En realidad creo que no lo voy a conseguir. El profesional que imagino, me temo que no existe. Pues se trata de alguien que pudiese intervenir en la conciencia y los valores, a partir de una estética corporal que se ha centrado en hacer tetas, levantar nalgas y hacer todo tipo de correcciones a punta de cuchillo, el cual parece que se utilizase, al mismo tiempo, como arma blanca blandida para el asalto.
El ejemplo más notorio, por su proliferación en Venezuela, es el de las mujeres que a cada rato dicen: “me quiero hacer la lolas”. No consiguió disuadirlas el hallazgo de daños colaterales por el uso de materiales de baja -o de ninguna- calidad, que amenaza con profundas deformaciones y hasta la muerte en sus usuarias.
Lo más triste es que “las lolas” se la quieren hacer por igual las típicas pequeñoburguesas, las burguesas (que a punta de billetazos resuelven rápido su drama de minusvalía) y nuestras queridas compañeras, trabajadoras, habitantes de los sectores más pobres del país y, hasta “revolucionarias”.
El avasallante, consumismo, la vanidad inoculada por la ideología dominante, bajo la venta de un estereotipo en el que la mujer “vale” (en el sentido más mercantilista del término) no porque tiene ideas, miradas, sueños, palabras que acarician y una visión de clase que le hace hermosa en sí, sino que “vale” en la medida que se muestra más prominente y abultada en las formas comerciales que ha conseguido colocar en el mercado el depredador capitalismo.
Allí es donde la cirugía estética, llevada al paroxismo de intervenir quirúrgicamente con tal de hacer y acumular riquezas en pocas manos, utiliza las fragilidades mentales de aquellas personas que ya han sido víctimas ideológicas de los valores del capitalismo y terminan persuadidas de la “necesidad” de cambiar “para que me acepten socialmente”.
El tema aquí traído para la reflexión es complejo de abordar en pocas líneas. Pero es necesario tenerlo como ejemplo en la batalla de ideas, porque él es clara expresión de la hegemonía de las ideas capitalistas en nuestros cerebros y actuaciones, así como en la dominación global de la que somos víctimas dentro de esta sociedad deshumanizada y explotadora.
Podrían tomarse otros ejemplos, también vinculados con la mercantilización de la salud y el abuso del quirófano, como el que se observa con la “venta” indiscriminada de cesareas para sustituir un acto tan natural como el de parir. Pero hemos querido tomar el de las tetas, porque de verdad resulta urgente, no ya conseguir el inexistente cirujano estético capaz de transformar valores y conciencia sino, trabajar duramente para profundizar la batalla de las ideas y lograr que, de verdad, esta revolución sea radical y cultural.
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