Sin duda la noticia de la semana la
constituyó el anuncio efectuado por el presidente Hugo Chávez
en torno a los cambios a la Ley del Trabajo Social, instrumento que
contendrá el nuevo régimen de prestaciones sociales.
Al abrigo de “Es justicia”, el
Presidente definió la ley como un “un sistema más justo para
los trabajadores y trabajadoras” con quienes aseguró se mantienen
deudas históricas. Y, ante el peso económico que generará esta necesidad
que calificó de justicia social, propuso lanzar un Petrobono y planteó,
además, la creación de un Fondo de Inversión para las
cuentas de participación que convertirán al trabajador en “protagonista
en los negocios de la Faja."
Felicitamos una medida que una vez
más deslinda y desliga la justicia y la definición de lo justo de
las leyes del mercado.
Curiosamente en ciertos medios de comunicación
social la noticia fue opacada por el plagio de un ciudadano venezolano,
el pelotero grandes ligas, Wilson Ramos, quien mereció la preocupación
del Departamento de Estado.
Curiosamente algunas importantes críticas
surgidas del propio seno del proceso, alertaron sobre una suerte de
privatización de la propiedad de toda la sociedad. Y en
ese sentido advirtieron en torno a un posible retroceso hacia
el capitalismo.
Por nuestra parte nos preocupa, ante
el peso condicionante de las próximas elecciones presidenciales, que
se esté imponiendo gradualmente un liderazgo transaccional. Aquel
cuya esencia es el intercambio que tiene lugar en una atmósfera
de mercado, en la que prevalece la negociación pragmática.
Aquel que está regulado por un conjunto de expectativas mutuas que,
en el contexto actual, definen la relación transaccional entre gobierno
y electorado. Aquel que acude al refuerzo contingente y proporciona
recompensas o promesas de recompensas, como parte de un intercambio
que asegura la consecución de determinados objetivos electorales.
Suerte de presentismo que se distancia
del liderazgo transformacional, visionario e inspirador, motivador
y orientado hacia valores profundos.
De allí nuestra preocupación
inicial. ¿Se estará imponiendo un tipo de justicia transaccional,
propia de una atmósfera de mercado y de negociación electoral?