A 10 años del golpe de estado… la lucha por el Poder continúa… (I)

Aquellas jornadas transcurrieron en medio del más descomunal caos, ese que caracteriza las situaciones de alta convulsión social.

La contrarrevolución cipaya se lanzó violenta y decididamente a reconquistar el poder político que se veía inexorablemente amenazado con la promulgación de 47 leyes habilitantes. Dentro de las mismas, había tres que arrinconaban directamente a los sectores hasta entonces hegemónicos de la vieja oligarquía criolla: la ley de hidrocarburos, la ley de pesca y la emblemática ley de tierras. Su promulgación encendió la chispa de la conspiración.

El Imperio y sus lacayos internos, midieron por fin en consciencia, que el Presidente Hugo Chávez no era el instrumento para construir un nuevo consenso político del modelo de acumulación y distribución del capital, que ellos pretendían legitimar como nueva fórmula al viejo y desgastado “Pacto de Punto Fijo”. Esa era en definitiva la apuesta que había vendido el senil Miquelena y el grupo económico que pretendía batir palmas tras bastidores. Ellos habían entendido muy bien, que el viejo modelo de la dominación capitalista, no sólo se había agotado desde finales de la década de los ´70, sino que, requería de una maniobra estratégica que comprendiera una amplia gama de reformas para legitimar una “nueva arquitectura” del Poder político que oxigenara y revitalizara la acumulación y reproducción del capital bajo la hegemonía de una fracción burguesa emergente. Desde el 27 de febrero de 1989 las alertas sonaban “fuerte y claro” en el cuartel general de la vieja oligarquía.

Una vez más, los eternos “operadores” de la política criolla saltaron al ruedo. Miquelena se hizo “todopoderoso”, se ungió asimismo como el director de la orquesta que habría de salvar al capitalismo en Venezuela, “humanizando” sus formas en un contexto en el cual aún respiraba fuerte el “consenso de Washington”. Hugo Chávez era para ellos, un joven inexperto y de buenas intenciones. Creían posible tirar de las cuerdas del poder y conducir así, sus movimientos sin mayores riesgos. En caso de providencia acumularon fuertes posiciones en la Asamblea Nacional, en el Tribunal Supremo de Justicia, afirmándose al mismo tiempo, en la estructura formal del Movimiento “V República” y desde la fortaleza que representaba el Ministerio del Interior. La alianza estratégica con Tobías Carrero consolidaba posiciones en el ámbito financiero y comunicacional.

En diciembre del año 2001 se produce la ruptura definitiva de Luis Miquelena (lo que ello representaba) con el Presidente Hugo Chávez, cuando este no acepta ser chantajeado y confirma que las leyes habilitantes son un compromiso no sólo ético con el Pueblo Pobre venezolano, sino que, anuncian la necesaria “radicalización” de las medidas económicas y políticas que han de venir.

Miquelena, aquél que pregonaba que su amistad con Chávez “era a prueba de misiles”, sale del gabinete directamente a instalarse en el comando de la sedición en curso.

La burguesía cipaya se sentía victoriosa, siempre ha subestimado al pueblo pobre. Para ellos Hugo Chávez no era más que un triste accidente fruto de los “excesos” del pasado que habría de revertirse cuanto antes y por los medios que fuere necesario. La conspiración se acelera y las agencias de inteligencia norteamericanas afinan sus planes y asesorías para lograr el éxito del único camino inmediato: el golpe de estado.

Es mucho lo que los EEUU saben de esa materia. Llevan más de un siglo aplicándola a lo largo y ancho del planeta, y esta vez, no victimizarían a Hugo Chávez convirtiéndolo en otro Salvador Allende, el Presidente mártir. Se fraguó así, un diseño que si bien, tenía los clásicos componentes de la conspiración contrarrevolucionaria, como el sabotaje económico y financiero, serían las operaciones psicológicas las que cobrarían especial relevancia. Es el campo de la “guerra vitual” el que se determinaría como el principal. Serían entonces, los medios de comunicación privados y finalmente el montaje de “los francotiradores” los que ayudarían a otorgarle“legitimidad” al derrocamiento del gobierno popular. La fuerza de “masas” se estableció desde los reductos pudientes, aquellos bastiones burgueses envenenados de un furioso “anticomunismo” mezclado con el odio racial y clasista que ha caracterizado a estos sectores desde su emergencia como clase social.

