Venezuela: modernidad y progreso

Durante los años 1811 y 1864 la clase dominante venezolana diseñó su Proyecto Nacional. Cincuenta y tres largos años, dedicados a la discusión sobre el modelo de Estado a establecer y los objetivos a alcanzar.

La Constitución de 1864 será el resultado de dicho proceso. Esta habrá de convertirse en el marco jurídico-político del Proyecto Nacional a través del cual, la clase dominante, impondrá su dominio al resto de la sociedad.

Se iniciaba una nueva fase del proceso sociohistórico venezolano, inscrita en el marco de la modernidad occidental capitalista, caracterizada por la asunción de los principios y prácticas de dicha modernidad de manera ortodoxa. Convirtiéndonos en simples imitadores de los mismos, suplantando, de tal manera, los patrones existentes de nuestra herencia cultural. A partir de entonces, se inició el atrofiamiento de la formación social venezolana, dejamos de ser lo que éramos para querer ser lo que no somos.

El Proyecto Nacional, ideado por la clase dominante, tiene que ser concebido como un proyecto ideológico, a través del cual esta se propuso la organización y funcionamiento de la sociedad venezolana, de acuerdo a sus intereses de clase.

Para lograrlo ha utilizado los más variados mecanismos e instrumentos. En el relacionamiento externo, se planteó alcanzar su adscripción al sistema capitalista internacional, bajo relaciones de dependencia y sumisión. En lo interno, la utilización maniquea del sentimiento patrio y libertario, presentando el proceso independentista como un logro suyo, estableciendo una suerte de sinonimia entre “independencia y libertad, entre independencia e igualdad y entre independencia y progreso”, le permitió colocar la independencia como “un fin en sí mismo”, lo cual le sirvió para justificar las promesas insatisfechas, el crecimiento de las desigualdades sociales, la carencia de libertad, la regresión económica; el establecimiento de la hacienda de plantación, como unidad económica base para la estructuración de la Venezuela agroexportadora, generadora de una alta concentración de la propiedad de la tierra y el surgimiento del caudillismo regional; la colocación del Estado Liberal y sus instituciones, a su servicio; la manera autárquica como se apropio de la renta petrolera, negándole al pueblo su usufructo, siendo esta una riqueza nacional; la utilización de los partidos políticos como instrumentos a su servicio y a los líderes, como simples peones de sus intereses; la conducta delicuescente como se dirigió al país sobre todo a partir de los años setenta, la corrupción administrativa, el endeudamiento externo, la devaluación del bolívar, la inexistencia de una política fiscal efectiva, el pactismo y la concertación como base de la estructuración del régimen partidocrático establecido, el individualismo, el particularismo, el egocentrismo, el efectismo, el facilismo, la relación con el dirigente, el compadrazgo, el compañerismo, eso que ha sido llamado como “familismo amoral criollo”, fueron –entre otros- mecanismos e instrumentos utilizados por la clase dominante.

Como puede verse, en su afán por el control absoluto de la sociedad venezolana, la clase dominante no solo ha manipulado nuestro pasado histórico sino que, a lo largo del período que va entre 1864 y 1999, le “vendió” la idea, le hizo creer al pueblo venezolano que su proyecto de clase era el proyecto de toda la nación, hizo creer que la Nación era igual al Estado Liberal, se presentó como una clase novedosa, progresista y desarrollista; pretendió eximirse de su responsabilidad en el establecimiento de una sociedad discriminadora y explotadora.

Para lograr tal objetivo se valió del pensamiento positivista. La utilización tendenciosa que hizo de algunos de sus postulados teóricos, le sirvió para justificar su actuación: orden y progreso, el nuevo ideal nacional, progreso y desarrollo, son ideales que sirvieron para justificar las dictaduras gomecista y perezjimenista y, los cuarenta años del puntofijismo.

Capriles Radonski, candidato de la clase dominante de hoy, que en nada se diferencia de la del pasado, con su propuesta de “progreso y futuro”, creé que se la “está comiendo”, nada novedoso hay en ella. Aunque parezca mentira, recientemente dijo algo cierto: “a la revolución le vamos a quitar la R”. La R, de la Redención del venezolano como ser humano; la R, de la reconstrucción de Venezuela, sin injusticias sociales; la R, del Redimensionamiento de la economía nacional; la R, de Respeto a nuestra soberanía. La evolución que nos propone es INVOLUCIÓN.


Profesor ULA
npinedaprada@gmail.com


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Nelson Pineda Prada

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.

 npinedaprada@gmail.com

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