Según sentencia de Mao Tse-Tung, “la ausencia de un firme núcleo dentro de las fuerzas revolucionarias lleva la revolución al fracaso”. Esto es tan cierto como también que -sin unos objetivos concretos- no puede haber dirección política. Ambas situaciones están imbricadas. Una determina la otra y no pueden excluirse bajo ningún argumento. Por ello, ninguna revolución socialista podría consolidarse dependiendo sólo del azar, de la improvisación o, sencillamente, del carisma de alguno de sus líderes. Son los revolucionarios, forjados en el crisol de las luchas populares y dotados con una sólida formación ideológica, quienes determinan el avance revolucionario. De ahí que resulte trascendental profundizar respecto a cuáles son las bases ideológicas que definen -en uno u otro sentido- la orientación de la revolución que se impulsa. Si éstas no existen, es una deficiencia que podría ser aprovechada exitosamente por la contrarrevolución. Hace falta, por tanto, que cada revolucionario se convierta en un generador de políticas revolucionarias, estén o no ellas enmarcadas o esbozadas en las leyes vigentes, o sean permitidas por la dirigencia partidista y/o las estructuras del Estado.
Así, muchas de las conquistas revolucionarias podrían concretarse en un corto tiempo si sus defensores plasmaran en la realidad gran parte del caudal teórico que manejan, constatando lo hecho con lo que se ha dejado de hacer en función de la construcción del poder popular. De esta forma se ayudaría a establecer espacios en los cuales los sectores populares promuevan, refuercen y protagonicen la acción cotidiana de la democracia directa en la cimentación del socialismo revolucionario. Esto supone desarrollar un arduo trabajo por parte de la vanguardia revolucionaria, suponiendo que ésta se halle compenetrada en cuerpo y alma con los postulados emancipatorios que enarbola, y entendiendo -además- que la misma está constituida por combatientes “perspicaces en lo político, competentes en el trabajo, impregnados de espíritu de sacrificio, capaces de resolver independientemente los problemas, indoblegables ante las dificultades y fieles en su servicio a la nación”, como bien lo apuntara Mao en otra ocasión.
La revolución socialista no puede limitarse, por consiguiente, a la obtención de algunos éxitos esporádicos y unos fragmentos de la verdad. Aun con errores, contradicciones e indefiniciones, la revolución tiene que estar en correspondencia plena con las aspiraciones e historia de luchas del pueblo; todo lo cual es posible si se mantiene en constante combate contra todo aquello que atente su vigencia, continuidad y principios. Esto implica ampliar la visión de lo que representa, en verdad, una revolución de contenido popular. Hace falta entender que dicha revolución persigue, en una última instancia, la humanización de los oprimidos, lo cual significa, en resumidas cuentas, subvertir el orden establecido, justamente lo que tanto temen y rechazan las clases dominantes.-
*Maestro ambulante.
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