La campaña electoral llega a su final. Concluye, como era de esperar, con Hugo Chávez encabezando las más diversas consultas de opinión nacional. No podía ser de otra manera. Un gobierno que se ha dedicado a otorgarle al pueblo su condición humana, recibe su apoyo.
Concluye la campaña con normalidad. El Consejo Nacional Electoral consolidado, reconocido nacional e internacionalmente por su idoneidad, imparcialidad y capacidad técnica y humana; con el costo social más bajo en toda la historia electoral de nuestro país, ya que la pronta develación de los planes desestabilizadores que la oposición había planificado, impidió que ésta pudiera verse envuelta en actos de violencia; y lo que no ocurrió en la IV República, las distintas tendencias políticas gozaron de libertad para decir todo cuanto quisieron, quedando demostrada la absoluta y plena libertad de expresión y opinión existente en nuestro país. Somos la Democracia más Democrática del mundo.
Sobre la mesa hay dos proyectos de país. Uno representado por quienes han hecho del neoliberalismo su “santo grial”. Aferrados a la fracasada idea de que el éxito y la prosperidad de un país, depende de la disminución del poder del Estado; que el futuro residirá en los mercados globales, por tanto, será la economía y sus instituciones la que determinará “el camino” de dicho éxito; que estos desencadenaran “grandes oleadas de comercio, y estas, a su vez, una amplia marea de crecimiento económico”. Aferrados a un progreso idílico, cuyo vértice fundamental es el desarrollo del individuo y no de la sociedad; creen en una democracia separada de los poderes e instituciones del Estado-Nación. En síntesis, Henrique Capriles, recoge el viejo principio neoliberal de que el liderazgo de una sociedad no debe ser ejercido por personas, sino por la “mano invisible del mercado”. Proyecto excluyente que, como se recordara, en Venezuela fue puesto en práctica, a partir de los años setenta de la centuria pasada y fracaso, hecho que puede ser constatado por las enormes brechas entre lo prometido y los resultados, y que encuentran su mayor demostración en los altos niveles de pobreza, inequidad e injusticia social presentes en la IV República.
Frente a dicho proyecto neoliberal están las proposiciones de Hugo Chávez. Inspirado en la necesidad de construir un mundo más humano, en donde la paz, la felicidad y la igualdad de los pueblos dejen de ser metáforas y se conviertan en realidad. Para él, la cuestión fundamental reside en la calidad de vida de los venezolanos y, ello, es cosa bien distinta. Su propuesta parte de los principios de edificar una sociedad en donde el sujeto fundamental sea el venezolano, de democracia participativa y protagónica, incluyente, en donde la riqueza nacional tenga un destino equitativo en función de alcanzar la justicia social, de independencia y soberanía, de amistad respetuosa con todas las naciones del mundo. Se trata, de la continuación de un proceso histórico que tiene como propósito fundamental alcanzar la más noble de las utopías: la felicidad del ser humano. Ya que, para nosotros, los procesos históricos son procesos sociales orgánicos e integrales; por tanto, la sociedad no puede (ni debe) estar subordinada a una teoría económica determinada, sobre todo, si esta tiene su fundamento político en el neoconservadurismo, el neoliberalismo o el racionalismo económico.
Los avances de la Revolución Bolivariana son visibles. Allí están los logros de las Misiones Sociales. Sin embargo, permítasenos destacar dos hechos que consideramos de inigualable valor y que la oposición obstinadamente se niega a reconocer. Uno primero, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que como se sabe es calculado en valores de 0 a 1, en el cual se mide la esperanza de vida, la tasa de alfabetismo, la matricula y los logros educativos, el ingreso anual por persona en dólares. El IDH de Venezuela en 1998 fue de 0,69, para 1990 crecimos a un 0,74 y para el 2010 aumentamos al 0,83 colocándonos entre los países con el más alto Índice de Desarrollo Humano en el mundo. Uno segundo, referido al surgimiento de una nueva clase media. Con objetivos y sentimientos muy distintos a los que caracterizan a la engendrada en los años setenta de la centuria pasada, formada al amparo del “familismo amoral”, inmersa en una falsa ilusión de riqueza individual, egoísta y cortesana de la burguesía, fatua, el “nuevo riquismo miamero”, como acertadamente se le llamo.
Las cartas están echadas, Chávez tiene el as de copa, cáliz que levantamos para brindar por el buen vivir del pueblo venezolano.
Profesor ULA
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