunciando que se trata de cargos indebidos, habida cuenta de que tales costes son imprescindibles para el fabricante, ya que si no incurre en estas inversiones no podría explotar jugosamente a sus asalariados. Esto es tan así, que si un trabajador perdiera una mano durante su trabajo, y el capitalista se la repusiera por con una prótesis, probablemente cargaría el precio de esta a sus gastos de producción, mismos que trasladaría al precio de venta, pero no hay duda de que el trabajador no podría laborar sin manos ni por su valor como manos naturales mal podría el comprador pagar precio alguno además del valor salarial correspondiente. Es más, la propiedad privada que ostenta el capitalista sobre estos medios de producción, básicos para que se lleve a cabo el proceso productivo, aparte de las materias primas, es lo que el propio burgués argumenta como justificativo de la ganancia obtenida con sus participación en dicho proceso, y si el consumidor los compra fraccionadamente en cada unidad mercantil, resultaría lógico que el capitalista habría vendido dicha propiedad privada. Dignamos que tales medios de producción son considerados fuentes de ganancia, al punto de que entran en el cálculo de la tasa de ganancia, del capital inicial. De manera que tales costes no pueden ser cargados a la precio de las mercancías finales, y sólo deben recuperarse por descuento de la ganancia que el fabricante logre cuando venda el valor impago del trabajo aportado por dichos asalariados. Adicionalmente, cuando estemos claros sobre la venta forjada que de esa manera ha hecho el capitalista de toda su propiedad privada, podremos entender que cuando algún movimiento revolucionario opte por “expropiarlos” en masa, ningún capitalista habrá perdido un céntimo con ello.
[2] Los tradicionales aguinaldos son pagos salariales retenidos durante el año, habida cuenta de que son destinados por el trabajador para llenar su cesta básica con bienes duraderos que no tiene porqué comprarlos cada semana, y por tal razón el patrono tampoco se los adelanta. Salarios retenidos por los que no paga ni reconoce interés alguno. De paso, esos aguinaldos los recupera indebidamente el comerciante cuando recarga los precios durante la época decembrina.
[i] http://www.sadelas-sadelas.blogspot.com marmac@cantv.net