La caridad sin verdad sería ciega; la verdad sin caridad sería como un «clavecín que tintinea».
Benedicto XVI
Un ex nazi en el Vaticano parece anunciar que la Iglesia puede terminar como el Fondo Monetario Internacional: poderosa pero sin gentío. Evito hacer pronósticos históricos porque las cosas humanas son complejas, pero en este caso la complejidad la delimitan hechos simples.
Ratzinger dice que su pasantía por las Juventudes Hitlerianas y el ejército nazi fue algo a lo que se vio obligado. Sería más fácil creerle si su conducta posterior hubiera sido contraria. No inspira credibilidad ser protector del Opus Dei y sucesor de Torquemada en la Santa Inquisición, a lo que nadie lo obligó. Ya no se lleva eso de quemar herejes, por lo cual Leonardo Boff, uno de los pontífices de la Teología de la Liberación, sigue vivo aunque democráticamente Ratzinger lo hizo callar durante un año. Boff ya no es sacerdote y hasta se casó.
La Iglesia es una supervivencia medieval monárquica. Por eso no entiendo por qué la Conferencia Episcopal exige democracia en Venezuela. Pero sí entiendo por qué a Pedro Carmona lo invistieron como a un papa. Y porque no era divorciado como Adán Celis, el candidato de Rosalio Cardenal Castillo Lara. Ese fue el argumento que empuñó José Ignacio Cardenal Velasco contra Celis. El Opus Dei tolera los muertos de Llaguno, pero no un divorcio.
El padre Bruno Renaud, párroco popular de Petare, tuvo que hacer contorsiones para explicar la elección de Benedicto XVI.
Si sigue así, la Iglesia se quedará solo con las clases sociales que pagan colegios religiosos caros. ¿Qué puede encontrar un pobre en esta Iglesia? Afortunadamente no me corresponde responder eso.
En su homilía antes del cónclave, Ratzinger dijo cosas amenazantes y una bella, como la del epígrafe, que revela a un intelectual inquietante. Habló de una fe madura en lugar de una fe «fanciulla», inmadura, que se deje llevar por las «modas» y el «relativismo». ¿Qué propone? ¿El absolutismo? Esa homilía me recuerda ciertas palabras del genial y fascista arquitecto Antonio Gaudí: «El poder no debe discutir; de la discusión no nace la verdad sino el amor propio».
Ojalá todo esto sea solo una falsa alarma para los pueblos oprimidos, las mujeres y los judíos.