Pareciera que lamentablemente, la salud del Presidente Chávez es la salud del proceso revolucionario, cosa que he insistido reiteradamente, como un error garrafal. Para que se me entienda bien, me permito exponer mi percepción personal sobre el asunto y luego posteriormente abordar el análisis más crudo de la realidad.
Nadie puede negar el tremendo amor que un sector mayoritario de la población de Venezuela le tiene al Presidente Chávez. Este amor viene originado por diversas causas, desde las más personales e íntimas de quien decide “amar a Chávez” como a un líder, hasta las causas más políticas, sociales o económicas. El amor a Chávez puede ser originado desde lo más material y concreto como desde lo más sublime y elevado, así como también, el odio contra él recorre todo este espectro de causas y sensaciones en una minoría del país.
Chávez implica, gústele o no a quien lee, una forma de liderazgo de masas inédita en la política venezolana, con una capacidad de representar a la venezolanidad en su máxima expresión (tanto en sus coherencias culturales como en sus contradicciones inciertas) y por ello se escribe, se reflexiona o se piensa tanto sobre él. Incluso los que lo odian, muchas veces invierten más tiempo en él que quienes lo queremos, apreciamos o amamos.
Y esto, así como es una gran virtud, de manera descontrolada es un problema para un proyecto que pretende ser trascendente: el socialismo bolivariano. El proceso revolucionario, socialista y chavista, producto de la pasión que se genera por su líder ha llegado a utilizar una frase, que en pleno buen estado de salud del Presidente, cobraba y adornaba un sentido de lealtad inexorable: “Con Chávez todo, sin Chávez nada”, ya que se sentía imposible el hecho de que su liderazgo no comandara directamente el proceso revolucionario con su vitalidad y capacidad indetenible, es exactamente lo mismo que pasó con “Patria, socialismo o muerte, venceremos”.
Sin embargo, hoy es digno replantearse no sólo esta consigna, sino, reflexionar de manera más conciente y menos apasionada la situación de liderazgo, de dependencia y de adulancia en la que se recurre dentro del proceso revolucionario, y que, sin negar el amor que puede existir para con quien ha estado dando la vida por su país, y puede ser considerado “el principio” de la revolución bolivariana y socialista en Venezuela, sería una contradicción en si misma afirmar que con él finaliza todo, o como dice la consigna “sin Chávez nada”.
Sobre la situación de salud del Presidente, es evidente que ha habido un abuso en el esfuerzo de recuperarse rápidamente, y en la irresponsabilidad que se ejerció sobre su aparente mejoría, pero garrafal error sería suponen que esta recuperación será más rápida y basar todo el accionar de la continuidad del proceso revolucionario y socialista en un sólo escenario como éste; “deseos no empreñan”.
Más allá de la pasión y amor al Comandante, creo importante exigir a las bases del proceso revolucionario una profunda reflexión sobre el futuro del socialismo incipiente en nuestro país, en lo irresponsable que seríamos nosotros mismo en poner en riesgo todos los avances sociales y políticos que gracias a la conducción del Presidente Chávez se han logrado, y lo que pondríamos en juego basados en el exceso de dependencia en su liderazgo.
Por otra parte, también creo importante reflexionar sobre la adulancia, repitiendo, como lo he hecho en anteriores oportunidades en esta misma columna: “El que adula no respeta, y el que respeta no adula”, una cosa es el pueblo dando expresiones de amor a su líder, y otra son funcionarios o “líderes políticos” que de cada 100 palabras 80 son para elogiar al presidente y 20 son para hablar de gestión; invirtamos la fórmula y el pueblo y la revolución lo agradecerá.
El Presidente Chávez no es un Dios, ni un SemiDios, el mismo ha utilizado estas palabras para advertir sobre la necesidad de reflexionar en torno al futuro de la revolución, debemos recordar que él en octubre del año pasado, reflexionó sobre la necesidad de corregir su modelo de liderazgo directivo (a través de VTV en la entrevista de Ernesto Villegas), pero poco ha hecho el PSUV, el GPP y el conjunto de las organizaciones que lo acompañan en función de ofrecer reales alternativas a lo que él mismo ha diagnosticado como un problema, y creo que esto ha sido producto del temor a tener iniciativas propias ante la conducción del Presidente Chávez; una cosa es la lealtad y otra la sumisión.
Para que no queden dudas, no pongo en cuestionamiento el hecho de que el Presidente Chávez sea el candidato y futuro ganador de las elecciones del 7O, lo que me pregunto es ¿a cuesta de qué?, ¿de su propia vida?, ¿necesitamos a un Chávez mártir o a un líder que termine de conducir el proceso revolucionario para su trascendencia?, ¿acaso terminaremos dándole la razón a los opositores que afirman que este es un proyecto personalista?, ¿acaso no es el socialismo bolivariano un proyecto trascendente?, ¿reconoceremos que después de 13 años la revolución no ha parido líderes que garanticen la continuidad de la revolución por diversas vías?
Sólo la “Unión” vs. La “Unidad” garantizará el éxito el 7O, pero aún más importante que las elecciones, la prudencia y el respeto por si mismo en cuanto a la salud del Presidente Chávez, la organización de liderazgos emergente, y la despersonalización, horizontalización y ampliación del proceso revolucionario garantizará la trascendencia del Socialismo Bolivariano. “Irreverencia en la discusión, lealtad en la acción”.
@NicmerEvans