Lo pertinente a destacar, lo dijo el mismo Chávez. No puso a otro lo dijese. De modo que el usual proceder de acusar a la “derecha endógena”, está invalidado. No hay manera que se pueda, en cosas como estas, fortalecer interiormente creencias, pensando en que el presidente es otra cosa y culpar de lo que se dice o hace a cualquier pendejo.
Por ejemplo, hoy mismo en la mañana, en un programa de televisión, mi respetado, admirado compatriota y ex compañero del MIR, Fernando Soto Rojas, con quien comparto casi todo lo que dice y hace, desde que le he podido evaluar por su actuación pública, habló que frente a posiciones como el foquismo y otras, “surgió la que Chávez representa”. Eso también lo reconozco y comparto. Lo que no me pareció ajustado es que se refiriese a Regis Debrai, el francés que acompañó al Che en la aventura boliviana, como ícono del foquismo, cuando por muchas razones, apenas fue un epígono.
No me pareció justo porque fue como una manera de endosarle la mayor responsabilidad “al más pendejo”. Práctica muy usual entre nosotros. Cuando queremos fungir de críticos y hasta respetables, tomamos a un trompo servidor, que puede llamarse Diosdado Cabello, con perdón del compatriota a quien mucho usan para eso, y le caemos a quiña, por cosas que decidió el presidente. Quizás por aquello de “métete con el cura pero no con la limosna”.
“Perucho, ayudó a Chávez a llegar a la cuadra miraflorina”, y uno creyó que de “vida iba a cambiar”. El ahora presidente, cambió la lucha armada, después de un intenso debate con su gente, por la estrategia que asumió. Si eso ha sido bueno o malo, no es pertinente discutirlo aquí; pero allí están los resultados. Perucho, pareció no haberse dado cuenta de la magnitud del cambio.
La gente de la Farc, por distintas razones, hasta las que uno desconoce, se ha mantenido en la actitud de guerra, aunque la llamemos defensiva. Más que a nosotros, a ellos les corresponde evaluar si eso es lo conveniente, necesario, válido o no.
Lo que sí es cierto, no merece discutirse, por demasiado obvio, es que al manejarse dos formas de lucha diferentes, en espacios vecinales, serán diferentes muchas cosas.
Para el presidente Chávez, instituciones como UNASUR y la próxima a nacer CELAC, son de importancia trascendental. Lo es para él, nuestras táctica, estrategia y futuro. Siendo nuestro presidente, de esto no hay duda aunque algún opositor lo niegue, principal promotor para la creación de esas instituciones, debe ser el primero en cuidar las buenas relaciones con los vecinos, lo que no implica hacer concesiones, sobre todo en asuntos que coliden con la táctica y estrategia.
Muy mal haría el presidente venezolano, en estos momentos de la historia de América Latina, cuando nacen organismos soñados por Bolívar y que de alguna manera representan un cambio en la diplomacia continental, en aparecer promoviendo diatribas y exhibiéndose ante el continente querellado por cosas que pueden resolverse por otras vías.
Justamente, Uribe daría un ojo, en su interés de servir a los gringos, porque Santos y Chávez ahora se caigan a piñazos, aunque sean verbales.
Alguien dirá, porque de eso no va a faltar, que el CELAC no tiene el valor que uno le asigna, porque los gringos buscarán la manera de penetrarle, hasta manipularle e invalidarle. Eso dicen de la “Liga Árabe”. Es más, el Departamento de Estado hasta ahora no ha dicho nada sobre ese parto y hay, entre ellos quien afirma, no constituirá inconveniente alguno para su política. ¡Eso lo veremos!
La bola está en juego y lo cierto es que el sólo nacimiento del CELAC son tres puntos a favor de nosotros. ¡Que corra la bola y juguemos!”; ellos jueguen en sus espacios y nosotros en los nuestros; cuando entremos en conflicto, veremos cómo se bate el cobre.
Perucho, quien no ha querido actualizarse, ¡vaya usted a saber por qué!, prefiere que Chávez se le engorile a Santos, que sería hacer el papel del otro, o lo que es lo mismo, que juegue tal como los gringos y muchos allá en Colombia quieren, para que el CELAC no retoñe. Porque Chávez no hizo lo que Perucho quiere, éste dijo con despecho “adiós luz que te apagaste”.
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