“Matemática Moderna” y Neocolonialismo en Venezuela (2/6)

Toda esa actividad de promoción e incentivos para facilitar el transplante de la visión economicista de la educación, manifiesta en la planificación educacional y en el diseño del currículo, requería a su vez de gobiernos que las aceptaran y las implementaran dócilmente. En otras palabras, que asumieran como suyos esos elementos culturales ajenos y que sintieran que tomaban decisiones propias cuando realmente otros las estaban tomado por ellos. En muchos países latinoamericanos se instalaron gobiernos civiles o militares con el apoyo directo o indirecto de los Estados Unidos. En el caso de Venezuela, en la década de 1950 gobernó el dictador General Marcos Pérez Jiménez quien fuera derrocado mediante un golpe de Estado. Poco tiempo después se realizaron elecciones y asumió la presidencia Rómulo Betancourt, de Acción Democrática (AD), aliado de los Estados Unidos. El gobierno de Betancourt fue el primero de una serie de gobiernos apoyados en el Pacto de Punto Fijo subscrito por los principales partidos de derecha. Durante estos gobiernos la persecución política no ceso, más bien se incremento y se inició en Venezuela la práctica de la desaparición de personas. En fin, los gobiernos, civiles o militares, de la mayoría de los países de América Latina eran estrechos colaboradores de las políticas y prácticas propuestas desde Washington para el resto del continente.

Las reformas educativas que llevaron al transplante de la “matemática moderna” a la América Latina fueron parte de un esfuerzo de integración de las Américas dirigido desde Washington en el marco de la lucha contra el comunismo y por el control de los mercados “marginales”. La primera lo enfrentaba directamente contra el bloque de países llamados comunistas o socialistas, principalmente la Unión Soviética, y la segunda contra Europa Occidental. Por tanto, estas reformas educativas no pueden ser caracterizadas como hechos aislados, sino como parte de una estrategia que buscaba el control político y económico de nuestros países. Llevarlas adelante requirió de gobiernos que las asumieran como propias, que no cuestionaran los planes de Washington, y que tuvieran la disposición de instaurar nuevas formas de gobierno. Donde esos gobiernos no existían, eran impuestos por la fuerza o por medio de elecciones en procesos donde participaron activamente agencias gubernamentales y no gubernamentales de los Estados Unidos. La actitud sumisa de esos gobiernos facilitó la constitución del marco jurídico internacional que facilitara la intervención estadounidense en la política local y en el ordenamiento de la vida ciudadana en los países de América Latina.

Situación política y económica de Venezuela

La vida política, económica y cultural de la Venezuela del Siglo XX está marcada por la explotación del petróleo. Dos dictaduras, la del General Gómez (desde 1903 a 1935) y la del General Pérez Jiménez (de 1952 a 1958), y regímenes pseudo-democráticos garantizaron la estabilidad política necesaria para el establecimiento y fortalecimiento de la explotación del petróleo por parte de las grandes empresas petroleras transnacionales. Los Estados Unidos, por medio de las empresas petroleras o por otros medios, influyeron enormemente sobre la política interna y la economía del país. Como veremos más adelante, esta influencia no se limitó en esos ámbitos.

Para Brito Figueroa (1978), en el siglo XX venezolano se destacan dos grandes épocas: la primera de la penetración imperialista y la segunda del neocolonialismo. La segunda época está comprendida desde la cuarta década del siglo XX hasta nuestros días. ¿Qué entendemos por neocolonialismo? Éste es “(...) una etapa más sofisticada del imperialismo: (...) tiene la propiedad de hacer de los países colonizados participantes activos en el mantenimiento de la relación de dependencia” (Britto Gracia y Negrete, s.f., p. 25). En términos de la teoría de las decisiones culturales puede decirse que el neocolonialismo se caracteriza por la toma de decisiones ajenas sobre objetos culturales ajenos y se profundiza el rechazo hacia los objetos culturales propios. La toma de decisiones ajenas se asume como propia y se colabora con el agente cultural ajeno que las toma; además, los objetos culturales ajenos se anhelan como propios. En ese proceso se desarrollan “... formas culturales concretas en función de los intereses de los monopolios norteamericanos cuya fuerza aliena ya hasta la producción intelectual y tiende a configurar una mentalidad que se aleja cada vez más de los específicamente nacional-venezolano y se aproxima a lo metropolitano-norteamericano...” (Brito Figueroa, 1978, p. 710). Los emblemas típicos de la urbanidad, tales como el rascacielos, la autopista, la urbanización y el centro comercial, hacen su aparición en nuestro país como parte del proceso neocolonizador (Almandoz, 2004). Proceso que Alamandoz (2004) califica de “americanización precipitada”. Arturo Uslar pietri (1972) se refiere a esa Venezuela que surge del boom petrolero como una “nación fingida”. Maza Zavala describió esta situación en los términos siguientes,

