Capítulo II
La sociedad Esclavista
En el esclavismo, como iteración del desarrollo humano, se reconoce al otro cuando ese otro tiene el poder económico, político y militar para imponer su reconocimiento. Es decir, cuando presenta características comunes a quienes tienen el poder para reconocer al otro. Es ese poder el que determina el grado y tipo de inclusión y participación social de cada uno de los seres humanos en la sociedad.
En particular, en la sociedad esclavista a los que no tenían el poder para no reconocer al otro ni siquiera se les reconocía una condición humana. Se les trataba como animales o en su defecto como enemigos a los que se debía destruir. Cuando se les reconocía una condición animal no era por un acto humanitario; sino, por la necesidad, de quienes no los reconocían, de aprovechar la peculiaridad (o la cualidad) de los esclavos de producir valor (trabajo). Trabajo del cual ellos se podían apropiar en su totalidad. De allí que la amplitud y grado de poder (de propiedad) de quienes no reconocían a los otros, en su condición esclavista, haya sido la más extensa. Comprendiendo el “derecho” de uso, disfrute y disposición del otro en forma exclusiva. Es decir, comprensiva de la totalidad de la existencia y valor (trabajo) que produce el otro (el esclavo). Poder (o derecho) que fue inventado por y para quienes no reconocen al otro para lograr el provecho y sumisión de los no reconocidos.
Concretamente, se reconoce que el valor que produce ese otro con su trabajo o que tiene el cuerpo del animal o objeto (es decir, el esclavo) pertenecen íntegramente a quien no lo reconoce, ni siquiera como ser humano. En el modo de producción esclavista el no reconocimiento del otro se expresa como el mayor irrespeto a la condición del otro: es decir, como la negación total de su condición humana. Irrespeto que se traduce económicamente en la apropiación de todo el valor que produce el esclavo con su trabajo. Con lo que el valor del trabajo producido por el esclavo no le es reconocido en propiedad, en ningún grado; y, en cuanto tal no le es compensado de ninguna forma, porque se le niega toda propiedad al esclavo sobre el valor que este crea. Lo que lleva a un tipo de relacionamiento social que supone que el esclavista utilice al esclavo como un animal u objeto de su propiedad. De aquí que las relaciones sociales esclavista sean: de un máximo grado de irrespeto (de exclusión social), de desvalorización (o de total negación de propiedad sobre el valor creado al que lo produce) y de utilización del otro. Hecho, que se expresa en forma concreta (en forma de poder o de propiedad) mediante el uso, disfrute y disposición total y exclusiva del otro (en cuanto objeto): en cuanto propiedad.
Esas prácticas se hacen relaciones sociales esclavistas (se hacen modo de producción: se hacen sociedad) cuando se convierten en cadenas mentales tanto para quienes no reconocen al otro como para los no reconocidos. Cadenas que se instalan en las mentes de los seres humanos mediante el uso reiterado, ininterrumpido y masivo, por un largo tiempo, de la fuerza y la violencia que impone el no reconocimiento del otro. Violencia que convierte el dolor, la sangre y la muerte de los no reconocido en un sistema de creencias (ideología) que justifica y evangeliza sobre el carácter lógico, natural y divino de las relaciones sociales esclavista de irrespeto, desvalorización y utilización entre quienes no reconocen al otro y los no reconocidos.
Sistema de creencia que ya instalado en la mente de los seres humanos reproduce y sostiene las relaciones sociales esclavista más allá de la consciencia. Es de este proceso iterativo (repetitivo) de aplicación de las relaciones sociales esclavista del que brota como hecho social, como hecho emergente, el modo de producción, la propiedad y, en general, la sociedad esclavista. Es la reproducción de las relaciones sociales esclavistas en el seno de la actividad económica, social, política, administrativa y militar lo que define una sociedad: en este caso como sociedad esclavista.
Ahora bien, la imposición de las cadenas mentales esclavistas (creencia o ideología) se proyectan y mantienen socialmente a través de instrumentos como la administración de lo común. La administración pública reproduce a lo interno de su organización las relaciones sociales esclavistas: reproduce la lógica de dominación esclavista de máximo irrespeto, desvalorización y utilización del otro. Y, simultáneamente, proyecta e impone a la sociedad a través de la violencia y la ideología, la obediencia de la sociedad a la relaciones sociales dominante.
Pero, esta administración de la común surge igual que el Estado (al que termina sirviendo) como un tipo de respuesta administrativa y militar al problema de la complejidad del desarrollo social. Un tipo de respuesta que garantiza la sostenibilidad y sustentabilidad económica, política y social de las relaciones sociales dominantes en la sociedad. Donde la obediencia persigue garantizar, en este caso, la reproducción de las relaciones sociales esclavista en la producción, el intercambio y consumo de mercancías; así como, garantizar la reproducción de las superestructuras que se erigen a partir de estas relaciones económicas.
