¡Que dolor!: no sabía que Domingo León había muerto

Por mera casualidad, sin la cual la historia sería muy mística según Marx, me enteré de la muerte de ese extraordinario revolucionario venezolano: Domingo León. Me visitó un árabe amigo para ver cómo podían ayudarme unos camaradas para enfrentar una enfermedad que me aqueja y trajo consigo unas revistas, entre las cuales vino una titulada “Artedeleer” (Año 2 Nº 5). Leyéndola, quedé realmente sorprendido como si una mudez se hubiese apoderado de mi garganta cuando en la página 38 me encontré con la infausta noticia. El camarada Domingo León había muerto el 12 de mayo de 2011 y a la hora de enterarme de ese muy ingrato y doloroso suceso, justo, fue prácticamente a los ocho meses. Confieso que un intenso dolor me recorrió el cuerpo y el alma. Mucho afecto, cariño y admiración siento por el camarada Domingo León aun cuando ya no esté en vivo en esta tierra.

 El camarada Domingo León, creo que fue en 1963, recibió unos tiros durante una operación económica para la insurgencia. Desde entonces no volvió a caminar y así murió. Justo es reconocer que la Revolución Cubana abrigó en su seno al camarada Domingo León para brindarle humanamente todo su potencial de solidaridad revolucionaria. Muchas veces lo operaron y lo mantuvieron hospitalizado sin que el camarada tuviera que cancelar ni un solo centavo de peso. Vivió años en el hotel Nacional sin que nunca le faltara la solidaridad de la Revolución y, especialmente, del personal cubano que laboraba en ese hotel. Tanto lo querían que en el jardín del hotel había un banco que los empleados, si veían a alguien sentado en él, se le acercaban con mucha educación y respeto y le decían: “Ese es el banco del camarada Domingo León, donde toma el sol de las mañanas y lee periódicos y libros al atardecer”.

 El camarada Domingo León superando escollos dolorosos de su enfermedad y de su impedimento físico para caminar logró graduarse de periodista en la Universidad de la Habana. Conquistó un Premio Casa de Las Américas que no recuerdo en este momento con cuál de sus libros. Fue un estudioso de las realidades –especialmente- de Latinoamérica. Más que poeta y literato fue un revolucionario integral y ejemplar. Fue, siempre, tierno, afable, sensible y comprensivo como son los grandes artistas comprometidos con la mayor riqueza de un ideal: la libertad. El camarada Domingo León fue un ser especial hasta en aquellas condiciones físicas que le negaban desplazarse con sus piernas dormidas o inmovilizadas por efecto de una bala que le daño parte vital de su columna vertebral. Las ciencias y la tecnología no han podido todavía lograr resolver ese dilema de daño en la columna vertebral que controla las extremidades inferiores.

 La Revolución le regaló un apartamento al camarada Domingo León en la Habana del este, pero éste jamás lo aceptó como de su propiedad porque nunca estuvo de acuerdo con el derecho de herencia. Pues, ese apartamento debe ser actualmente propiedad de la Revolución. Cuando el camarada Domingo León ocupó ese apartamento, los vecinos le hicieron una rampla para que se desplazara en su silla de ruedas sin necesidad de ayuda de otros humanos. Todos los cubanos y las cubanas que conocieron al camarada Domingo León lo quisieron con ese amor y esa ternura que llevan por dentro las más profundas raíces de la solidaridad revolucionaria, esa que pone por encima de todas las cosas la esencia del humanismo comunista.

Siempre que tuve la oportunidad de pisar suelo cubano visité al camarada Domingo León. El se movía de un lado a otro sobre la silla de ruedas y no aceptaba que nadie.le hiciera lo que él mismo podía hacer y cuando las cosas se le dificultaban no se daba por vencido hasta que lograba la satisfacción de conquistar un sueño que antes no había podido hacer realidad. Siempre interrogaba a sus visitantes sobre las realidades de su país de origen: Venezuela. Muchos años habían pasado sin él poder venir a encontrarse con esos amigos, camaradas y lugares que les fueron comunes antes de viajar a Cuba para recibir tratamiento médico. En más de una oportunidad llegó a plantearme que hiciera diligencias para que lo trajeran a Venezuela aunque fuese por unos días. Recurrí a varias personas, pero nunca se pudo concretar una posibilidad real para su aspiración personal. Posteriormente, ya siendo Presidente del gobierno el camarada Chávez, lograron traerlo a Venezuela. No sé en cuántas oportunidades lo trajeron a Venezuela desde entonces, pero la revista “ArtedeLeer” informa que murió en Caracas el 12 de mayo de 2011. Me imagino, sólo me lo imagino, que si le hubieran preguntado al camarada Domingo León escoger un lugar para cerrar sus ojos y dormir el sueño eterno de los muertos, se hubiese decidido por Caracas a la cual siempre recordó por muchas razones de los sentimientos humanos.

Muchos venezolanos y muchas venezolanas ejercieron solidaridad con el camarada Domingo León cuando, especialmente, visitaban la isla del Titán de Bronce y de Fidel pero también del Che y de grandes combatientes revolucionarios. Cuba era, en las últimas décadas del siglo XX, la expresión más acabada del internacionalismo revolucionario. Lo prueba, entre tantos hechos, toda la atención que concentró en la salud y la vida de nuestro querido e inolvidable camarada Domingo León.

De seguro, uno pecaría al ponerse a citar nombres de camaradas que fueron solidarios con Domingo León dejando por fuera a los que, por una razón u otra, no puedan ser recordados a la hora de escribir sobre la vida y obra del camarada ya fallecido. Sin embargo, hay algunos que es imprescindible señalarlos porque representaron mucho para el corazón y el alma del camarada Domingo León. Me refiero a los camaradas Edmundo Aráis, Alirio Liscano y, especialmente, la camarada Lídice Navas, quien fue una especie de faro de luz para buscarle siempre solución a las inquietudes del camarada Domingo León. Eso lo aprecié con mis propios ojos y con mis propios oídos estando visitándolo en el hotel Nacional y allí se encontraba esa incansable y extraordinaria mujer revolucionaria e internacionalista Lídice Navas quien, conociendo el dolor pero al mismo tiempo siendo solidaria y comprensiva con el ideal que ha pregonado toda su vida, compartió con su esposo y sus hijos el internacionalismo revolucionario perdiendo en combate al primero y uno de los segundos en la lucha revolucionaria del pueblo salvadoreño por conquistar el poder político bajo las banderas del FLNFM. Ellos tres pudieran, mejor que muchos de los que le conocimos y lo visitamos en Cuba, escribir o hablar sobre nuestro inolvidable y querido camarada de siempre: Domigo León.

No encuentro más cosas que decir escribiéndolas. De verdad, me duele demasiado no solo la muerte del camarada Domingo León sino, especialmente, enterarme que estuvo en Caracas y no saberlo, porque de saberlo –y valga la redundacia- cualquier esfuerzo hubiese hecho para visitarlo. Sin embargo, aunque ya él nunca se enterará, lo sigo queriendo y lo sigo admirando por siempre. Por eso, sin conocerla, felicito a Gleidy Bedoya por el poema que le escribió en la revista “ArtedeLeer” (Año 2 Nº 5).



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Freddy Yépez


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