«El lector se extrañará con este título pero es cierto que nuestro pueblo que se encuentra hambriento se alimenta en los barrios con “Perrarina” donde no hay nada que comer por la carestía de todos los artículos de primera necesidad. Allí solo existe hambre, dolor y abandono. En días pasados una mujer que trabaja por días en las casas vino a pedirme una ayuda para una vecina madre de 7 hijos y que el hombre la había abandonado. La madre desesperada de los niños recorrió muchos lugares pidiendo limosnas y fue muy poco lo que consiguió, en una Arepera cerca de Petare le regalaron los sobrados del día anterior, y en una Bodega le dieron un poco de pasta picada y una bolsa con “Perrarina”. La mujer montó una lata con todos estos desperdicios en su rancho donde los niños temblaban y lloraban de hambre y les hizo una sopa para que pudieran comer y dormir tranquilos envueltos en sus miserables harapos».
Más tarde, también en tiempos de la IV República, Earle Herrera en su libro “Caracas 9 mm: Valle de Balas”, [3] después de citar a la autora de este artículo, también contó lo que sabía:
«Hay un hecho que nadie ha querido enfrentar. Decirlo duele y avergüenza. ¡Cállate, por favor, no lo digas!, es la expresión que nos ataja. Pero está allí, como un mordisco: en muchos hogares de nuestro país el sustento básico consiste en alimentos para animales, principalmente perrarina. Es la única forma de que todos los niños coman y la familia pueda sostenerse. El bodeguero la vende y no pregunta; él bien sabe que los perros del barrio, los que cantan su lóbrega canción en la honda tristeza de las noches, no comen perrarina. Pero no pregunta. Vende y cobra en silencio. Y la familia come en silencio. En un silencio que desde aquí abajo se siente y que, de vez en cuando, estalla en las páginas rojas de la prensa. Por ahora estalla así».
Y agrega:
«Me dijeron “no lo digas, no lo escribas”. Me señalaron dos cosas: le impedirán a los pobres comprar este alimento concentrado y es lo único que pueden comprar; no te lo agradecerán. Otra, los comerciantes, ante la demanda, le aumentarán los precios. La primera me hizo vacilar. La segunda no porque los comerciantes saben muy bien negociar con la miseria y no desconocen el destino de sus productos: es su negocio. Y, por lo demás, no escogí el periodismo para ocultar el envilecimiento humano».
Puro racismo y exclusión planificada y ejecutada. Hasta que llegó el Comandante y mandó a parar. El mes pasado, Vanessa Davies entrevistó al presidente del Instituto Nacional de Estadísticas, Elías Eljuri, con relación a la reducción de la pobreza:
V.D.: El Presidente [Chávez] habla de la época en la que niñas y niños tenían que comer perrarina. ¿Ha sido superada?
E.E.: Claro que sí. Ha mejorado la alimentación de los venezolanos. Ha aumentado la ingestión de proteínas. Se incrementó la disponibilidad calórica. Ya no hay familias comiendo perrarina. [4]
[1] “La pobreza en un país que vive como rico”, Fernando Saldivia Najul, Aporrea.org
http://www.aporrea.org/actualidad/a135266.html
http://fernandosaldivia.blogspot.com/2011/12/la-pobreza-en-un-pais-que-vive-como.html
[2] “¡Mata el hambre con comida de perros!”, Alicia Larralde. El Mundo, 23 de julio de 1988, pág. 4.
[3] Caracas 9 mm: Valle de Balas, Earle Herrera. Alfadil Ediciones, 1993, Caracas, págs. 114 y 115.
[4] “Elías Eljuri: La Cepal avala cifras de reducción de pobreza en Venezuela”, Correo del Orinoco, 21 de noviembre de 2011.
Más artículos del autor en:
http://www.fernandosaldivia.blogspot.com