Lo sucedido recientemente en el penal Yare I concita una reflexión sobre la violencia en todas sus dimensiones. Igualmente, invita a recapacitar sobre el uso político que se ha hecho de este grave suceso, en una desesperada procura de votos y que se resume en este titular de El Nacional: “La oposición y el candidato Capriles culpan a Chávez por la violencia en las cárceles”.
Pero la violencia no sólo está en las cárceles, la violencia se escuda en la construcción político-partidista que del acontecimiento realizan los medios de comunicación. La violencia representada se esconde en el discurso que elaboran estos medios y que reproducen y manejan como mercancía. La violencia manejada discursivamente acude a la mentira, al engaño, la manipulación y al ocultamiento, claros ejemplos de violencia contra el usuario o espectador.
La violencia representada en su máxima expresión conduce al terrorismo informativo. Al igual que el terrorismo armado, el informativo acorrala a la ciudadanía vía el miedo y, sin herir o matar físicamente, lesiona y quiebra profundamente la salud pública. El terrorismo informativo acude a un tipo de violencia que no emplea bombas o armas, sino que se apropia de un discurso que señala juzga, condena, estigmatiza y estremece. En Venezuela ciertos medios de comunicación, impulsados por intereses políticos, cometen impunemente actos de terrorismo informativo con miras a generar miedo social y, en las actuales circunstancias, captar votos.
La crisis carcelaria es expresión y resumen de diferentes modalidades de violencia endógena y exógena. La anómica que engloba todos los actos o tipos de comportamiento desviado: crímenes, asaltos, masacres. La violencia institucional propia de la situación carcelaria; la violencia política, ejercida por los aparatos represivos del Estado y la violencia organizada, tal como se encuentra en las organizaciones del narcotráfico, mafias, bandas delictivas, etcétera. Ocurre al interior de esos penales una suerte de proceso de encadenamiento de los diversos tipos de violencia que se retroalimentan entre sí. Y el gran reto es incidir en los eslabones y romper esa secuencia.
Es innegable entonces que la crisis carcelaria viene como anillo al dedo a aquellos sectores políticos empeñados en el terrorismo informativo con fines electorales.