Pensando a días de tu partida, obituarios y recuerdos con el dolor de tu epitafio de Blindado Caballero le escribo estas trémulas palabras que no dejan ser otra expresión que no sea desgarro e impotencia.
En este tembloroso tiempo empezó tu viaje sin partida, con palabras llanas descifradas de penumbras. Juicios solos de Códigos heridos. Anda, viaja a un cielo deshabitado, rojizo y lesionado por el amo que aún respira. El supremo de tres clavos, desorientado llamó a tu partida, ahora escucha en su silencio creyendo que se ha equivocado. Sigue oyéndonos al decirte que tu ausencia me ha dolido y permíteme nunca despedirme para sentirte en la deferencia de lo injusto.
En pasillos con puertas sin abrir, viendo tus dedos temblorosos con respiros quejones, podría decirte todo, ahora que has salido, mientras con ojos sorprendidos y cejas que aún rebotan, serian escasas mis palabras para acompañar tu ida.
Tu ausencia beneficia a los que aún con armas de olvido, apuntan a la bruma que se desplaza en estrategia, son los mismos que recordarán con crucifijo los tiempos de tu ausencia. Gigante de libros, husmeador de la traición, capaz en reconocer lo mas indilgado a quien aún no posee su voz.
Si un camino enseñaste a recorrer fueron las vías que señalaste para no volver a perder, aunque preferiste andar con víctimas, los sin voto, los sudados, los de a pie. Nunca procuraste descansar pues hacían falta más palabras, verbos y oraciones reclamados por los ausentes.
Memorias tenues con bizantinas aves que aún graznan su lamento suave, sería difícil pedirles que se callen para que atendieras más palabras. Tu ausencia pone en peligro a tus desprotegidos. Atentos los de arriba escucharán tu llegada y te invitarán a jugar.
Retoza gigante andarín de tez noble soleada, ríe compasivo aliado de quienes te siguieron en ayunas, socorros, gritos, juicios y esperanzas. Juega Blindado Caballero. Anda, vamos que aún no duermes…
Miguel A. Jaimes N.
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