“La juventud pacífica no tolerará más divisiones sociales. La paz, la libertad y la democracia son parte de lo que nos une como a una sola persona. La juventud construirá una nación desarrollada y poderosa. Debemos separarnos del miedo y ser valientes, pacíficos y valientes al mismo tiempo. Recorreremos miles de kilómetros con entusiasmo y barreremos todo aquello que nos oprime”. ¿Es un discurso del candidato opositor? No, es Adolf Hitler en el documental de 1934, El Triunfo de la Voluntad (Gergítellt Im Augtrage Des Fuhrers), de Lini Riefenstahi. ¿Era Hitler un cínico? No, un fanático convencido. Su sentido común, fundado desde una perspectiva idealista y monista, lo lleva a negar la contradicción como atributo fundamental de la sustancia, reduciendo el predicado al sujeto. No se trata entonces de que los fascistas están mintiendo, es que su posición de clase es un obstáculo que les obliga a construir su lectura de la realidad desde una perspectiva idealista dogmática, reduciendo lo que no comprende o no comparte, a su paradoja. Actúan como el cretense Epiménides, quien pone en cuestión la verdad encerrada en un enunciado, reduciéndolo al absurdo: “Todos los cretenses son mentirosos”, dice. Entonces, si esto es verdad, también es mentira, porque al ser cretense está mintiendo. B. Rusell en Principia Matemática calificaba a estos problemas como Aporías, es decir, asuntos sin solución posible, incapaces de reflexionar sobre sí mismos y de objetos patafísicos, o sea, más allá de la metafísica. Cuando la fórmula gramatical no concuerda con la fórmula lógica, entonces “lo real es lo no verdadero”, diría Adorno. Vimos a Carmona liquidando las instituciones y las garantías constitucionales, mientras se reprimía ferozmente al pueblo en las calles. En Miraflores, un público ensoberbecido gritaba “¡Democracia! El fascismo siempre habla de paz y reconciliación, entendiendo que se trata de sumisión, resignación y subordinación. Porque el problema entre el significado y la verdad es que la verdad es un significado. De manera que, como en una novela de Orwell, el ministerio del amor promueve el odio y el de la paz la guerra, porque su verdad es mentira y viceversa, otra tensión, otra paradoja hecha de anti-frases, despropósitos grotescos que pretenden convencer a las capas medias. Basta la película Vidas Cruzadas (Las Domésticas), para observar cómo actúa el fascismo desde la microfísica de la vida cotidiana. Al reconciliar verdadero y falso anulan toda contradicción y borran los referentes simbólicos del sentido creando un orden discursivo totalitario que es el fin de la argumentación y del diálogo. Toda exterioridad es violencia amenazante que hay que pacificar como sea, para hacer coincidir verdad y realidad reduciéndola a cualquier costo. Así actúa El Imperio en Libia, Irak o Afganistán, siempre llevando la paz. Así harán aquí, de hacerse con la victoria, aplicando la política de “Paz Democrática” de Uribe: La amenaza eterna de la guerra en nombre de la paz. En ellos no hay incoherencia, B. Stoker dirá en Drácula, “los poseídos viven un mundo alucinado en donde su locura no carece de método”. Parece que la derecha ya comenzó a ensayar “laboratorios de paz” con la criminalización de los distintos grupos y colectivos que construyen porvenir en la parroquia 23 de Enero y con el montaje mediático de un “falso positivo” informativo en la frontera, al descalificar a la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora (BoliChe). Esta matriz pretende crear fricciones al interior de la Fuerza Armada Bolivariana, con la intención de halarla a la derecha. Quieren mostrar a los sectores más conscientes y radicales del chavismo como ingobernables y violentos para justificar la “paz y seguridad” que tanto pregona el candidato de la derecha.
juanbarretoc@gmail.com