El esclavo y el esclavista con sus cadenas mentales a cuesta convierten al primero en parte de las herramientas de trabajo o medio de producción del segundo. Es decir, convierten al esclavo en un tipo de herramienta productora de valor (de trabajo) al que no se le reconoce ninguna retribución de valor por la creación del mismo. Una herramienta que aparte de su costo inicial tiene un costo de mantenimiento (manutención) que procura ser reducido al mínimo por el esclavista, con el objeto de lograr la mayor productividad posible. Herramienta que al desgastarse se desecha como cualquier otra medio de producción.
El modo de producción esclavista se materializa en una forma de organización del trabajo basada en la explotación intensiva de la fuerza física de la mano de obra esclava. Una fuerza física que se utiliza o aplica para la producción artesanal de bienes y servicios; y, cuyo destino es el auto consumo del esclavista, junto a un incipiente o rudimentario sistema de intercambio de mercancías. Esto, dado el escaso desarrollo de los medios de producción y en general de las fuerzas productivas para apalancar tanto la producción y como el intercambio de mercancías.
Por otra parte, el poco desarrollo de las fuerzas productivas que provoca el uso intensivo de mano de obra esclava impone costos muy elevados al consumo de quienes no reconocen al otro: y, en general, a toda la sociedad esclavista. Costos que solo serán sostenible y sustentable en la medida en que sean cubiertos con las riquezas provenientes de la expoliación de otros pueblos. Es decir, mediante la aplicación de las relaciones sociales esclavistas de irrespeto, desvalorización y utilización a otros pueblos. Lo que equivale a adueñándose, a sangre y fuego, de sus recursos naturales, tierras y seres humanos libres que convertirán en esclavos.
El producto de esta apropiación violenta e injusta de bienes y seres humanos de otros pueblos ingresará a la masa de haberes de quienes no reconocen al otro en los centros esclavistas. Es decir, con la expoliación de otros pueblos se compensan los atrasos en la producción e intercambio de mercancías del modo de producción esclavista. Reponiendo, así, los esclavos y otras herramientas gastadas, así como, aumentando los recursos naturales y extensiones de tierras de los esclavistas ricos. Esclavistas que vistas lo lucrativas de las expoliaciones financiaban o hacían peso político para nuevas y mayores misiones militares de expansión y expoliación de otros pueblos.
Este modo de producción, como todo modo de producción, no solo aumenta la capacidad de consumo de los que no reconocen al otro (en este caso los esclavistas); sino que con ello profundiza su parasitismo productivo. Dinámica que los obliga a direccionar todo su esfuerzo a depredar recursos para su peculio personal y para controlar la administración militar que les garantiza la expoliación de nuevos esclavos, recursos naturales y tierras.
La necesidad de expansión que empuja el proceso de expoliación; así como, los desiguales niveles de intercambio entre el centro y la periferia requirieron de un aparato administrativo y militar capaz de garantizar la sostenibilidad y sustentabilidad del modo de producción esclavista. De lo contrario, la estructura productiva esclavista se vuelve inestable e insostenible. Es decir, sin la estructura administrativa- militar del Estado esclavista que supliera de suficiente mano de obra esclava, recursos y tierras a la costosa fuerza productiva esclavista, se ponía en peligro por inviable e insostenible las propias relaciones sociales esclavista de no reconocimiento del otro. Hecho que se hacía más tangible en la medida en que aumentaba la escala social y complejidad de la sociedad esclavista. Elementos que conspiraban contra la gobernabilidad del sistema esclavista; así como, contra la sustentabilidad del sistema ideológico, político y social que se erguía con el modo de producción esclavista.
Al costo del modo de producción esclavista se deben agregar el costo del aparato administrativo- militar del Estado esclavista; y, el costo de los sistemas cambiarios y financieros rudimentarios (y precarios), que no facilitaban la producción e intercambio de mercancías. Y, que por el contrario establecían un tope al intercambio de mercancías. Costos que reducían la sustentabilidad al modo de producción esclavista.
En ese contexto, el poco desarrollo de las ciencias y la tecnología; así como, su poca influencia en el desarrollo de los medio de producción pusieron un freno determinante al desarrollo de las fuerzas productivas del modo de producción esclavista. Ciencia y tecnología que se verán limitadas por el poder político y la capacidad de explicación del mundo que ofrece la religión. Poder que se ha ganado por su versatilidad para justificar ideológicamente todas las formas de dominación existente y por su capacidad para interpretar las necesidades emocionales de seguridad de los seres humanos de acuerdo a sus propios intereses y de las relaciones sociales dominantes: en este caso esclavistas.