La planificación contrarrevolucionaria se cumplió a cabalidad y la entonces dirección del proceso bolivariano resultó sorprendida táctica y estratégicamente. El enemigo logró desorganizar la conducción en nuestras filas de manera aplastante. Pero sucedió algo que no estaba previsto y en el momento crucial, que impidió a la contrarrevolución explotar el éxito. Ese algo, se conformó a partir de dos situaciones que se desarrollaron en paralelo y que al coincidir en el tiempo y espacio, permitieron la contraofensiva popular y la derrota del golpe de estado.

Un primer y determinante elemento, estuvo signado por la falta de “unidad de acción” en las filas enemigas. Los diferentes sectores y facciones una vez creyeron resuelta la situación a su favor, pujaron por imponerse a toda costa. Es así, como la “designación” de Carmona Estanga representó un “putch” dirigido por la burguesía transnacionalizada, que pretendió aprovechar la situación para redirigir los esfuerzos estratégicos en función de la refundación económico neoliberal, ello requería como condición indispensable, un gobierno autoritario que controlara y reprimiera al movimiento popular. Este “putch”, caotizó esta vez las filas de la contrarrevolución. Los partidos políticos tradicionales se sintieron fuera del reparto, cayendo en el desánimo y la pasividad. En las filas castrenses involucradas en el golpe de estado, el temor a verse asociados a una dictadura“tipo Cono Sur” asustó a parte de sus integrantes, haciéndolos vacilar, perdiendo estos el ímpetu necesario para haber asegurado el éxito. Se fracturó la FAN de punta a rabo. La mayor parte de la oficialidad no quería a Hugo Chávez, pero tampoco estaba dispuesta a lanzarse en una aventura que las pondría históricamente de espaldas a su pueblo.

El segundo elemento determinante fue la claridad y valentía del pueblo pobre venezolano. Apenas percibió las fracturas de un Golpe que no terminaba de cuajar, se lanzó a las calles. Los momentos iniciales de la asonada fueron claves para ello. El que los militares se hubiesen quedado en el interior de los cuarteles, que no hubiese blindados y tropas en las calles, que no hubiera ruidosos sobrevuelos de aviones o helicópteros de combate, denotaba que al interior de las filas castrenses la situación no estaba resuelta. La represión quedó en manos de las policías, que como siempre había sido en la historia de los pobres, de los habitantes de barrios y pueblos el eterno gendarme de sus sueños.

La masividad, la energía popular se crecieron y se lanzaron a la contra ofensiva. Pueblo Pobre consciente y articulado no por una vanguardia, ni por partidos políticos, sino por, la identidad construida en torno a su Comandante-Presidente, en torno a un discurso y una narrativa que se hizo millones de mujeres y hombres dignos. Chávez se creció en esos duros días de combate popular. Se hizo estrategia y programa de los pobres, se hizo perspectiva histórica de la liberación social y nacional. Fue en el transcurso de esos días de lucha, que Hugo Chávez fue haciéndose Comandante en Jefe, fue haciéndose uno solo con su Pueblo y este comprendió a cabalidad la talla, la dimensión de su liderazgo.

Abril del 2002 fue una escuela, fue una experiencia inédita en este trajinar por la liberación y la construcción de la patria socialista. De abril salimos fortalecidos en lo social, en lo ideológico e inclusive en lo militar, sobre todo en la decisión de la tropa clasista y de los mandos patriotas, de avanzar a una nueva lógica cívico-militar.

Sin embargo, a diez años de la derrota del golpe de estado, el problema del poder no se ha resuelto. La vieja lucha de clases sigue su curso, y vemos claramente cómo se agudiza a medida que avanza la nueva coyuntura electoral.

Las elecciones presidenciales pautadas para el 7 de Octubre próximos se desarrollan en un marco internacional extremadamente peligroso y explosivo. Los EEUU carecen de tiempo, no pueden seguir esperando que el desgaste tumbe al gobierno del Comandante Hugo Chávez. Es su propia crisis, la que les obliga a acelerar sus planes de recolonización en Nuestra América, y Venezuela Bolivariana juega en la región un papel determinante.

La batalla de octubre es decisiva y definitoria, y así lo entiende claramente la contrarrevolución. Es por eso, que apela a una estrategia profundamente desestabilizadora y lo hace desde sus posiciones de fuerza, el campo mediático y el de las operaciones psicológicas. A diferencia de Abril del 2002, la burguesía no logra movilizar a sus masas, y parte de los objetivos de su campaña, busca potenciar la irrupción de segmentos sociales que le den fuerza en la calle. Por otro lado esperan neutralizar la capacidad movilizadora del chavismo.

