Pero,
si a Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontai y Kathy Duncker,
debemos la concreción de esas luchas; no es menos cierto que otras
mujeres, en distintas latitudes y situaciones épocales, también hicieron
grandes aportaciones a la lucha por la dignificación de la mujer; de
tal manera que es obligante recordar a la francesa Olimpia de Gouges
(1748-1793), quien al estallar la revolución francesa, pone en práctica
sus dotes de oradora y escritora, redactando panfletos y pronunciando
discursos a favor de la libertad, el divorcio, el reconocimiento de
los derechos para la descendencia ilegítima, y la igualdad de derechos
para la mujer; señalando además, que la exclusión de las mujeres
de los derechos políticos traía como consecuencia la corrupción de
los sistemas de gobierno; a ella le debemos, parafraseando el gran documento
programático de la revolución, aquello de que:
La mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos y que “la Ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y los Ciudadanos deben contribuir, `personalmente o por
Medio
de sus representantes, a su formación. (Montauban,
1748-París, 1793)
Planteamientos
feministas no compartidos por los líderes revolucionarios (ni siquiera
por los más radicales); que ameritó ser catalogada como una enemiga
de la revolución, durante la época del terror, por lo que fue encarcelada
y guillotinada en 1793.
Por
supuesto, que tampoco podemos olvidar a Flore Celestine Therése Henriette
Tristán Moscoso Laisney, mejor conocida como
“Flora Tristán” (1803-1844), escritora y activista parisina
que trabajo, desde muy niña, como obrera, y luchó, a lo largo de los
años, por los derechos de las mujeres y los obreros; se opuso a la
esclavitud, al oscurecimiento religioso y a la pena de muerte; sensibilidad
que se arraigo al vivenciar las situaciones cruentas de la guerra civil,
donde pudo palpar la gran diferencia entre las distintas clases sociales
y el trato diferenciado para los que menos tienen, lo cual será significativo
para su futuro, convirtiéndola en la defensora declarada de los derechos
y libertades de la clase obrera y de la mujer. Flora, esa mujer emancipada,
libre, revolucionaria, activa, que invadía los dominios tradicionalmente
considerados como exclusivos del hombre, escribe obras de gran calidad
humana, como: La Emancipación de la Mujer (1842), a ella, también
le debemos la consideración siguiente:
(…)
En nombre de vuestro propio interés, hombres, en nombre de vuestra
mejora, la vuestra, hombres; en fin, en nombre del bienestar universal
de todos y de todas os comprometo a reclamar los derechos para la mujer.
Evidentemente las luchas fueron incontables, y las señaladas son sólo un microscópico ejemplo de ese trajinar libertario por emancipar a la mujer. Sin embargo fue Clara Zetkin, incansable militante comunista, una de las primeras impulsoras de la organización de mujeres a nivel internacional; quien en 1907 impulsa la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, y en 1910, con ese discurso efervescente que le caracterizaba, durante la Conferencia de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague, propone la resolución que convirtió, un año más tarde (1911), al 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, en homenaje a las 129 trabajadoras de la fábrica Sirtwood Cotton de Nueva York, que murieron carbonizadas en su interior, cuando discutían sobre reivindicaciones laborales, un salario digno y la reducción de la jornada de trabajo a 10 horas, incendio que provocó su patrono como respuesta a esa pacífica huelga.
Pero
además, es una conmemoración que se consolida, como respuesta al
accionar que se hace aleccionador,
gracias a la milenaria lucha de mujeres como Clara Zetkin, Rosa
Luxemburgo, Alejandra Kollontai, Kathy Duncker, y tantas otras que le
antecedieron. Un hecho trascendente, sin lugar a dudas, pues no sólo
fue producto de milenarias luchas; sino que además, fue forjándose
a través de arduas discusiones, conferencias, innumerables escritos,
huelgas, y un accionar constante y beligerante, e incluso de la vida
de mujeres sensibles, humanistas, y revolucionarias de todas las épocas.
Un accionar que debe continuar, pues la filosa “hoja” de quienes
siempre han querido el oscurantismo, está allí al acecho, buscando
retrogradar, recordemos a Clara Zetkin al señalar que
Las
masas de mujeres que trabajan deben ser movilizados para estas peleas.
No hay trabajo en el Partido, no hay lucha del movimiento en cualquier
país en el que las mujeres no lo consideramos como nuestro primer deber
de participar. (Organising
Working Women Organización de Mujeres Trabajadoras.1922)
También
recordemos a Rosa Luxemburgo, cuando nos señala que “La Historia
es el único maestro infalible, y la revolución la mejor escuela para
el proletariado”. Entonces hagámosle combativo, no ofendamos esas
tantas luchas, y la sangre derramada, con la celebración de un 8 de
marzo declarativo e insulso; nadie discute que hemos avanzado, pero
tampoco podemos obviar que existen momentos históricos de muy poco
avance, y eso es terrible; pero más aberrante, son esos históricos
retrocesos. Es necesario la crítica y la autocrítica, para que podamos
evaluar esos momentos, corregirlos y seguir avanzando y conmemorar un
combativo 8 DE MARZO COMO EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER.
(*)Dra.
Una
Comunista
ibarraelena@gmail.com