Los venezolanos y venezolanas que militan en posiciones contrarias a los avances obtenidos en este proceso bolivariano se caracterizan por ser unos resentidos sociales, racistas (les molestan los negros, los indios y los discapacitados), violentos y llenos de rabia contra los chavistas (que también son venezolanos), son envidiosos, mentirosos y traidores a la patria: ansían que nos invadan los extranjeros. Estos venezolanos y venezolanas son alcahuetes porque algunos saben cuando les dicen mentiras y se quedan callados y/o repiten las mentiras como loros, son negadores de la realidad y malagradecidos, por cuanto muchos han sido beneficiados con casas, puestos de trabajos, pensiones, carros y hasta fortunas y aun así desean volver al pasado de miseria y de exclusión social de donde nunca han debido salir.
Muchos son los venezolanos y venezolanas que confunden o quieren confundir incapacidad, corrupción, engaño, caudillismo y mala gestión con socialismo y esperanza; cuando la verdad es que quienes caen en dichas prácticas son contrarrevolucionarios que por ignorancia, viveza y pillería, o aún peor siguiendo instrucciones del imperio juegan al fracaso y a la desesperanza del gran sueño socialista: juegan al fracaso del desarrollo endógeno productivo, de la participación real de todos en nuestros asuntos comunales, de la inclusión, del trabajo digno y del bienestar para todos; y finalmente, juegan al fracaso del amor por la verdad y la paz entre todos los hermanos venezolanos.
La lucha política actual entre quienes militamos en el proceso bolivariano y el imperio norteamericano se distancia mucho del show que montaban los Adecos y Copeyanos en la cuarta República. En esta lucha el imperio se vale de la delincuencia, los paramilitares, los sicarios y el tráfico y consumo de droga; pero, también se vale de nuestras debilidades: la baja autoestima de los majunches (o escuálidos), la riqueza fácil y la dádiva (o mendicidad social del que cree que todo se lo merece y quiere que todo se lo regalen sin hacer ningún esfuerzo). Pero, sobre todo se vale de nuestra poca organización y conciencia para defender nuestros logros. Es en este contexto que el imperio se plantea una campaña electoral de baja confrontación social, sin ninguna propuesta, ni ideas; pero cargada de energías ciegas y destructivas, como la ira, la rabia, el odio, el miedo y el resentimiento de los majunches, así como, el descontento y el malestar de los nuestros por las grandes debilidades de nuestro proceso. De allí que el imperio trabaje sobre sentimientos y emociones para que ellas sean el carburante que explote al momento del voto o inclusive después de las elecciones, cuando halla que defender nuestra victoria.
Este escrito no es para los disociados que tiraron a la basura su inteligencia (entre los que se encuentran algunos profesores universitarios, intelectuales y profesionales), ya que estos se convirtieron en simples ovejas pastoreando entre la miseria de su modorra mental, facilismo, exclusión, su indolencia por el otro, su racismo, su frustración, su auto engaño y su inmensa baja autoestima. El estado norteamericano quiere plantear la lucha entre el primitivismo emocional (el odio y miedo) y las ideas y esperanza del socialismo. Esta formula le ha dado ya muchos beneficios en otros países, al extremo que logran que se maten unos con otros por religión, por raza, por no reconocimiento del otro: por exclusión. Si eso es lo que quieres para tu país ya sabes por quien votar. Si, por el contrario, quieres luchar por tu inteligencia, por la paz, por la inclusión, por tener mayor beneficio de nuestro propio trabajo entonces nuestra tarea es profundizar la organización, la acción y la consciencia. Estas elecciones son un simple aviso del imperio de lo que ocurre cuando no se profundiza la construcción del socialismo; estos es, cuando se le da espacio a la contrarrevolución.
La historia nos recordará siempre cuánto hemos madurado o no en el socialismo. De allí que todo el que estimule la pasividad y la complicidad con la corrupción, la ignorancia y el desprecio hacia el otro hace el juego a la contrarrevolución imperial. Armémonos con la consciencia y la organización para luchar contra nuestros enemigos internos y externos. Exijamos un comportamiento revolucionario de nuestros líderes, ya basta de compromisos y negocios con quienes promueven la contrarrevolución; porque, es esa falta de comportamiento revolucionario el responsable de las debilidades ideológicas y organizativas del pueblo. Es la contrarrevolución interna autoritaria y abusiva la que retrasa la acción del gobierno, dificulta los procesos y hace proyectos de mala calidad para molestar a la ciudadanía y desacreditar la construcción socialista.
Si la lucha del imperio es soterrada y basada en el odio y el miedo; nuestra contra ofensiva debe ser soterrada también; pero, dotada de consciencia, valentía, paz y de amor por el prójimo. Luchemos por desenmascarar el odio y el miedo preguntándole a cada venezolano o venezolana, que no milita con el proceso bolivariano, ¿a qué realmente le tienen miedo?, ¿por qué odia?, ¿por qué desprecian a otros venezolanos? y ¿qué ganan con la exclusión del otro?
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