Las emancipaciones y revoluciones de los pueblos son serios movimientos sociales que rompen la trama de la explotación del hombre por el hombre. Todo movimiento independentista aspira ser también revolucionario. La independencia es la ruptura definitiva con el explotador internacional, en cambio la revolución es la supresión de un orden político impuesto por explotadores nacionales y sus aliados extranjeros. La Conquista de América fue el mayor proceso de colonización y rapiña de la Historia, de las riquezas que con violencia y muertes de nuestros aborígenes se robaron los conquistadores españoles de América, (en el Archivo de Indias consta que solamente entre los años 1503 al 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda, España, 185 mil Kgs. de oro y 16 millones Kgs. de plata provenientes de América), España pudo mantener su hegemonía en Europa durante más de dos siglos. Hagamos aquí un aparte y por favor deténgase el lector por un momento para pensar y sacar la cuenta del robo gigantesco que se le hizo a la América. Imagínese usted la cantidad de miles de millones de dólares, quizá billones, lo que significó el robo tan descarado que España le hizo a nuestra América, éste extendiéndose desde Méjico hasta Cabo de Hornos en Chile.
Sin embargo, la Independencia de América fue el primer y mayor proceso de descolonización del mundo. El segundo gran proceso de descolonización se cumplió en el siglo XX con la masiva emancipación política y en parte revolucionaria de algunos países de Asia, África y Europa. El tercer gran proceso emancipador y revolucionario de la Historia está arrancando ahora y éstos abarcan al mundo entero. En esos tres grandes procesos liberadores concurren las mismas condiciones: Debilitamiento de potencias imperiales por pérdida de hegemonía o pugnas entre ellas. Forzada imposición de mecanismos o prácticas económicas especulativas. Preservación o creación dentro de los países de culturas con alto grado de disonancia autóctonas. Masivas movilizaciones de clases o sectores sociales populares de los pueblos sometidos en contra de la explotación y en defensa de sus creencias y costumbres culturales. Todas y cada una de dichas condiciones se intensifican en el mundo contemporáneo porque las potencias imperiales pierden hegemonía por el colapso del capitalismo debido a las deudas públicas impagables, por la negación de todas las conquistas sociales de sus ciudadanos, por el crecimiento de la inflación, por el incremento de los impuestos y motorización de la economía mediante una producción armamentista que desemboca en cruentas guerras. Y la imposición de elementos de la modernidad por las potencias hegemónicas a países del Tercer Mundo derivan en una modernización deforme, signada por dependencias económicas, intercambios desiguales, destrucción ecológica y depauperación masiva de poblaciones a las cuales se destruyeron sus medios tradicionales de vida sin ofrecerles inserción segura ni remunerativa en el decadente sistema capitalista.
Los llamados pueblos en desarrollo, a pesar de la penetración cultural, preserva y crea elementos culturales que evitan que la inmensa mayoría de la población del globo se identifique con los valores y códigos de la modernización imperial. Los pueblos sometidos protagonizan hoy la más amplia movilización que haya ocurrido en la Historia en contra de la explotación y en defensa de sus culturas. Así, la mayoría de los países de América Latina y el Caribe han optado democráticamente por gobiernos progresistas. El mundo islámico es un hervidero de movimientos contra las imposiciones imperiales y los gobiernos sumisos hacia ellas y las potencias emergentes muestran claras señales de independencia con respecto al G-7. Pero incluso en países del bloque hegemónico como España, Francia, Inglaterra, Italia, Portugal, y otros más, irrumpen multitudinarias movilizaciones sociales contra políticas que arrojan la totalidad del peso del colapso financiero sobre los trabajadores; al tiempo que en Estados Unidos surgen graves indicios de intranquilidad social. Como si no faltaran otros detonantes para esta vertiginosa situación, se presenta una crisis alimentaria disparada por el cambio climático, y la especulación financiera de los monopolios agrícolas crece con la elevación en el precio de los alimentos básicos y colocando a la humanidad entre la espada y la pared. Gran parte de los movimientos revolucionarios en el mundo entero estallaron por la escasez de alimentos, y la que ocurre hoy tiene carácter global. El sistema capitalista colapsa y sólo la Revolución mundial para cambiar ese sistema evitará el gran desastre social-económico-político en el planeta.
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