Testigo de excepción (Parte III, final)

Hubo una realidad que no advertimos en sectores de la Fuerza Armada venezolana y también esa capacidad de movilización que tiene el odio. Allí fallaron mucho los organismos de inteligencia y seguridad, la información no fluía como debía fluir y había un extremado grado de confianza. Yo no llegué a perder el contacto, lo que pasó fue que los organismos de seguridad perdieron el contacto con la realidad y lo que transmitían no aclaraba la situación, había algo peor, estaban enceguecidos, no tenían claridad de lo que se estaba gestando.
Llega un momento en que los organismos de seguridad e inteligencia se autobloquean en situaciones de crisis y eso explica, muchas veces, los procesos que se dan en el mundo. Uno no se explica, por ejemplo, que existiendo organismos eficientes, los gobiernos se desplomen. El Presidente Chávez insistió ir al Fuerte Tiuna, era su decisión y había que respetarla. Yo era partidario de permanecer en Miraflores o salir a otro sitio para ver cómo se articulaba una respuesta inmediatamente. Ya, cuando era evidente que se estaba desplomando el Gobierno, llamé a mi esposa a eso de las 11 de la noche y le dije que iba a permanecer allí. Nosotros nos vamos a quedar aquí, pase lo que pase. Ella me dijo "yo sé que vas a proceder de esa manera". Cuando Chávez se despide, permanecí un rato más en Miraflores y después, ya en la madrugada, me fui al Círculo Militar. Una vez que detuvieron al Presidente, dieron orden de que a mí me quitaran los elementos de seguridad y cortaron los teléfonos.

Tengo que reconocer la lealtad de mis ayudantes militares, que estuvieron conmigo a pesar de esa decisión. Yo me sumergí, vamos a decirlo así, en la clandestinidad. Hice contacto con otros funcionarios del Gobierno al igual que con guarniciones y jefes de batallones militares, yo tenía los teléfonos de muchos de ellos. Yo no sabía donde estaba Diosdado Cabello y él tampoco sabía donde yo estaba. Yo empecé a actuar con los elementos que tenía a mano con los contactos que tenía entre los militares y los civiles. Tenía conocimiento que ni los propios golpistas sabían quién iba a presidir la junta. No creas, yo estudié mucho las declaraciones de los militares alzados. Del Círculo Militar salí para mi casa a rescatar unos papeles que me interesaban preservar en caso de allanamiento y que no cayeran en manos del nuevo gobierno. Luego estuve como en la clandestinidad. Estábamos en una actividad clandestina, pero no quería se pudiera pensar fuera así. Quería que se pensara que estaba en mi casa marginado de toda actividad pública. A mis contactos telefónicos, a unos les daba información precisa y a otros más bien lo desinformaba de acuerdo a la confianza que me inspiraran.

Salí el día 13 del sitio donde estaba operando y me fui al Ministerio de la Defensa y tomé el control del despacho. Se me informa que Vásquez Velasco estaba en algún lugar desconocido de Fuerte Tiuna. A Carmona que estaba allí le digo, ¿Por qué ésto? ¿Qué está pasando? ¿No te das cuenta de la locura que has hecho, la grave crisis que le has creado al país? Tú lo que eres es un irresponsable. Junto a Carmona también estaban los vicealmirantes Héctor Ramírez Pérez y Carlos Molina Tamayo a quienes ignoré. Agarré el teléfono y llamé a La Orchila donde estaba Chávez, hablé con el almirante Echeto que era su custodio, y me dice: ¿Cómo está ministro? "Quiero hablar con el Presidente" Se lo voy a pasar. Se oye cuando Echeto le dice a Chávez. "Presidente lo está llamando el Ministro de la Defensa" también cuando el Presidente contesta que "No quiero hablar con él" Echeto insiste y le dice "Es su Ministro de la Defensa, es José Vicente Rangel" "Carrizo, cómo es posible eso" y toma el teléfono, ¿Y dónde estás tú, José Vicente? "Estoy aquí, en el Ministerio de la Defensa y tengo presos a todos estos traidores, aquí, aquí están todos" "No puede ser, ¡eso es un milagro! Esta historia llega hasta aquí, narrada en 3 escritos, (Testigo de excepción) salidos ellos de la entrevista que el Dr. José Vicente Rangel Vale recientemente le diera a una periodista.


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José M. Ameliach N.


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