El recurso de inducir una catástrofe y utilizar el caos como proyectiles de infantería para fomentar y ganar una guerra, no es nada nuevo. Tampoco fue inventada esta acción para su uso particular contra nuestra Venezuela revolucionaria y en proceso de construcción de su socialismo.
Estados Unidos ha inducido catástrofes contra diferentes países, siempre con un interés de dominación sobre recursos, generalmente energéticos y de carácter estratégico. Japón, Haití, Irak y Libia son ejemplos de ello, no siempre con los mismos resultados, pero tampoco con las mismas herramientas o armas.
La electrónica, la cibernética, la bioquímica y la bacteriología, han sido armas de "ablandamiento" utilizadas contra pueblos soberanos y rebeldes que, por diferentes vías, se apartaron o distanciaron (o amenazaron con hacerlo) de la tutela, dominio y hegemonía imperial yanqui.
Pueblos como el cubano, en momentos de su historia en revolución, han sido atacados bacteriológicamente o desatando ataques masivos de vectores portadores de dengue, con la finalidad de diezmarlos.
Venezuela misma ha sido un país de ensayos -no todos son siempre de alta tecnología- desde cuando decidió emprender su revolución por el ejercicio pleno de su soberanía, la definitiva independencia y la Patria socialista. El caso más emblemático fue durante el período del golpe de Estado y paro petrolero en los años 2002 y 2003.
Venezuela sigue en la mira. El interés de los grandes intereses del capital, de las transnacionales y del imperio estadounidense es el de conseguir torcerle el rumbo a la Revolución Bolivariana, al liderazgo del Comandante Hugo Chávez y al impacto mundial de este proceso que hoy amenaza los intereses de dominación del gran capital y de su prehistórica explotación de trabajadoras y trabajadores.
Por eso no es nada descabellado afirmar que, uniendo la secuencia de hechos que precedieron o sucedieron a la tragedia de la refinería de Amuay, a finales del mes de agosto pasado, detrás de ese conjunto de actos este la misma motivación del guerrerismo imperialista por por fomentar o inducir catástrofes que, en una primera instancia, impidan la realización de las elecciones del 7 de octubre o caoticen sus resultados cantando fraude, tal como se observa en el fomento de matrices de opinión mundiales, que haga creíble o le den credibilidad a cualquier acusación contra el árbitro electoral y los resultados del proceso.
La guerra imperialista de baja intensidad contra Venezuela obliga a que el pueblo revolucionario se mantenga alerta. Actos de sabotaje a gran escala están entre sus planes. Los sistemas ferroviarios, centrales eléctricas, industrias básicas e industrias energéticas están entre sus objetivos. Hasta el asesinato selectivo de líderes -aun de "fichas" de sus mismos bandos políticos- está entre el Plan B de la derecha imperialista y sus oligarquías y lacayos locales.
La catástrofe inducida es la opción que les queda a los desesperados alentadores del majunchismo y de la candidatura del Majunche Jalabola del imperio.
A los revolucionarios nos quedan las calles, la Misión 7 de Octubre, ganar la Batalla de Carabobo y la esperanza de ser definitivamente libres como pueblo, para el disfrute de nuestra independencia y para la conquista de la Patria socialista. ¡Necesario es vencer!
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