El fin de la indignante opresión

Despues de las Guerras de Independencias de los países Latinoamericanos, a principios del siglo XIX, Estados Unidos ha venido acumulando más de medio centenar de intervenciones armadas contra América Latina y el Caribe, es así como le arrebata a Méjico más de la mitad de su territorio y patrocina guerras internas entre naciones Latinoamericanas y del Caribe mientras instala en ellas más de 150 bases militares. En el actual siglo XXI América Latina mantiene un contingente militar, propio, de un millón doscientos mil efectivos, mientras Estados Unidos tiene en América Latina millón y medio de efectivos militares mercenarios. El gasto militar Latinoamericano no llega a los 40.000 millones de dólares al año, el de Estados Unidos supera los 500.000 millones; siendo por ello  la mayor potencia armamentista del mundo. Es por tanto Estados Unidos el principal elemento que atenta contra la seguridad y defensa regional de América Latina y el Caribe. De manera tal que para asegurar la defensa de la región se precisa: Declarar a América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Presionar colectivamente para el retiro de las bases militares estadounidense en sus territorios. Exigir el cese de los sobrevuelos por naves militares foráneas. Excluir flotas militares extrañas a la región en nuestros mares territoriales. Denunciar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR,  y sustituirlo por pactos mutuos de no agresión. Crear milicias populares. Formular doctrinas y planes propios de guerra popular de resistencia, guerra asimétrica y conflicto de baja intensidad. Crear industrias propias de implementos defensivos. Desmantelar el narcotráfico clausurando las vías de transferencia a Estados Unidos y Europa por ser ellos sus principales financistas y consumidores en el mundo entero.

Los países que conformen la CELAC deben disponer de equipos para la comunicación y la integración en la mitad del Continente Americano. Proteger la libertad de culto y sus valores de creencia en  los numerosos cultos indígenas, ya que nunca en Latino América y el Caribe ha habido conflictos religiosos significativos. A esta preponderante unidad de valores éticos corresponde también  la comunicación idiomática. La mayoría de los países de América del Sur, América Central y Méjico, en América del Norte, hablan castellano, aunque en ellos también se hablan numerosas lenguas indígenas. En Brasil se habla portugués, lengua romance muy afín al castellano. En la región del Caribe en algunas pequeñas islas se habla inglés, francés y holandés así como lenguas nuevas surgidas de la fusión de idiomas, tales como el creole, el papiamento y el garifuna. El castellano y portugués son lenguas romances muy parecidas, por lo que en medio continente están dadas las condiciones para una comunicación excepcional por intermedio de nuestra lengua. Para reforzar esta integración cultural, que es la más segura base en  lo social, económico y político, es preciso revisar y divulgar nuestra historia mancomunada, liberalizar y fomentar la circulación de bienes culturales entre nuestras repúblicas, rescatar, preservar y enaltecer nuestro patrimonio cultural, desarrollar políticas para eliminar definitivamente el analfabetismo, asegurar la gratuidad de la enseñanza en todos sus niveles, instaurar sistemas masivos de educación a distancia y normas integrales de validación y reválida de estudios, rescindir todos los acuerdos y tratados mediante los cuales Estados Unidos y Europa ejercen influencia o control sobre los contenidos y métodos de nuestros sistemas educativos y de investigación y orientar la investigación académica y científica hacia nuestros problemas regionales, proteger la música, la cinematografía, la televisión producidas en la región, crear una red de agencias informativas regionales, sancionar rigurosas normas de responsabilidad social para los medios de comunicación, multiplicar emisoras libres alternativas y de servicio público con alcance continental, y  crear Institutos de Estudios Latinoamericanos y del Caribe.

Los intentos de unidad de América Latina y el Caribe se remontan por lo menos a cuando se desarrollaban los procesos de independencia de estos países. Todos los grandes próceres independentistas formularon proyectos de unidad Latinoamericana o de formación de grandes unidades geopolíticas, siendo Simón Bolívar quien creó la Gran Colombia, unidad de naciones que fue destruida por ambiciones personales y la intervención perversa y descarada de Estados Unidos. Pero ahora es seguro que esta unidad de naciones si se establecerá y si se consolidará con el nombre de la CELAC.

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José M. Ameliach N.


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