La sociedad venezolana se apoya en un triángulo afectivo, cuyos vértices son el amor irrestricto, el odio incuestionable y el miedo ante un futuro posible de pérdida del objeto, por unos, amado o de eternización de ese mismo objeto, por otros, odiado. Esa red afectiva -miedo, amor y odio- afecta nuestra percepción de la realidad y es alimentada por sectores políticos y mediáticos.
En esta campaña electoral se ha impuesto en los sectores políticos de oposición el uso del miedo en tanto arma política que procura demostrar el peligro que constituye Chávez, en caso de ganar nuevamente la presidencia. A raíz de los sucesos de Amuay, se ha fortalecido una deliberada estrategia dirigida a consolidar una cultura de la anomia y del miedo, que se expresa en titulares tales como “La Pdvsa roja rojita explotó en Amuay, “Negligencia criminal” y “Gobierno culpable”; “Amuay campo de muerte” para rematar con “Todo se derrumbó” (Tal Cual) y “Agosto: el mes del caos y del derrumbe del país” (El Universal), impreso que destaca: “En medio de la campaña electoral Venezuela quedó envuelta en una vorágine caótica de vías hechas pedazos, puentes rotos, ríos desbordados, casas bajo el agua, explosivas y sangrientas reyertas en las cárceles. Sumemos a eso la terrible tragedia de Amuay: muertos, heridos, pérdidas materiales.”
Tal estrategia genera un clima político que gira en torno a emociones asociadas al miedo: temor, pánico, espanto, pavor, terror, horror, rabia, recelo, aprensión, susto, tristeza y hasta apatía.
El miedo se utiliza entonces como forma de control social y como arma de dominación. En tanto instrumento de control político se maneja en diversas gradaciones, desde la amenaza velada hasta el más descarado terrorismo mediático. Los hacedores de la campaña del miedo persiguen incidir en el proceso electoral, por cuanto intentan que el miedo se transforme en acción y se constituya en una plataforma política-electoral adversa al candidato Chávez.
El miedo como arma política, también se usa para infundir temor en torno a una supuesta vuelta a un pasado indeseable que representa Chávez. Sería el retorno automático a la violencia, la criminalidad y la inseguridad y a todos los males que simboliza para los sectores de oposición la actual gestión de gobierno.
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