En general las limitaciones económicas, cambiarias, financieras, administrativas y científicas pusieron un freno a la acumulación de valor esclavista; a la sostenibilidad y sustentabilidad del modo de producción esclavista. Limitaciones que se expresaban a través de diferentes formas de lucha entre dominados y dominantes. Incluyendo dentro de los dominados, además de los no reconocidos, a aquellos que si bien no reconocen al otro, por razones económicas, políticas o militares, también fueron excluidos de los favores del modo de producción esclavistas, con una participación social disminuida.
El modo de producción esclavista permitió una forma de acumulación de riqueza, de intercambio y de consumo entre quienes no reconocía al otro, que fue viable hasta que la expansión de su sistema económico, su incipiente sistema financiero y cambiario; y, su estructura político- administrativa- militar fue insuficiente (muy costosa) para darle sostenibilidad al sistema social esclavistas. Es decir, fue viable mientras el costo del sistema esclavista podía ser sostenido por los ingresos (la explotación esclava y robo de recursos naturales) del modo de producción esclavista. En este punto, la succión de recursos de la periferia hacia el centro que imponía el poder esclavista fue superada por los recursos que eran succionados o mantenidos por la periferia para sostener la expansión. De allí que este nivel de no reconocimiento del otro supuso una carga tan pesada en términos de manutención de los no reconocidos que la hizo insostenible. Costo de la cual forma parte la manutención de la estructura administrativa- militar que garantizaba el orden público y la expansión expropiatoria.
La agudización de las contracciones que nacen de un desarrollo incipiente de las fuerzas productivas esclavista frente a una compleja y amplia sociedad esclavista; los altos costo de manutención y reposición de la mano de obra esclava y las relaciones de fuerzas entre el centro y la periferia (a favor de esta última), crean las condiciones antagónicas que abren el camino para que se transformen las relaciones sociales dominantes en la sociedad. Es decir, crea las condiciones antagónicas para que se transforme paulatinamente el modo de producción esclavista que irrespetaba, desvalorizaba y utilizaba al otro en forma radical, al extremo de hacerlo su esclavo (su objeto); en el modo de producción feudal que irrespetaba, desvalorizaba y utilizaba al otro en un grado menor. A saber, relaciones sociales donde se reconocía la existencia humana del otro; así como, lo mínimo necesario (o menos) del valor creado por el no reconocidos para que se procure su propia manutención. Esto último, bajo el argumento que la tierra y los medios de producción son propiedad de quienes no lo reconocen y a los cuales les deben lealtad. Estas nuevas relaciones sociales feudales creaban una nueva y mayor inclusión y participación social de los no reconocidos en la sociedad feudal.
Los protagonistas de esta transformación en el seno de las contradicciones entre las relaciones sociales esclavas y las feudales (entre el modo de producción esclava y la feudal) no pueden ser otros que aquellos quienes con el poder de no reconocer al otro y con la capacidad para sostener el sistema social esclavista son excluidos y marginados de sus principales favores económicos y políticos. En este punto, los antiguos militares encargados de la expansión y expoliación esclavistas, junto a los libertos ricos de la periferia, artos de mantener las arcas de los esclavistas ricos y avariciosos del centro imperial terminaron por convertirse en los nuevos señores feudales de las comarcas. Señores feudales que pujaban por priorizar su autonomía política y autoconsumo respecto al de los centros imperiales. Circunstancia que, por otra parte, solo tuvo cabida después de un declive de la estructura política- administrativo- militar frente al desarrollo y complejidad de la sociedad esclavista.
Son los hombres libres y los militares esclavistas de la periferia quienes asumen la tarea de re-inventar esta nueva forma de no reconocimiento del otro. Relaciones sociales de carácter feudal que nacen de la búsqueda de relaciones sociales más provechosas y menos costosa en el marco de las fuerzas productivas atrasadas dirigidas a una producción artesanal.
De donde se desprende que si bien el uso y disfrute del otro sigue siendo exclusivo por parte de quien no lo reconoce, en razón de su capacidad para acumular tierras, no es así respecto a la disposición del otro, que ahora es considerado un ser humano “libre” (o semi- libre). Sino que ahora justifica tal uso y disfrute, por quienes no reconocen al otro, la propiedad de las tierras que los militares guardaron consigo después del declive de la sociedad esclavista y la violencia depredadora de sus prácticas expoliadoras.