El Estado burgués va disciplinando y subsumiendo sobre sí, a todas las demás formas de afiliación que otrora actuaban con autonomía. El Estado es una totalidad. Como tal, despliega su lógica organizadora, que genera una discursividad plástica, que va permeando todos los espacios y negando cualquier intersticio o “afuera”.
Más allá de Kant, quien definió al Estado como “unión de personas que se proponen vivir bajo el imperio de la ley”, Marx visualizó que no se trata de un “yo común”, voluntariamente asumido esta concepción reviste para él un carácter ilusorio-; se trata más bien de condiciones históricas, independientes de las voluntad individual, que hacen posible un modo de producción de la materialidad de la vida.
Durkheim aceptaba que El Estado es “el órgano mismo del pensamiento social dominante y, sobre todo, de la coerción a favor de la disciplina moral vigente”. Esta violencia legitimada por el consenso, “se organiza en la misma medida en que se disuelven los lazos sociales comunales y tradicionales a favor de una relación centralizada por el andamiaje jurídico político”.
Weber afirmó, que la burocracia era el efecto de superficie de la separación, jerarquización y centralización de las funciones por parte de una racionalidad, ahora convertida en lógica, razón y cultura. De allí, en Estado. “Una organización política continua y obligatoria que mantiene dentro de un mismo rasero legal, a aquello que es de origen diverso; que homogeniza y disciplina dentro de la norma obligatoria, a lo que se pretende distinto”. Este dispositivo es en sí mismo, el monopolio del uso legítimo de la fuerza física. “Para ello creará todo un ejército de burócratas también disciplinados, que harán cumplir los fines de El Estado, que se ha hecho fin en sí mismo, autónomo en sí y para sí”. Su propósito no es otro que su propio mantenimiento. “Los burócratas de cuando en cuando, serán sustituidos o corregidos moralmente a fin de garantizar la eficiencia de los fines últimos”.
El Estado debe enfrentar toda zona gris u opaca, que genere creencias distintas a sus fines, pues éstas amenazan el principio de Estado; por eso va separando y sustituyendo todo poder originario y constituyente, por el poder del representante y el funcionario: La democracia representativa. Este mecanismo de extracción, obedece a la misma lógica de mistificación y separación del trabajo de su valor.
Por eso Marx asegura que “decir Estado es decir capital”, puesto que un modo de producción es también “una forma Estado”, que garantiza condiciones de reproducción de la legitimidad de la estratificación social, que se refleja también como forma de expresión del mismo Estado.
Para Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, esta composición genera una mineralización, que llama “capital estatal”. Suerte de relación de poder que regula las permisiones de las distintas áreas sociales, como la económica, la política, etc. Por eso, las disputas de clase al interior de la sociedad, se reflejan en las contradicciones existencia de El Estado, en pugnas, purgas y confrontaciones de élites por el control administrativo de la direccionalidad de las políticas.
En tiempos de transición, el Estado se torna espacio crítico, muchas veces contradictorio en su devenir, cuando modo y condición de la producción, se ve confrontado y cuestionado por “formas de expresión” alternativas, que amenazan con convertirse en “modo” que amenaza y antagoniza con aquellas secularizadas. En la medida que van surgiendo experiencias autónomas, singulares en su pluralidad hegemónica; como La Comuna, el Estado cruje su lógica. Se socava el Estado burgués a favor del poder popular-poder constituyente. Una racionalidad otra se instala: La acción directa de las nuevas identidades colectivas, se abre paso desde la clandestinidad de las multitudes. Esta es la potencia plebeya.
juanbarretoc@gmail.com