Respuesta a kaosenlared y su artículo de primera plana: Aumenta la cantidad de personas que buscan comida en la basura:

¡El hombre de la basura y la basura del hombre!

http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/23359-aumenta-la-cantidad-de-personas-en-el-estado-espa%C3%B1ol-afectadas-por-la-crisis-que-buscan-comida-en-la-basura.html

Latero quiere decir recoge latas, quiere decir exclusión social en máxima expresión, usualmente como en mi caso a la droga, que termina sentenciando a sus víctimas a sobrevivir para obtener su comida y su consumo, recogiendo desechos de la basura. Yo lo hice, a toda honra. Yo fui latero y lo seré siempre de corazón, cada noche o madrugada, cuando encuentro un coetáneo, solitario por las calles, en la soledad tremenda de las bolsas negras, recuerdo aquellos años en que mi vida giraba en torno a la basura por mi esclavitud al consumo.

Hoy en Kaosenlared, leo un artículo diciendo que el pueblo español se ve obligado a buscar su comida en la basura. Me paro un momento y recuerdo mi historia. Yo soy latero de corazón. La soledad, el abandono, la infelicidad, el llanto, el desamparo, la depresión, el desprecio y la estigmatización, son pocas palabras para referirme a lo que sentía al deambular mugroso y solitario, esclavo a mi adicción, por las calles. No entiendo cuando leo diez años después que es el pueblo, el que nunca consumió ni fue excluido por su disfunción, el que sale a llenarse del asqueroso perfume de los desechos de quienes tienen y pueden vivir bien. Menos aun entiendo cuando leo que se dictan leyes que lo prohíben, es decir, que la sentencia es a que todos y todas los excluidos de la “crisis” neoliberal, se mueran de hambre, pues hasta buscar mendrugos y sobras en la basura de los que tienen y botan lo que ya no les sirve, es considerado un acto ilegal y se pena con prisión, que será entonces el único sitio donde el mismo estado se vera obligado a darles comida a cambio de la libertad.

En esta hora que mi piel se eriza al recordar  mis lagrimas cuando existía atrapado en la exclusión social y en la esclavitud de la adicción, se me hace duro imaginar a seres humanos que salen obligados por el hambre a revisar las basuras en las calles para sobrevivir ellos y sus hijos debido a que este sistema los dejo sin trabajo, quizá hasta sin casa y obviamente sin futuro alguno. En esta hora revivo lo que sentía el espíritu que llevo adentro en aquellos años de dolor profundo, de soledad tremenda, de desesperanza, de fatalidad, de solitaria desgracia y se que eso y no otra cosa es lo que debe estar sintiendo el español que sale a vencer la vergüenza y la humillación y bajo la mirada acusadora de vecinas y vecinos que lo señalan y castigan, entre rabia y llanto, abrir las bolsas en las que ellos botan sus desechos…

Quiero anexarle hoy nuevamente un archivo con un texto que escribí recién recuperado de aquella vida infernal que se titula “El hombre de la basura y la basura del hombre”… Quiero hacer llegar mi voz a ese español que se quedo sin patria, sin solidaridad, sin afectos, sin sentimiento de ser algo dentro de lo que sigue llamándose ¡España.!

Adjunto:

EL HOMBRE DE LA BASURA Y LA BASURA DEL HOMBRE

Raúl Bracho.

Como los gatos, solitarios, van los hombres de las bolsas negras, con su piel cubierta de mugre, su vestimenta inmunda y el dolor clavado en la mirada recogiendo la basura,

Latas, libros viejos, cobre, bronce y desechos de difuntos que la gente bien vestida arroja desde las quintas o por los bajantes de lujosos edificios, son el botín que recogen, a diario, en su penoso andar los hombres de la basura.

Algún cuchillo filoso, una pipa artesanal y un yesquero es lo que habita seguro en el fondo de sus bolsillos. Amén del desahucio, el rechazo, el llanto contenido, la soledad tremenda el dolor acumulado y las ansias de su vicio.

Pasos lentos, mirada depredadora sobre el camino, en búsqueda de cualquier moneda caída o algún regalo del destino, pasos lentos, manos sucias, que jorungan los pipotes de desechos en las ventas de comida, en búsqueda de sobras del hambre ya saciada de quienes comen hamburguesas y chatarra en los carritos de las esquinas.

¿Quién está pesando? Pregunta a algún similar que encuentra en el camino, para saber donde pesar los metales y el papel en las balanzas de los traficantes de desechos.

¡Yo soy otro tu! ¡Tú eres otro yo! Pareciera que se dicen en su andar cotidiano al cruzarse entre ellos en su camino.

Cómo los gatos solitarios, con la piel llena de arañazos, cicatrices, puñaladas y disparos, con la sonrisa sin dientes, con la cabeza llena de locuras que su soledad produce de tanto hablar con ellos mismos, van los hombres de las bolsas negras.

¿A cómo estás pagando el kilo de aluminio?, hay que hacer cola en los centros de acopio de materias primas, a veces les dan agua, otras nada, sólo espera y explotación. La revisión es minuciosa, lata por lata a ver si no le ponen tierra dentro de ellas para llegar más pronto a completar su peso necesario para lograr la suma de dinero que les de el mísero salario indispensable para adquirir la droga.

Luego el peregrinar eterno a casa de los jíbaros, los gariteros apostados sobre las escalinatas de los barrios, que les conocen uno a uno su rostro de indigencia, como si fuese un pasaporte, les permiten la entrada al barrio: ¡no hay peo! Es conocido. ¿Quién tiene la merma? Ven cómprame la mía que es la mundial, la rebatiña de unas pocas monedas que duran muy poco entre sus dedos, ¿coño pero eso es lo que me vas a resolver? ¡te di diez lucas, coño! Resuélveme mi vaina no jooda! Arranca de aquí o te tiroteo, agarra lo tuyo mamagüebo! Pira, pira, el que sigue.. no hay remedio, arranca el gato, el solitario, el indigente, con la alegría de tener ya entre sus manos su veneno, a buscar una caleta, libre de tombos, donde fumar, donde inhalar, donde inyectarse, sin problemas.

Una hora, o dos, en dependencia de lo recogido, son el tiempo del ritual para el consumo, los ojos que se le van hasta el infierno. La mente enferma que se siente anestesiada, la puerta de la locura y los sentidos satisfechos.

Como gatos callejeros y salvajes, bajo la mirada excluyente del ciudadano “decente”, bajo el asco, bajo el terror en los ojos de quien los mira en la soledad doliente. Así van, noche tras noche, día tras día, los lateros, recogelatas, desechables, recoge sueños, recoge mierda, recoge asco, recoge la basura del hombre de este siglo.

Como los gatos solitarios, allí van en la noche, los míos, los hombres de las bolsas negras.

Mis hermanos de calle, del silencio.

Que la vida entienda que son humanos, que la sociedad entienda que son hijos de su desprecio. Que la culpa no la cargues en tu bolsa negra, que caiga a cada uno de nosotros en su conciencia!

(*)Fundación HombreNuevo

brachoraul@gmail.com



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Raul Bracho


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