“(...) Así como hemos dejado, hasta hoy [1975], que intereses extraños siembren lo mejor de nuestro petróleo en otras latitudes, para fines distintos y hasta opuestos a nuestro crecimiento vertebrado y vertical, también nos ha faltado la voluntad, o quizá la aptitud, o la independencia para aprender el petróleo, que es más que dominarlo hacerlo nuestro, conocerlo, realizarlo, integrarlo en la propia vida. Desde luego, hemos importado el petróleo, al exportarlo, y el país se ha escindido entre lo que quiere ser y lo que es, entre la liberación y la enajenación, entre la falsa necesidad y el requerimiento de la conciencia, entre el complejo de la impotencia y el poder de transformación. Este fenómeno dialéctico es lo que se ha calificado como crisis de identidad nacional. En este sentido siempre hemos estado en crisis; pero sin duda alguna la etapa más profunda, más crítica si es admisible la expresión, de esa crisis de nacionalización es la que sufrimos, vinculada al petróleo.” (Maza Zavala, 1979, p. 116)

La época del neocolonialismo se caracteriza, además, por el inicio de una cruzada “democrática” contra el comunismo. Nuestro país se convierte en uno de los centros de la ofensiva contra el comunismo dirigida desde los Estados Unidos. Esta ofensiva era una manifestación de la pugna que se libraba entre Estados Unidos y Europa por el control de los llamados “mercados marginales” (Barraclough, 1980). El triunfo de la revolución cubana, liderizada por Fidel Castro, en 1959 fue el detonante de esa ofensiva. Venezuela hacía pocos años había dejado atrás una dictadura y el nuevo gobierno electo por medio del voto universal secreto esperaba su juramentación. Para los Estados Unidos era vital fortalecer la naciente “democracia” venezolana como una manera de hacerle frente al avance de los movimientos de liberación en América Latina. Sobre todo cuando Acción Democrática (AD), el partido político de derecha más importante para el momento, se había comprometido a construir una Venezuela capitalista con un régimen democrático representativo similar al de los Estados Unidos. Una burguesía industrial recién desarrollada guiaría esa nueva Venezuela (Plaza, s.f.). Los crecientes ingresos provenientes del petróleo, los cuales alcanzaron su mayor nivel para la época en 1957, sirvieron de soporte a la acelerada transformación capitalista. Este proceso de transformación se inicia con la primera dictadura a comienzos del siglo XX y continúa su rumbo con breves interrupciones y se consolida, en lo político, con la firma del llamado Pacto de Punto Fijo. Este Pacto fue suscrito en 1958 por los principales partidos de derecha de aquel momento: AD, COPEI y URD. El último de estos partidos desapareció y los dos primeros tiene una existencia precaria hoy en día.

En 1959, Fidel Castro visitó Caracas y participó en un acto político al que asistieron unas 300.000 personas. Su visita estimuló a grupos de izquierda a organizar la lucha armada en contra del gobierno de AD. A lo anterior le servía de sustrato la seria situación económica que empezó a enfrentar el país en 1960, la cual era en buena parte una consecuencia de la estrecha dependencia de los Estados Unidos. Tanto la agitación política como la situación económica llevaron a los movimientos de izquierda a organizar una guerrilla para enfrentar al gobierno. Los liceos y las universidades fueron centros de la actividad subversiva y escenario de violentas manifestaciones contra la democracia burguesa.

Numerosos profesores y estudiantes fueron víctimas de la persecución política de manos del gobierno de AD. El propio Presidente Rómulo Betancourt declaró públicamente que “... 737 maestros y profesores comunistas y miristas [militantes del partido Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR] han sido erradicados de la educación pública, y el proceso profiláctico no se detendrá en esa cifra ...” (citado en Centro de Reflexión y Planificación Educativa, CERPE, 1979, pp. 24-25). Durante ese gobierno, unos 3.600 maestros y profesores fueron destituidos, trasladados o desmejorados por razones políticas (CERPE, 1979). Además, todo acto de manifestación pública por parte de los estudiantes era reprimido con toda la fuerza del Estado y de grupos paramilitares de AD. Las acciones represivas en contra de estudiantes y profesores contaban con el apoyo de todos los partidos de derecha, en especial del partido socialcristiano COPEI.

En América Latina surgen movimientos revolucionarios y de liberación por todas partes, y algunos llegaron al poder por la fuerza o por la vía electoral. En 1959 triunfa la Revolución Cubana y, en 1961, la invasión a Cuba, apoyada por el Gobierno estadounidense, es derrotada en Playa Girón. En 1968, el General Velasco Alvarado derrocó al gobierno constitucional en Perú. Ese movimiento buscaba construir una nación independiente anti-imperialista, pero sin recurrir al comunismo, es decir, una especie de tercera vía. Una de las primeras acciones de ese gobierno fue la expulsión del país de la empresa estadounidense International Petroleum Company. En 1970, el socialista Salvador Allende gana las elecciones en Chile. Por otro lado, tenemos que la teología de la liberación comenzaba a delinearse y a difundirse por el continente (Camara, 1970, Dussel, 1975). Estos movimientos veían la educación como un aparato ideológico del Estado o como una herramienta para la liberación. En el primer caso se planteaba la lucha contra la educación bajo el control de la clase dominante, y en el segundo se buscaban alternativas pedagógicas que permitieran poner la educación al servicio de la liberación de los pueblos, y por tanto fuera de las manos de las clases dominantes. Esos intentos de llevar a la práctica una educación liberadora eran reprimidos por los gobiernos a lo largo y ancho del continente con el apoyo de los Estados Unidos. Cientos de estudiantes y profesores fueron víctimas de la persecución política.

