En escrito pasado se abordó el tema de la modernidad líquida, cuya categoría se le debe al filósofo polaco Bauman; estos temas, que son hoy por hoy discusión permanente en las más prestigiosas universidades del mundo, es necesario proyectar y difundir, con la intención de motivar un debate de ideas con altura; ¿cómo cuestionamos al capitalismo sin cuestionar antes su medio de cultivo que es la modernidad? Hoy se aborda el tema de la híper modernidad, a través de uno de sus más granados exponentes: Gilles Lipovetsky (París, 1944).
Lipovetsky es un filósofo francés, profesor de la Universidad de Grenoble, quien pertenece a la generación de los sesenta del siglo pasado, impactando sus ideas de cuestionamiento y revisión de la cultura urbana-consumista; publicó, a comienzo de los ochenta del siglo XX, su obra principal: “La era del vacío”; este trabajo versa sobre lo efímero y lo frívolo. Afirma que estamos en la era posmoderna, pero que las reacciones en esa era, de estallido de lo social e superación de los esquemas consumistas, así como la disolución de lo político, ha dado con una persona que vuelve a su rol cuantitativo de individuo, manejando su existencia en razón del azar. En "La era del vacío", Lipovetsky ausculta la mutación de ese individuo consumidor influenciado por el entorno y dependiente, en lo esencial, de los rasgos significativos de una sociedad industrial unidimensional y expansiva; el autor, asume un análisis agudo, retirando las máscaras y los clisés, para develar la verdadera conducta del hombre moderno, quien bajo la falsa premisa de una “postmodernidad” de contenido ideológico más que humano, se había mantenido oculto en las últimas década del siglo XX; las nuevas actitudes identificadas por Lipovetsky son: apatía, indiferencia, deserción, el principio de seducción sustituyendo al principio de convicción, y generalización de la actitud humorística. De este modo, se empezaron a notar nuevas tendencias en el desenvolvimiento del mundo moderno: una nueva organización de la personalidad: narcisismo; nuevas modalidades de la relación social: marcadas en particular por la reducción de la violencia y la transformación última de sus manifestaciones; un nuevo Estado: donde la cultura está caracterizada por el agotamiento y derrumbe de lo que ha significado la vanguardia durante el último siglo; así como un conjunto de nuevos fenómenos determinados por el factor individualista; en una palabra, un nuevo estadio histórico, propio de las sociedades democráticas avanzadas, que surgió en la posmoderna pero que le es imposible definirse bajo los criterios de la postmodernidad; se hace necesario construir nuevos mecanismos de acercamiento; es decir, un nuevo contexto: la híper modernidad.
La aparición de los ensayos de Lipovetsky, vino acompañado de una fuerte polémica, aunque ciertos sectores se sintieron identificados con su postura, asignándole el significado de una especie de paradigma (o punto de observación, en términos de Rafael Echeverría) que reflejaba a la perfección el mundo contemporáneo, visto como pura evanescencia. La tesis principal defendida por él es que el filósofo tradicional ha permanecido demasiado tiempo encadenado a formas irreales y apartado de la realidad cotidiana de su propio tiempo, al modo del prisionero platónico, razón por la cual se ha apartado de los intereses vitales de una sociedad caracterizada por la cultura de masas; en oposición a esta tendencia escapista, Lipovetsky propone volver los ojos a la realidad concreta, es decir, al estudio de los fenómenos masivos y efímeros propios de la era contemporánea. La nueva definición de ese entorno que debe apreciarse como transformación de la postmodernidad, no evolución, que es la híper modernidad, definida abiertamente como el escenario entorno al cual una sociedad liberal, caracterizada por el movimiento, la fluidez, la flexibilidad, más desligada que nunca de los grandes principios estructuradores de la modernidad, se adapta a un ritmo de “auto indagación” para no desaparecer; aparece el híper narcisismo, época de un Narciso que se tiene por maduro, responsable, organizado y eficaz, adaptable, y que rompe así con el Narciso de los años posmodernos, amante del placer y de las libertades. Al respecto el propio Lipovetsky expresa: “La responsabilidad ha reemplazado a la utopía festiva y la gestión a la protesta: es como si no nos reconociéramos ya más que en la ética y en la competencia, en las reglas sensatas y en el éxito profesional”.
La postmodernidad había conquistado lo social y se había erigido como el reemplazo lógico que defienda las ventajas sociales. Esto no es más que una muestra de las paradojas que caracterizan la híper modernidad: cuanto más progresan los comportamientos responsables, más irresponsabilidad hay. Lo que se conoce como “individuos híper modernos”, en percepción de Lipovetsky, están informados y desestructurados, están más ideologizados y son más deudores de las modas, son más abiertos y más influenciables, más críticos y más superficiales, más escépticos y menos profundos. Lo que ha cambiado es el clima social y la relación con el presente; la disgregación del mundo de la tradición no se vive ya bajo el lema de la emancipación, sino bajo el de la crispación. En otra obra de Lipovetsky, “La felicidad paradójica”, ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo, advierte que hemos entrado en la sociedad de hiperconsumo; nace un homo consumericus de tercer tipo, un turbo consumidor desatado, con gustos imprevisibles, al acecho de experiencias emocionales nuevas y de mayor bienestar, de calidad de vida y de salud, de marcas y de autenticidad, de inmediatez y de comunicación. En el texto “La pantalla global”, cultura mediática y cine en la era híper moderna, que trabajara Lipovetsky con Jean Serroy, observan como mientras se generaba un infinito linaje de pantallas que garantizaban la cuadratura de la realidad, se convirtió en híper cine, en todo pantalla, en modelo artístico, social y antropológico, y en principal punto de referencia de una sociedad que ha destruido los grandes sistemas referenciales: el cine. Éste con sus miradas y pantallas, es la expresión por excelencia de la sensibilidad del mundo actual expresan los autores; el cine no está pues en decadencia; el cine está en una fase de transformación fructífera y con él todo el mundo audiovisual.
Y en su ensayo “La tercera mujer”, Lipovetsky asume la defensa del rol femenino en el marco de una conducta emancipatoria que ha mostrado de lo que son capases las mujeres en su equilibrio entre la naturaleza y los hombres; el autor le atribuye esta emancipación a los efectos de la lógica de las sociedades posmodernas definidas como parte del proceso de despersonalización de la persona y construcción de esa entidad fría y subalterna que se ha coronado en la sociedad actual y que rige los comportamientos según los valores del libre despliegue de la personalidad humana, de la legitimidad del goce, de la necesidad de modular las instituciones en función de las aspiraciones de dichos individuos.
Lipovetsky se ocupa de profundizar el sentido de la moda, revelando el desamparo del individuo en la era democrática (en contraste con esa entidad que hubo de persona y que tenía el cuidado y el amparo total del Estado y la Religión). Leer los aportes de Gilles Lipovetsky, que surgen producto de la observación de la sociedad y sus hábitos, en diversos escenarios, como el amor, la seducción, la belleza física y la relación con el trabajo, la familia y el poder, reencontrando un elemento capital que subsiste en su alteridad: la mujer.
ramonazocar@yahoo.com.ve