Entre escaleras invasoras a Embajadas, plan vacacional voluntario en la Asamblea Nacional, despliegue violento contra periodistas de medios estatales, apretones de mano y poses para fotos con el “falso positivo” de la hermana Colombia, entre muchas otras burradas del día, los ahora miembros de la autodenominada Mesa de la Unidad Democrática se tropiezan, de nuevo, con la misma piedra: elecciones presidenciales que están (por mucho) fuera de su alcance.
Está claro que a quien se enfrentan una y otra vez -el Comandante Chávez- es un líder que los deja a todos ellos -una y otra vez- fuera de ranking. Confieso que no quisiera estar en los zapatos del Comando Venezuela, porque hay que verle el tamaño al desafío que asumen sin chance alguno. Ellos creen (y en este punto siento cierta lástima por su redundante analfabetismo político) que con cualquier monigote que coloquen frente a un micrófono tienen esperanza de volver al poder.
Siento pena por ellos. Siento pena por su corta memoria. Siento pena por su empecinada incapacidad de comprender que deben convencer a un pueblo ya plenamente convencido, incorruptible ideológicamente, invencible desde lo emotivo, con una profunda conciencia patria. El Comando Venezuela se niega a comprender que deben tratar de convencer a un pueblo absolutamente humanista, un pueblo de valores, un pueblo reivindicador de nuestra cultura, un pueblo orgulloso de nuestro país, un pueblo que ofrece su vida para defender lo que tanto le ha costado construir.
Este es un pueblo imbatible. Un pueblo que de la mano con su líder es capaz de superar cualquier obstáculo de cualquier tipo. Es un pueblo que de la mano con su líder ha superado golpes de Estado, paros petroleros, catástrofes naturales, derrumbe de las economías mundiales, dictaduras mediáticas y ahora se enfrenta a la batalla más grande de todas y de la que también saldrán victoriosos: la batalla por la vida. El lazo emocional que une al pueblo con su líder es tan fuerte que ni la sombra de la enfermedad, por muy delicada que sea, puede separarlos.
Y siento pena por el Comando Venezuela, la autodenominada Mesa de la Unidad Democrática y cada uno de los hazmerreíres que conforman el chiripero de la ultraderecha venezolana.
El hecho de que Henrique Capriles Radonski (que de candidato pasó a pre-candidato) y su combo de chacoteros no terminen de comprender que su lucha no es contra Hugo Chávez o contra el Partido Socialista Unido de Venezuela, sino contra un sentimiento patrio que embarga las almas de millones de venezolanos y las almas de miles de millones de hermanos y hermanas de los pueblos oprimidos por el látigo imperialista; me provoca una especie de pena. Sí, pena ajena. Como cuando ves al último borrachito de la fiesta pataleando porque no se quiere ir… bueno, así.
Mientras nosotros, los patriotas, avanzamos indetenibles hacia la victoria definitiva del 7 de octubre; ellos, los apátridas, van retrocediendo más convencidos que el cangrejo, escupiendo hacia arriba sus propias inconsistencias, deshaciendo con los pies lo que no terminan de hacer con las manos.
Prueba de su retroceso incorregible es una campaña presidencial que desde ya va pa’lante y pa’trás. Después de que desde el 2002 se encargaran de “venderle” al país entero la idea de que todo lo que hace Hugo Chávez y su gobierno es malo, ahora se esfuerzan sobremanera en imitarlos a ambos, tanto a Hugo Chávez como a su gobierno. Recogen y adoptan sin exclusión alguna a los salta-talanquera para sumarlos a su equipo de trabajo. En un esfuerzo camaleónico, tratan sin éxito de copiar el lenguaje y la gestualidad del discurso bolivariano. Alaban –extrañamente- los logros del Gobierno de Chávez y hasta pareciera que Capriles le diera “copiar y pegar” a los mensajes del Comandante vía twitter, porque lo que escribe es una vulgar y desteñida imitación.
Entonces, según el chiripero de la ultraderecha Chávez era malo (malísimo), era el culpable de todos los males imaginables en el mundo. Tanto, que pusieron de moda el Culpechavez. Pero ahora, según el discurso de Capriles, Pastor Maldonado es un campeón (muy a pesar de Yon Goicoechea y María Corina Machado), las misiones sociales son el mejor invento de la historia contemporánea y el discurso coloquial es la mejor opción para comunicarse con el pueblo ¿Si Chávez era el culpable de todos nuestros males -según ellos- por qué ahora surge ese empeño de mimetizarse a su imagen y semejanza?
Con todo este pa’lante y pa’trás queda en evidencia el doble discurso de esta mediocre oposición carcomida. Queda en evidencia, además, que con sus burradas del día no hallan de qué palo ahorcarse para no seguir cayendo estrepitosamente en las encuestas. Quedan en evidencia, sin duda alguna, sus medidas desesperadas para levantar la imagen de un muerto político que bien se ha ganado el mote de majunche. Este vaivén del discurso opositor es, definitivamente, su propia sentencia al fracaso.
Por eso y por tantas otras metidas de pata de las que somos víctimas y testigos a diario, es que nosotros, los patriotas, vamos pa’lante y ellos, los apátridas, van pa’trás.
Periodista
@GipsyGastello