¿Qué deben hacer?

Alcaldes y concejales

   La zamurada alborotada está. Por doquier hay cadáveres y pese al hedor a carroña, el ambiente se está haciendo soportable. Uno se acostumbra a todo. Las ánimas deambulan por las calles de este Estado entre el Orinoco y el Mar Caribe; y se les ve tocar con insistencia  puertas que en vida pasada, se les abrían con ansiedad y alegría. En la iglesia, las campanas suenan con pesado compás de llamado de difuntos. Sacerdotes piadosos recorren las calles, desde la mañana hasta el declinar del sol, para impartir bendiciones y perdones en cuanto caso su generosidad y resistencia moral se los permite. Y cada día regresan con las bolsas repletas y no por carencia de solicitudes.

           Quienes aún mantienen la vida en vilo; una vida convencional y burocrática, nada  necesaria y útil, andan esquivos. Se les ve solos, en  rincones poco frecuentados y esquinas en noches sin luna y bajo faroles de luces mortecinas. Se reúnen en catacumbas y entre grises.

           De estos últimos sobrevivientes; náufragos de un bajel que hizo aguas por la impericia y los imperdonables pecados de quienes marcaban el rumbo y diseñaban las tareas de viaje, están alcaldes y concejales; por lo menos casi todos. De norte a sur, este y oeste, como bobos, hablando con señas indescifrables, cubiertos los rostros y matando piojos imaginarios, en las orillas de las carreteras, en los baños públicos, pero sin usuarios por falta de asepsia, caminan de aquí para allá, sin que la gente les identifique. Nada se espera de ellos porque nada saben qué hacer.

         Y en las casas y calles la basura se acumula. La carroña que las últimas batallas dejaron esparcida por allí ha incrementado la insalubridad que ya se había acumulado por la gestión de aquellos vivos-muertos. Los huecos en las calles- ahora uno le ve la utilidad- son tan grandes que pueden servir como fosas colectivas; pero cuando se fueron formando y creciendo paulatina e insistentemente, los alcaldes y los concejales, bien "pagaos", para decirlo como en una canción andaluza, si los vieron, nunca llegaron a reconocerlos y aceptarlos como suyos.

         Y tan poco hicieron en su vida pasada, antes que Venezuela se desbordase en deseos de cambio, en época de virreyes, que ya uno se venía preguntando  ¿para qué servirán?, ¿Sabrán qué hacer? ¿Estarán a la altura de las angustias colectivas o sólo se procuran un acomodo?  

         Ahora, cuando el pueblo se ha vuelto una ladilla, que reclama porque “el iluminado”, “mesías”, o mejor porque es la verdad verdadera, “el arañero” le enseñó e incita a hacerlo, concejales y alcaldes, se comportan como momias sin siquiera expresión gestual.

          Parodiando  el viejo son cubano que interroga ¿de dónde son los cantantes?, uno podría preguntar,  ¿donde c... están los alcaldes, los concejales? ¿Para qué sirven y a quién? ¿Y después de esta hecatombe, este carnaval de mortajas, tenemos que seguir con esos muertos encima?

            Aunque por allí anden escoteros, tratando de pasar desapercibidos, yendo de aquí para allá, haciendo signos cabalísticos que nadie les entiende; pero nada útil, son en fin de cuentas, unos vivos muertos o "todo lo contrario". ¡Paz a sus restos! Pero primero deben entregar las cuentas. 

damas.eligio@gmail.com



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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