Cosas no contadas

El Autobús

Yo no entiendo como la gente se le olvida todo. De verdad… es imposible que no se recuerden de su pasado como persona y menos de nuestra historia. Como pasó con un diputado electo por el voto popular de la oposición que dijo con tono mandibuleado que para que servía traer recuerdos del pasado político si hoy tenemos otra generación. Vean semejante metida de pata. Es comprensible que a esa gente no le interesa que les estén recordando el pasado, eluden el tema porque les da escalofrío.

Bueno la cuestión es que –yo si me recuerdo- mi papá le gustaba mucho hacer negocios. De por si era comerciante y lo suyo era comprar para luego salir perdiendo, hacia unos tratos que era para ponerse a llorar… eso era mi progenitor. Una de tantas compras fue cuando hizo un negocio con una pequeña finca a las afueras de la ciudad. Creo que tenia treinta hectáreas, en las cuales se podía sembrar Yuca, Maíz, Café, Plátanos y tener animales… era muy bonita, hasta había una quebrada con agua cristalina donde nos podíamos bañar.

Para llegar allí se tenía que hacer transbordo. Es decir, el transporte que nos dejaba en la carretera negra para luego tomar otro por la de tierra. Solamente había dos carcamales… Uno se montaba y lo que comía era pura polvo por los menos una hora hasta llegar a la casa.  Los vidrios se le habían caído al igual que los dientes de los perros por su vejez. Los chandosos que teníamos nos daban la bienvenida con su tradicional movida de cola abalanzándose a nosotros con la fieldad que los caracteriza.

Mis hermanos y yo no teníamos vacaciones escolares, mi papa nos ponía a sembrar y a charapear… ni que fuéramos a protestarle, eso significaba castigo del bueno. Cuando salíamos a la faena, nos decía Teófilo que era el obrero, pilas con las culebras… ese lugar  estaba infectado de serpientes de todo tipo, que una mordida de ellas era mejor buscar la funeraria que el hospital, no había salvación, pero a decir verdad, era mas sano que cierta mesa de políticos corruptos.

En esos días, se murió el padre de Florencio. Muchacho que vivía en el caserío que  se acostumbro a estar con nosotros y nos ayudaba en el campo, sabia mucho de agricultura, muy buen chico, siempre andábamos juntos… éramos de la misma edad.

Florencio como era el único varón, su padre le dejo un autobús destartalado, casi inservible, le sonaba todo menos la bocina. La carcacha como le decía el finado pertenecía a la “Línea El Progreso”. Tenia mucho tiempo recorriendo la carretera sin asfaltar e imagínese de vaina andaba, su  transmisión era una calamidad. Quizá fue uno de los primeros que vino por acá.

Era evidente la fiebre por manejar de este joven que le ocupo parte del tiempo. Ahora se lo pasaba de recolector cobrándoles a los pasajeros que se quejaban por todo. Por  supuesto eso era un peligro en cuatro ruedas. Por curiosidad de vez en cuando le preguntaba al chofer que si podía enseñarle a conducir, el cual le decía que no tenía edad para eso, que esperara a que fuera mayor de edad.

Como son las cosas de la juventud, un domingo me busco muy temprano. Las ganas por manejar lo habían vuelto loco, de paso me busca a mí que estaba en las mismas. Me dijo; mis hermanas andan pa´misa con mi mamá…. Aprovechemos y saquémoslo. Si no sabemos manejar le dije. No te preocupes que yo he visto como anda este perol… móntate y arranquemos y verá que si soy un buen piloto.

Lo prendió, metió la reversa y aquello fue una desgracia. El gallinero que había se lo llevo con todo y animales. De frenar le metió mas el acelerador. Eso paso por aquel caserío como alma que lleva el diablo. Frene, haga algo que nos vamos a matar le decía todo asustado… tiro un volantazo que nos mando pal carajo a los dos. Aquella lata ambulante se fue hacia el precipicio. Dios de las que nos salvamos dijimos todos moreteados y raspados por el porrazo que nos dimos.

Florencio salió corriendo a esconderse porque le venia era una soberana pela por semejante daño. Mire hacia el barranco, vi lo que quedaba del autobús que se fue de retroceso abajo confundido con los “rastrojos”.  Lo único que vislumbraba era su aviso frontal partido en dos “Línea el Progreso”

susenoria@hotmail.com



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Marco Pedraza


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