Ensayemos. Tendríamos que pensar que es posible una red de relaciones donde se permita el encuentro del discurso de la multitud y lo mediático subsumido en ella. Pero aclaremos, hablamos de lo mediático como dispositivo de los múltiples rostros de la multitud y de ésta mediáticamente hablando desde un discurso no mediático.
Así podría intentarse la difícil construcción de lo mediático como un agenciamiento colectivo de enunciación que rompe con el mito de la opinión pública como régimen consustancial a la mediática. Provocar, entonces, una torsión que supone otro dispositivo y otro modo de producción de subjetividad, además de otros lugares para hacer práctica de lo político como colectivo, como momento del devenir múltiple del pueblo. Por esto, repensar los mass media implica un ejercicio ético-político, un plan de consistencia que dé cuenta de sus máquinas abstractas, que resitúe sus estrategias y libere a la política y la subjetividad de la lógica massmediática conservadora tanto pública como privada.
Asimismo, supone inscribir los medios en otra lógica de reconocimiento de la ciudadanía radicalizada y reconstituida desde una ruptura con el pensamiento totalitario sobre la comunidad. Y hacer lugar a una ciudadanía que se niega a ser reducida, para poder retexturizar y replegar la mediática hacia lo cotidiano, hacia la proliferación de formas mediáticas que sean, en sí mismas, espacios de reinvención de una comunidad política otra.
De lo que se trata, entonces, es de hacernos cargo del papel de los mass media en la construcción de una subjetividad distinta, liberada de la opinión pública consustancial a la noción de sociedad civil, a la que C. Marx en su novena tesis sobre Feuerbach, calificó como: «…un grupo, un fragmento aislado de la burguesía que pretende representar a la sociedad entera». En todo caso, lo que queremos decir se acerca a otro nosotros que, sobre la base del reconocimiento del otro y de lo otro, dirime democráticamente sus diferencias en la tensión del conflicto.
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