En medio de una crisis moral internacional que desnuda al capitalismo salvaje, corrupto y fracasado, enmarcado en las estrategias electoreras de la oposición en Venezuela, un grupo de damas copia la idea de un ciudadano de nacionalidad francesa y ayudadas por un comercio que lleva por nombre Inside Out, salen de sus casas en Terrazas del Avila, Las Mercedes y Macaracuay, para llevar a sus cachifas a que se llenen con engrudo las manos, pegando en paredes del este caraqueño (después prometen hacerlo en toda Venezuela), fotografías en blanco y negro donde aparecen los rostros de 52 madres de víctimas de homicidio, buscando “sensibilizar a la población…” acerca de la ausencia de uno o varios de sus hijos asesinados. Esta idea disfrazada de “sensibilidad” utiliza como estratagema mencionar los proyectos del gobierno revolucionario para combatir el hampa, pero asegurando que no han sido efectivos, por lo cual terminan sus declaraciones a la prensa descalificando el combate al hampa. Escribo mi opinión al respecto, pues si bien es cierto que nada ni nadie puede sustituir a un hijo o una hija que desgraciadamente haya perdido la vida, las organizadoras de lo que llaman “mujeres por la esperanza”, se apoyan en ideas que quien sabe si serían permitidas por los respectivos gobiernos de Honduras, Guatemala, México y El Salvador, donde no hay administraciones revolucionarias y los asesinatos constituyen una plaga peor que en nuestra tierra venezolana. Las señoras de la iniciativa desde el este caraqueño ignoran cifras de violencia en ciudades latinoamericanas, o en España y Miami, donde el sistema capitalista impulsa todo tipo de delitos aupados principalmente por el consumismo generalizado degradante profusamente publicitado y el consumo de drogas. Sirviéndose de la poca atención que el colectivo venezolano da al análisis político internacional, nos meten gato por liebre y se atreven a mentir afirmando que Venezuela tiene “el índice más grande de homicidios en el continente…”, no les preguntan nada los periodistas ni tampoco las féminas declarantes citan ni por asomo la presunta fuente de la cual extrajeron el “dato” macabro. Sigue la prensa vendiendo la imagen de desasosiego, amargura, miedo a vivir en Venezuela y todo lo que convenga en esta campaña electoral signada por la desesperación oposicionista, debido a que simplemente resultan derrotados en toda circunstancia por la mayoría firme, sólida, fervorosamente revolucionaria y socialista, que vive en un país verdaderamente independiente, con un sostenido ascenso económico, empleo y atención prioritaria a la población, mejor que nunca, pero donde nos toca vivir la herencia de malas mañas capitalistas de 40 años sembrando homicidas, sin atención cuartorepublicana a los sectores mayoritarios de bajos recursos y dentro de una mayor población, un aspecto de la vida que es peor en naciones donde la barbarie homicida ha resultado monstruosa, pero ocultada convenientemente mediante la disimulocracia de sus medios de comunicación, que dan escasa victimización a los sucesos criminales obligados a respetar las reglas de juego de las mal llamadas democracias representativas, cumpliendo órdenes de EE UU. Frente a su fracaso, la oposición venezolana apela a lo que sea esperanzada en volver al redil esclavista del capitalismo explotador, para revivir los tiempos de aquella entrega descarada del petróleo, la privatización de nuestras riquezas básicas y la privatización que pretendían para las más relevantes organizaciones de servicio público, tales como el Seguro Socical, la CANTV, PDVSA, el agua, la educación y pare usted de contar. Asi es como apelan a la desgracia de un grupo de madres, a fin de utilizarlas en el amarillismo mural de las lamentaciones, con un fin que si bien es comprensible por el dolor materno, resulta una forma ofensiva de hacer política, o mejor diremos de hacer politiquería.
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