Por habernos hecho abrir los ojos con respecto a hasta dónde puede llegar la derecha recalcitrante en la búsqueda de sus objetivos ideológicos, políticos y económicos. Desviar una marcha de su propia gente hacia una emboscada preparada por ellos mismos –como lo confirmó Otto Neustaldt, de CNN, y lo comprobó Ángel Palacios en su video Puente Llaguno, clave de una masacre- los convierte en una versión caribeña de Pinochet. Congratulations.
Por haber hecho caer las caretas revolucionarias de algunos, y las democráticas de otros, a la hora de la chiquita. La lista es demasiado larga para reproducirla aquí.
Por haber puesto a redactar un decreto golpista a tanto abogado cultor de las formalidades del Estado de Derecho. Con qué cara siguen dando clases en las universidades.
Por haber revelado cuán sincera era la prédica a favor de la descentralización, al atribuir a un dictadorzuelo la potestad de remover a gobernadores de Estado electos por el pueblo. Y su decreto lo suscribió uno de ellos, el zuliano Manuel Rosales.
Por haberle confirmado al pueblo por dónde va la jerarquía eclesiástica y por dónde los cristianos de a pie. Amén.
Por haber desenmascarado, con el silencio informativo de los medios privados y el cierre de VTV, tanta hipocresía reinante dentro y fuera de Venezuela alrededor del tema de la libertad de expresión.
Por habernos permitido saber cuán militaristas pueden ser los dirigentes de la supuesta sociedad civil pacífica y democrática. ¡Qué vivan los generales!
Por muchísimas cosas más, pero sobre todo por haber hecho posible ese hermoso episodio histórico del 13 y 14 de abril de 2002, que no habríamos vivido si usted, señor Carmona, y su combo poderoso no deciden actuar como lo hicieron. El salto cualitativo que esa rebelión cívico-militar significó en la conciencia política de la gente, tanto la de uno como la del otro bando, es el mejor tributo a los venezolanos caídos de un lado y del otro.
Gracias, señor Carmona, pero por favor, dígale a sus jefes y compañeros de causa que no vuelvan a meter al país por un tobogán de irracionalidad, violencia y muerte, como luego del 11-A volvieron a intentar hacer durante el paro patronal-petrolero de diciembre 2002 y enero 2003. Venezuela quiere desarrollarse y superar sus problemas sociales en paz. Con debate y controversia, como es natural, pero sin esos zarpazos como el que usted encabezó. Se lo agradezco.
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