No nos podemos llamar a engaño. La contrarrevolución está jugando formalmente en el espacio democrático-electoral, pero al mismo tiempo, se mueve decididamente por los filos de la legalidad. La mano conspiradora y sediciosa se percibe por doquier. En este sentido, no hay nada de casual, en que Capriles Radonsnki ni su comando de campaña se pronuncien por la aceptación sin condiciones de los resultados electorales en 7 de Octubre. Ponen desde ya una sombra de duda en cuanto a la legitimidad de los mismos. Es decir, la desestabilización se extiende en el tiempo.

Seria al menos ingenuo dar por sentado que la contrarrevolución participará efectivamente en las elecciones del 7 de Octubre, dependerá en gran medida, de la evaluación de los costos políticos de su probable derrota electoral. La recuperación plena de la salud del Comandante en Jefe será seguramente el elemento decisivo en la toma de la decisión.

En el campo popular, bolivariano y revolucionario también “se cuecen habas”. Todos estamos expectantes de cómo evoluciona el cuadro médico del Presidente Hugo Chávez. Sentimos todos, que hoy la principal amenaza a la Revolución bolivariana lo representa “el cáncer”.

En cuanto la coyuntura electoral se asoman variadas percepciones en torno al escenario y en cómo enfrentar el cuadro que se va configurando.

Algunos compañeros sostienen que es desde la “institucionalización de la revolución” que el proyecto presenta mayor grado de fortaleza y cohesión. Que es desde la superestructura, que debe articularse la política, ubicando al chavismo popular como fuerza esencialmente de movilización político-electoral.

Nosotros pensamos que el centro de gravedad de la política revolucionaria debe situarse desde los trabajadores y el pueblo pobre. Que los tiempos por venir requerirán de un sólido y potente movimiento popular. Que es la lucha directa (reivindicativa y política) de los movimientos y frentes sociales la que nos educa en el arte revolucionario, la que permite elevar los grados de consciencia y organización. Sin duda, que nuestra estrategia debe ser global y que las posiciones que ostenta la revolución en el Estado y el gobierno, son determinantes para volcar la correlación de fuerzas a favor de la Revolución bolivariana.

Esta coyuntura presenta condiciones favorables para la irrupción de la confluencia revolucionaria del chavismo desde sus bases populares. Existe un proceso de maduración en las filas revolucionarias que se ha visto apurado por los riesgos que entraña la situación de salud del Comandante en Jefe, y entendemos, que si bien la punta de lanza en lo táctico impone derrotar a la contrarrevolución en el espacio democrático-electoral, se generarán condiciones para avanzar en la radicalización democrática de la revolución bolivariana. La lucha en contra de los “cinco molinos” (reformismo, burocratismo, ineficiencia, ineficacia y corrupción) debe extenderse en contenido a los rasgos que la profundización de la revolución exigirá, sobre todo, en los planos económico-productivo y político-institucional.

La nueva correlación de fuerzas que emergerá en esta coyuntura, nos debe permitir dar pasos efectivos en la ruptura de piezas fundamentales del andamiaje estructural del viejo estado liberal-burgués. El Poder Popular irrumpiendo en aras de hacerse Estado Comunal debe ser el eje de la acumulación y construcción de fuerzas revolucionarias. Arrinconar históricamente a la burguesía el planteamiento estratégico.

Todo este proceso requiere elevar sustancialmente el protagonismo popular. Este no aparecerá por arte de magia ni por delegación suprema. Es tarea de los revolucionarios y revolucionarias hacer de instrumentos como el GPP (Gran Polo Patriótico) un espacio de articulación político-orgánico del movimiento popular bolivariano. Es en este sentido, que la audacia debe recobrar su cualidad intrínseca de los revolucionarios. La audacia y la decisión deben comprometer al campo popular, bolivariano y revolucionario a retomar sus fueros. Son tiempos que nos exigen asumir responsabilidades individuales y colectivas, tiempos que cobran caro la pasividad y la inercia.

Construir una nueva lógica en las filas propias es el desafío. Lógica que debe imponer el compromiso de marchar en la vanguardia, con lealtad, pasión, irreverencia y disciplina. Lógica, razón y emociones de los Pobres, por asumir las riendas de la construcción del destino propio, que es el destino de la construcción nacional socialista.



montesacrobz@gmail.com


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Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora


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