Mediante los cinco objetivos históricos que forman parte de su propuesta de gobierno, el Presidente Hugo Chávez ha puesto de relieve asuntos de primer orden que debieran contribuir a una mayor definición de los diversos cambios políticos, económicos, sociales, culturales y militares que han tenido lugar en Venezuela, apuntando con ello a la realización, consolidación y profundización de una revolución socialista inédita y, por tanto, de nuevo tipo que sirva, a su vez, de guía para el resto de los pueblos que luchan por su liberación y su desarrollo integral. Por eso, el objetivo referido a la independencia no sólo abarca el derecho que asiste a toda nación de existir de manera soberana en el contexto internacional, sino también a lo que la misma implica -de modo general- en el contexto actual cuando el imperialismo yanqui y sus socios de la OTAN pisotean la soberanía de nuestros pueblos para imponerles el control de sus recursos estratégicos, como ocurre con los países del Medio Oriente. Tal cosa no puede interpretarse como patriotería trasnochada, dando por entendido que nuestros países deban plegarse a los dictados imperiales de Washington para acceder a las “bondades” del mercado capitalista globalizado y así “modernizarlos”, tal como se desprende de la oferta demagógica de “progreso” de los sectores contrarrevolucionarios.
Pero ello no sería aún suficiente sino se consigue impulsar, consolidar y profundizar la construcción del socialismo revolucionario, modificando sustancialmente los patrones de conducta y las relaciones de poder actualmente existentes, de manera que correspondan a los esquemas de la democracia participativa. De este modo será posible también construir un nuevo esquema económico productivo, diametralmente diferente al capitalista, y un Estado acorde con las exigencias de mayor participación y de control democrático del poder popular. A la larga, una vez desarrollados estos objetivos históricos, Venezuela se transformaría en un país-potencia económica, política y socialmente que contribuya a la conformación de una zona de paz en nuestra América, en vez de la proliferación de planes y de bases militares bajo la tutela directa del Comando Sur estadounidense. De ahí que resulte fundamental entender que esto responde a la necesidad que del establecimiento de una nueva geopolítica internacional -con un mundo multicéntrico y pluripolar-, que rompa así con la hegemonía mundial impuesta por las transnacionales capitalistas por medio de sus gobiernos y ejércitos imperialistas.