La aún joven señora, quien tenía veintiuno cuando la Guerra de Las Malvinas, y ostenta según la nota periodística, dos títulos universitarios, “Psicólogo Social y Filósofa”, dijo aquéllo muerta de risa. Estado de ánimo constante, por lo que uno no sabe si hablaba en serio o estaba de jodienda con periodista y lectores.
-“¿Es familia del candidato?
-“Bueno”, comenzó a hablar, tras un pozo de risa, “somos ascendientes del mismo médico aventurero que aquí llegó.”
La dama llamada Colette, estudió en Francia y es profesora de la Universidad Simón Bolívar, lo que unido al apellido, le abultan el curriculum. Lo único dudoso en el perfil es que no parece tomarse nada en serio, todo lo hace una guachafita.
-“Cúando y por qué dejó de ser de izquierda?”
La pregunta apareció de manera inesperada, como quien intenta decorar algo, dado el carácter de la entrevistada. Eso uno no se lo esperaba y pareció como tras un intenso agitar de bambalinas.
Rió, “no a calzón quitao”, como las marginales, pero si convulsivamente.
Mientras leíamos su respuesta y recordábamos que estudió en Francia, descendiente de aquel médico “aventurero”, tronco común mesiánico que vino en el siglo XVIII a dejarnos la semilla, se concluye como poco probable que haya sido financiada por una beca “Ayacucho”, aún cuando ellos solían acaparar esos recursos.
-“La Guerra de las Malvinas, en la cual vi a la izquierda apoyando a un dictador y no a Inglaterra, me abrió los ojos.”
Estos personajes, como el “Gato” Briceño, cambian, por un fogonazo, orgasmo explosivo, tsunami. No se da en ellos como un proceso histórico, paulatino sino de golpe. Como si uno, buscando en la basura, ¡eureka!, apareció la piedra filosofal. O por una vaina que entra con violencia y por la misma sale ¡Se desorbitan los ojos, como a Capriles!
Es decir, aquella joven en Francia se pasó a la derecha porque no defendimos a Inglaterra, la que califica “presunto imperialista”, mientras agredía a Argentina, sino a un dictador. Lo que implica, según el acomodaticio proceder de una joven, validado ahora por una adulta de avanzada, que aquella vez no apoyamos la soberanía argentina, que ahora enarbola Cristina Fernández, demócrata a carta caabal, sino a los gorilas. Y ese proceder nuestro, de la izquierda de entonces, perseguida y acosada, hizo que ella se fuese a la derecha, con los gorilas británicos.
-“O sea, soy lo que soy, gente con Capriles, porque la izquierda no apoyó a Inglaterra y continúo pensando que esas islas deben seguir siendo británicas.”
Pese sus credenciaales académicas, en medio de un ataque de risa, ingenuamente expone debilidad o falsedad de sus razones. Está donde le corresponde, sin dar explicaciones.
Le incomoda eso que llama “la histeria venezolana, volcada hacia afuera que no piensa en sí misma.”
¡Cómo se pierden esos reales gastados en docentes de pensar arrendado, tan oscuro, senil y nefasto!
¡Al carajo Bolívar, Sucre y todos aquellos qué piensan como latinoamericanos!
Según Colette, debieron, como ella, sólo pensar en sí mismos; así “la vida es más sabrosa”.
Y Colette se cagaba dee la risa mientras decía todo aquello. ¡Nada de histeria! ¡Sólo pensar en sí mismo! Es una auténtica Capriles.
Olvidaron ella y el periodista, que en Venezuela, adecos, copeyanos, gobierno de Luis Herrera, es decir, la derecha y todo el mundo, menos la embajada gringa, apoyaron, como se dice en un lugar común, “cual un sólo hombre”, la causa argentina. Hasta los nacidos allá y aquí exiliados, perseguidos por la dictadura. La televisión toda se encadenó para apoyar las fuerzas hermanas en el discurso y recolectar fondos.
Para Colette, eso de la soberanía es histeria de mal gusto.
Allá en Europa, la joven Colette, presuntamente de aquella izquierda francesa que nos desilusionó, ya muerto Sartre, la limpia conciencia parisién, de súbito cambió de banda y, con el tiempo, acá aterrizó en la MUD. Un orgasmo brutal ypoco fecundo le sacó del carril.
*Comentario por entrevista en El Tiempo, lunes 21-05-12.
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