Para muchos las transformaciones sociales se producen a partir de la narración de los eventos que las hacen posible. Entonces, cuando uno habla de Revolución establece algunos hitos o íconos en el tiempo y/o en el espacio. Por ejemplo, al hablar de la Revolución de Octubre, o de la Revolución Mexicana o de la Francesa; se cuenta la naturaleza de los eventos que se libraron y desarrollaron alrededor de esos acontecimientos.
Nosotros creemos que, en alguna medida, la naturaleza de los procesos que se libran y que se llevan a cabo hoy en América Latina, obedecen a una lógica interior que tiene una naturaleza propia y que no puede ser inmediatamente leída o entendida como aquellos grandes trazos, aquellas líneas de fuerza que se correspondían con los modelos de pensamiento o teorías conservadoras que van desde el marxismo tradicional más ortodoxo hasta el liberalismo.
Está surgiendo un nuevo pensamiento desde América Latina. Está surgiendo un nuevo conjunto de eventos que sólo puede ser interpretado desde la fundamentación de su propia fenomenología. Desde allí nos colocamos nosotros y desde allí humildemente invitamos al debate. Creemos que una interpretación que no dé cuenta de nuestros procesos (desde su interior), permitiría y se prestaría para algunas incomprensiones.
Pensamos que se trata, por sobre todo, de un enfrentamiento radical contra la fuerza de la costumbre, contra esa mentalización planetaria que cimentó raíz como matriz epistemológica de todo un pensamiento que supone la organización binaria y predecible de los acontecimientos. No podemos seguir viendo a Latinoamérica (ni a ninguna cultura de este mundo) como el resultado sintético de un todo racional. ¡Y mucho menos a nuestro continente! en el que día a día saber, poder, lenguaje y subjetividad constituyen y despliegan un modo inabarcable e inexpresable de relaciones de dominio y de creación.
Otro de los debates que siempre se ha dado, particularmente al interior de las izquierdas, es el que tiene que ver con la naturaleza de los sujetos que hacen posible las transformaciones. Quiero acá referirme a un ejemplo bien localizado: en América Latina cientos de miles de militantes revolucionarios y de izquierda tomaron caminos discretos y modestos, y fueron sembrando pequeñas experiencias de base; abrazándose a la teología de la liberación, a movimientos ecologistas, cooperativistas, feministas, comunales, cocaleros, indigenistas. Es decir, fueron conformando una nueva textura para una subjetividad política otra, que a su vez fue generando una visión heterogénea y diversa de los procesos emancipatorios, así como reactivando el deseo político que hoy se expresa como línea de superficie de las distintas formas de expresión de la nueva izquierda latinoamericana.
Queremos subrayar que transversalizando el tejido de todas las luchas y demandas de los pueblos, es que podemos ir forjando un conjunto de visiones paralelas, capaces de articular a la multitud en potencia. Para nosotros el sujeto social y el escenario del sujeto social son lo mismo; no hay sujeto social sin condiciones subjetivas de esa singularidad. El sujeto de transformación es en sí mismo el proceso de transformación. De modo pues que hace falta una nueva subjetividad política, así como la construcción de un espacio-tiempo de subjetividad que haga posible la naturaleza de los cambios, de las transformaciones, para que se haga visible, para que la trayectoria de esa singularidad, que es el sujeto, consiga concreción.
Desde estos nuevos espacios (movimientos sociales, colectivos, comunidades organizadas, pobladores, indígenas) se asienta no sólo un lugar para la sobrevivencia, sino, como ya dijimos, un lugar de resistencia y creación político-cultural.
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