Volviendo a Venezuela, tenemos que a Betancourt le siguió Raúl Leoni, también de AD, en la Presidencia de la República. Más tarde, a Leoni le sustituye al frente del Gobierno el candidato socialcristiano Rafael Caldera. Una vez en la presidencia, Caldera lanza la política de pacificación que buscaba poner fin a diez años de lucha armada. En paralelo con esa política se reprimía violentamente toda manifestación estudiantil. Uno de los actos de represión más notorios del gobierno socialcristiano en el ámbito de la educación fue el allanamiento, a finales de 1969, de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Las fuerzas militares y policiales tomaron por asalto las instalaciones de la universidad. Una vez allanada la universidad se procedió a cerrarla y a iniciar un proceso de transformación de la misma. Algunos asesores estadounidenses jugaron un papel directo e importante en el rediseño y creación de nuevas carreras en la UCV. Esta “asistencia académica” a un gobierno “democrático” que cerró por la fuerza una de las principales universidades públicas del país era una pequeña muestra del apoyo abierto y directo de los Estados Unidos con que contaron los gobiernos de AD y COPEI.

Las actividades de asistencia técnica y cooperación no se limitaron a la UCV. Varias instituciones estadounidenses, gubernamentales y no-gubernamentales, empezaron a jugar un papel protagónico en diversos aspectos de la vida nacional. Los gobiernos de AD y COPEI permitían que las mismas actuaran con completa libertad en el país. En particular fueron notorios los programas promovidos por la Alianza para el Progreso, cuyas actividades eran parte de la lucha contra el comunismo y los movimientos de liberación en la América Latina. Esta organización era considerada por sectores progresistas como “... una Alianza para frenar el proceso de liberación de los pueblos americanos” (Ché Guevara, 1964, citado en Britto Gracia y Negrete, s.f., p. 25).

La situación económica y política brevemente descrita en los párrafos anteriores nos muestra el marco en que se llevó a cabo la reforma educativa que facilitó el transplante de la “matemática moderna” a Venezuela. Como veremos a continuación, es también en ese contexto que surge la comunidad matemática venezolana.

La comunidad matemática venezolana

La comunidad matemática venezolana es muy joven. Por ejemplo, la formación de matemáticos profesionales se inicia en 1958. Di Prisco y Lara (1984) distinguen dos períodos en el proceso de institucionalización de las matemáticas en Venezuela. El primer período, que se inicia a finales de la década de 1960 y se prolonga hasta finales de los 1970, calificado como romántico, tuvo como idea motor: “es posible entender bien las matemáticas” (Di Prisco y Lara, 1984, p. 268). En el segundo período, que se inicia a comienzos de los años 1980, en la comunidad matemática prevalecía la idea: “podemos producir matemáticas de alto nivel” (Di Prisco y Lara, 1984, p. 268). Es durante el primero de esos dos períodos que se transplanta a nuestro país la “matemática moderna”.

La Escuela de Física y Matemáticas, de la Universidad Central de Venezuela (UCV), abre sus puertas en el año 1958. Este hecho marca el inicio de los estudios matemáticos en nuestro país (Orellana, 1980). Para algunos de los profesores estaba claro que el objetivo de esta escuela era formar investigadores en matemáticas (Di Prisco y Lara, 1984). Es en ella donde se enseña por primera vez en Venezuela materias como Álgebra Lineal, Topología General, Medida e Integral, Análisis Funcional y Geometría Diferencial (Orellana, 1980). Para la enseñanza de estas asignaturas fue necesario recurrir a la contratación de profesores extranjeros, principalmente argentinos, españoles y brasileños. En particular, fueron algunos profesores argentinos, como Ricabarra y Cotlar, los que tuvieron mayor influencia en los inicios de la investigación en matemáticas en Venezuela. En 1962 se graduó la primera promoción de Licenciados en Matemáticas integrada por dos egresados: Mauricio Orellana y Jesús González, como veremos más adelante ambos participaron activamente en la divulgación de la “matemática moderna” en nuestro país y escribieron libros de texto. En 1963 llegan los primeros profesores brasileños al país. Otras escuelas de matemáticas, como la de la Universidad de Oriente, contaban casi exclusivamente con profesores de Estados Unidos e Italia. En esta época, también era notable la escasez de recursos bibliográficos. Las bibliotecas no contaban con revistas académicas especializadas y con muy pocos libros profesionales de matemáticas. Tenemos así que algunos temas de las “matemática moderna” fueron introducidos primero en la educación secundaria antes que en la universidad, sobre este punto volveremos más adelante.

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Julio Mosquera


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