Un corto análisis de la campaña electoral del majunche
La campaña electoral venezolana ha entrado en la recta final y el
escualidismo, a pesar de que está en campaña desde mucho antes de la fecha
oficial de inicio, sigue sin desarrollar una línea de acción coherente y
efectiva que le permita reducir la brecha que los separa del nivel de
aceptación de Chávez.
Iniciaron su campaña mostrando al candidato en una actitud de conciliación
y afirmando que no iba a confrontar al Presidente. Sus asesores habían
llegado a la conclusión de que en la misma medida en la que algunos
candidatos y precandidatos habían asumido posiciones extremadamente
radicales contra Chávez, su gobierno y su obra; había crecido su rechazo
en las masas.
En esas primeras semanas el majunche habló de inclusión, de una Venezuela
en la que cabíamos todos, de su compromiso de respetar las misiones creadas
por Chávez, de la necesidad de contar con un gobierno al que no le
importaran los colores ni las ideas políticas, del autobús del progreso.
Las encuestas reflejaron un descenso en la aceptación del candidato; pues
no había consistencia en la propuesta. Para los militantes de la derecha el
mensaje era confuso y contrario a lo que ellos esperaban de su candidato,
después de trece años esperando la oportunidad para barrer con todo lo que
oliera a chavismo. Para el pueblo en general no había antecedentes que
hicieran creíble lo que afirmaba el representante de la oligarquía. Además,
¿Qué sentido tenía votar por un clon de Chávez, si ya se contaba con el
original?
Una banalidad discursiva de proporciones alarmantes que condujo al
candidato a exponer como sus principales atributos para dirigir el país su
condición de flaquito y de caminante, sumado a la mariconería de definirse
como “chocolatico dulce” y el hombre ideal para las mujeres de Venezuela,
atentaban contra la posibilidad de crecer en las encuestas.
Para colmo de males, no había manera de relacionar el discurso del
candidato con su accionar; pues no se podía mostrar alguna obra o acción de
impacto, realizada durante su gestión como diputado, alcalde o gobernador,
que lo proyectara como un gobernante o político eficiente. Por el
contrario, su historia lo vincula a una dictadura fascista que el pueblo
arrasó en cuarenta y ocho horas y al retorno de un pasado de represión
que para entonces ya el pueblo casi había olvidado.
Las alarmas se encendieron y la exigencia de cambios en la estrategia no se
hizo esperar. Resultaba extremadamente peligroso para la oligarquía que la
militancia de la derecha, como consecuencia del mensaje electoral,
comenzara a ver a los chavistas como miembros de una sociedad en la que
cabíamos todos. Se corría el riesgo de afectar los resultados que en su
masa crítica, había logrado una larga campaña de odio, desprecio y
descrédito.
Por ello y sólo para no perder ese trabajo de años donde se han invertido
sumas millonarias, pasaron de aquella campaña rosa a lo de siempre (con
algunos cambios). Nuevamente surgió la campaña de odio y la descalificación
del alto mando militar, del CNE, del Presidente y sus ministros. El
objetivo inicial de no atacar las misiones ni la gestión de gobierno y
mostrarse conciliador para captar el supuesto “voto blando” del chavismo
fue dejado de lado.
El retorno a la vieja estrategia matizada ha logrado algunos resultados.
Los escuálidos confundidos con el mensaje inicial han vuelto al redil y la
aceptación del candidato ha vuelto a su punto de partida. En otras
palabras, están donde comenzaron.
No crece la candidatura y se agota el tiempo. Es que no resulta fácil, y
mucho menos ante un pueblo bastante politizado como el venezolano, manejar
un discurso en el que se pretenda borrar el pasado u ocultar las verdaderas
intenciones con bailecitos o gritos como ¡Te quiero Venezuela!
Para ejemplarizar esto, basta con decir que el pueblo venezolano está
claro en que por ahora Barrio Adentro no puede funcionar sin el apoyo de
los médicos y el gobierno cubano y que en aquella frase del majunche (Ni un
sólo barril saldrá regalado de Venezuela) hay un claro mensaje para esa
misión. En un gobierno de la derecha el convenio que permite mantener
25.000 médicos cubanos atendiendo a los venezolanos en su propio hábitat
pasaría a la historia.
Lo propio ocurre con la Misión Vivienda, sustentada en buena medida en
convenios con China, Irán, Bielorusia, Rusia, Argentina, Brasil y otros a
quienes Capriles ha llamado “pueblos incivilizados” dejando en claro que no
respetaría dichos acuerdos.
A un pueblo enterado de como se adelanta esa misión, no le resulta difícil
inferir que sin ese apoyo económico, material y técnico, de los grandes
complejos habitacionales que hoy se construyen, se pasaría a las indignas
casuchas que el candidato de la oligarquía entregó, con mucho orgullo la
semana pasada (busquen los vídeos).
Otro grave problema de la campaña de la derecha, además de las risibles y
ya famosas “capriladas”, es el error de pretender mostrar al majunche como
una especie de mesías.
Ofendiendo la inteligencia del venezolano ahora Capriles ofrece resolver
los problemas estructurales de nuestra sociedad a través de la magia.
Como si tratara de un Harry Potter cualquiera, el candidato afirma que está
en capacidad de resolver el problema de la inseguridad en el país en un
año… Claro, no dice como.
Para el problema carcelario el majunche, según sus propias palabras, sólo
necesitará diez meses, mas sólo expone el problema existente, no
soluciones… eso pareciera ser un secreto bien guardado..
El problema del desabastecimiento lo resolverá en seis meses. Eso sí, sin
controlar precios y sin “perseguir” a los monopolios de la producción, ni
a los comerciantes especuladores.
Todo lo anteriormente expuesto sumado a que hace años el pueblo venezolano
dejó de ser pendejo, nos permite concluir que la derecha venezolana y su
candidato caminan hacia una derrota aplastante y ellos lo saben. Es por
ello que están “montados” en una estrategia paralela destinada a desconocer
los resultados y a lanzar grupos de choque a la calle con la instrucción de
saquear, asesinar y generar un caos que desestabilice el gobierno o por lo
menos que lo muestre a nivel internacional como un gobierno dictatorial,
fraudulento, sin respaldo popular y represivo.
¡Cuidado con un escenario como el de Siria, apuntalado en las relaciones de
Álvaro Uribe con los paramilitares colombianos!
arellanoa@pdvsa.com