La avalancha de los acontecimientos por venir hace pensar que sólo con una mirada milenaria podremos soportar y resistir el desenlace cruel que manifiesta el fin del modo capitalista. La barbarie se apodera de la cabeza del sector más conservador y recalcitrante del ala guerrerista del Imperio. En el momento más esquizofrénico, subversivo y confuso del sistema capitalista-mundo, el centro (ese que hace referencia a las categorías centro-periferia) estalla, dice nuestro amigo Immanuel Wallerstein, y cada día la presión lleva a una asociación de delincuentes internacionales a abatirse con el mundo entero para saquear, robar y matar mujeres y niños. El imperio balbucea en su despedida, salen gusanos pestilentes de un cuerpo muerto, o ya sin órganos, como diría el maestro Deleuze, su propia sociedad esculpida a plomo y sin razón vomita sus heces con fuego, aterrando a niños y mujeres, el plomo de la guerra, de la violencia, de su sombra medieval, abraza todo lo que él representa.
Nuestra sobrevivencia vive en esa mirada milenaria puesta en los ojos de la resistencia histórica de los pueblos, nuestros pueblos originarios que han luchado y luchan permanentemente contra aquellos que intentaron exterminarlo con virus, gripas y cualquier cantidad de enfermedades físicas y mentales, violentas y pavorosas, con las que nos “modernizaron” los medievales; preguntémoselo a Herrera Luque, y pensemos en los resultados de su investigación sobre la violencia en Venezuela. Y veamos por qué aún hoy seguimos aquí, diciéndoles NO, con fuerza, a su estúpida violencia.
Esa mirada milenaria anclada en nuestra resistencia indígena tiene una carga histórica que vuelve a verse reflejada en Miranda; Bolívar, Sucre, Zamora y muchos otros más. La revolución Bolivariana, la primera Revolución del siglo XXI, encabezada por nuestro hermano el Comandante Hugo Chávez, quien concatena las fibras más profundas de un pueblo amable y amoroso con su destino heroico y libertario, intercontinental, que apoya esta fuerza milenaria que hoy recorre las calles del mundo y que quiere hacer suya la libertad y la democracia que tanto desvirtúan los actuales líderes de este occidente bárbaro que va contra miles de pueblos, multitudes, ciudadanos, tribus, comunidades.
Por eso celebramos con fuerza que la Revolución Bolivariana, en su mirada milenaria, tome el testigo de la vanguardia revolucionaria en el mundo, decretando una ley de inquilinatos que recoge luchas de al menos 300 años de historia del proletariado urbano, y que contiene de suyo uno de los problemas principales derivados de la barbarie intelectual que ha significado las prácticas especulativas y financieras del capitalismo.
La lucha por el hábitat, la lucha por la tierra, la lucha por un lugar en el mundo ha sido -como diría Marx- la lucha de toda la historia de la humanidad. Entonces la Revolución Bolivariana al jugar fuera de tiempo, a través de diversos colectivos sociales y organizaciones, celebra hoy las medidas adoptadas por esta revolución, que representan un avance en pro de la defensa de los derechos fundamentales de la humanidad.
Conscientes de que se da en su justo tiempo, la respuesta a la lucha que desde 2005 emprendieron colectivos y organizaciones políticos-culturales y que agrupan a inquilinos de todo el país -y lucha que desde el proceso revolucionario de cambio logramos hacer visible para incorporarla en una agenda de debate de la revolución bolivariana- estimula la construcción del sentido milenario del que hablamos, a dónde vamos, quiénes somos y qué queremos. Respuestas que desde una poderosa pedagogía, nuestro camarada Chávez ha impulsado desde su lugar de líder de esta hermosa y potente revolución.
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